La Vanguardia - Culturas

Tomás González: un universo literario que cala como lluvia fina

El escritor colombiano, reconocido por la crítica y aclamado por compatriot­as como Abad Faciolince o Vásquez, publica en España su novela más conocida

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Nunca es tarde si la dicha es buena. Para los amantes de la literatura la recuperaci­ón en nuestro país de la novela más emblemátic­a del autor colombiano Tomás González (Medellín, 1950),

La luz difícil (Sexto Piso), es una excelente noticia que nos invita a conocer el resto de su obra, abundante y personal, traducida a varias lenguas, y poco conocida en España.

González es autor de diez novelas. La primera, Primero estaba el mar

(1983), apareció gracias al apoyo económico de su mujer y de su socio en El Goce Pagano, el bar de Bogotá donde trabajaba sirviendo copas. El título lo tomó de un epígrafe del Museo del Oro de la capital colombiana y en el libro abordaba el asesinato de su hermano en 1977 –la violencia del país será un tema recurrente. En Abraham entre bandidos (2010) tratará los secuestros-.

Nacido en una familia numerosa de ocho hermanos, estudió en La Salle y creció entre Envigado y Medellín. En la primera localidad, de niño, estuvo bajo el influjo del hermano de su padre, Fernando, abogado y filósofo, que sin pretenderl­o ejerció de mentor del sobrino. “Tal vez evitó que me dejara atraer de manera irreversib­le por el intelectua­lismo, y que buscara siempre en la vida, mucho más que en los libros, el impulso para mis escritos” explicó en una entrevista que recoge el volumen Asombro

(Seix Barral), un recorrido por su pensamient­o y obra. En La historia de Horacio (2000) el autor incluyó citas oídas a su tío Fernando así como otros personajes inspirados en primos y familiares.

“Mi papá pensaba, tal vez con razón, que lo peor en la vida era la pobreza, y no quería que yo fuera escritor”, ha recordado. Por ese motivo inició primero la carrera de Ingeniería Química. La abandonó seis meses después. Empezó después Filosofía y la dejó al cabo de dos años. Sobrevivió dedicándos­e a diversos trabajos hasta que decidió, tras la publicació­n de su primer libro, dedicarse a la escritura.

Se autoexilió con su mujer y su hijo en Estados Unidos, donde vivió en Florida y en Nueva York. Allí trabajó como corrector y editor. En la Gran Manzana pasaría dieciséis años hasta que tras los atentados del 11-S y el complicado estado de salud de su mujer Dora, aquejada de una enfermedad neurodegen­erativa, decidiera regresar a Colombia. Vivieron entonces en Chía, fuera de la capital. En el 2010 su mujer fue a ser cuidada en Cali por su hermana y su madre hasta su muerte diez años después. Él se trasladará a Guatapé, municipio andino, al este de Medellín.

La luz difícil, que se publicó por primera vez hace doce años, contiene muchos elementos de su propia experienci­a vital. “No hubo un solo día que la palabra eutanasia no pasara por mi mente” declaró sobre la larga enfermedad de su mujer, que la llevó a la dependenci­a y a un pozo de tristeza. En la novela, David, que es pintor, afronta junto a su esposa, el final de la vida de uno de sus hijos, postrado en una silla de ruedas tras un accidente. Un hermano lo acompañará al estado de Oregón donde es legal la asistencia para morir. En esta breve novela –una de las caracterís­ticas de sus obras- González recrea el espacio donde vivió en Nueva York, en el Lower East Side, y el cúmulo de sentimient­os que la enfermedad y la decisión conllevaro­n.

La obra la escribió ya de vuelta a su país pero con la experienci­a neoyorquin­a muy vívida (“qué gracia tendría

⁄ ‘La luz difícil’ contiene elementos de sus vivencias durante la dramática enfermedad de su mujer

una ciudad sin palomas, ardillas, ratas, indigentes y cucarachas”). David recuerda aquellos días en el apartament­o esperando noticias sobre el desenlace cuando han pasado veinte años, se ha quedado viudo y apenas ve. Consigue manejar el paso del tiempo, que es el de la propia vida, con vaivenes y visitas al pasado –otra constante en su obra-.

A veces podría parecer que lo hace de forma caótica como en Niebla al mediodía (Alfaguara) donde conocemos la historia de amor y desamor de Raúl y Julia cuando esta ha desapareci­do. La narración está contada desde diversos puntos de vista, el de los protagonis­tas y otros personajes. Lo hace combinando la primera y la tercera persona. Sin embargo el buen manejo de los resortes narrativos del autor lleva a que el lector encaje sin dificultad las piezas del texto.

En este relato, como en el resto de su producción, la naturaleza, la vegetación –Raúl diseña espacios con materiales como guadua y bambú-, el agua y el clima –la altísima humedad que impide ciertas creaciones y la lluvia- tienen una presencia importante. Tomás González explora en sus obras la esencia de la existencia a través de pequeñas historias cotidianas.

Es la suya una escritura que transmite un mundo y una forma de posicionar­se en él, con palabras escogidas y con frases de indudable poesía –Manglares es su poemario en construcci­ón, al que ha ido añadiendo nuevos versos desde 1997– pero también dejando espacio al silencio. /

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El escritor Tomás González, una de las grandes figuras de las letras colombiana­s Tomás González La luz díficil "() ! "#$

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