Síntesis de lo ejemplar
⁄ Gomá perfila su teoría de la ejemplaridad en una obra recapitulatoria de madurez. En la historia hay épocas de ejemplaridad distinta. Y ahora se plantea que sea igualitaria, personal y racional
Autor de la formidable Tetralogía de la ejemplaridad (cuatro libros: Imitación y experiencia, Aquiles en el gineceo, Ejemplaridad pública y Necesario pero imposible), Javier Gomá Lanzón (Bilbao, 1965) viene desarrollando una intensa labor filosófica y un programa intelectual ambicioso, orientado a fijar la experiencia de la vida. Ha publicado también ensayos como Ingenuidad aprendida, Filosofía mundana, La imagen de tu vida y Dignidad, y es autor de varias obras dramáticas. En excedencia de su plaza de letrado del Consejo de Estado, que obtuvo con el número uno de su concurso, es un pensador claro y sólido que escribe con brillantez y soltura y que habla de forma amena y comprensible.
Cuenta que este nuevo libro, Universal concreto, es su ansiada obra de madurez tras dar con el tono de expresión y la perspectiva adecuados para desarrollar plenamente lo que aspiraba y no lograba plasmar como quería. Dividido en cuatro partes, Universal concreto responde a dos preguntas que formula acerca de la ejemplaridad: qué hay en el mundo y qué hacer con lo que hay.
Comienza Gomá señalando que la mejor parte de la filosofía no es otra cosa que literatura, y no es saber científico. Las obras maestras de la literatura no se pueden verificar como sí procede hacerlo en ciencia. “Lo que representan el laboratorio y el experimento para la ciencia, lo cumple para la literatura el aplauso continuado a una obra escrita y sostenido en el transcurso de muchas generaciones”. La filosofía, dice, es un género de literatura y ha de ser mundana para meditar las vivencias y enseñar a pensar por uno mismo y no de forma escolar. Requiere de paciencia y vocación (una visión y una misión para producir algo que no sirve para nada).
Subraya Javier Gomá la condición nativamente filosófica de todos los seres humanos, lo que impone a los autores conscientes “el deseo de refinar y sutilizar la imagen del mundo de sus lectores”. Pero nadie está destinado a ser solo modelo o solo copia. En la historia hay épocas y clases de ejemplaridad distinta. Ahora se plantea que sea igualitaria, personal y racional. Y recuperar la objetividad perdida. La atracción del ejemplo que, siendo concreto, es también universal y, por tanto, rigurosamente racional. ¿Puede la persona –se pregunta Gomá– ser ejemplo de algo que no sea ella misma?
Ontología, la segunda parte, tiene unos contenidos filosóficos que apelan al mundo clásico y donde despliega una fascinante e inusitada familiaridad con los autores griegos y latinos. Se filosofa con el ser y el ente, con el anhelo de perduración humana; sabiendo que en cualquier momento puede sobrevenir el final y con “la esperanza de que, contra toda experiencia, se prorrogue su mortalidad después del hecho biológico de su muerte”.
En Pragmática, la tercera parte, se expone el ideal como propuesta de perfección. Todo ejemplo es siempre ejemplo para alguien. Pero la nuestra es la hora de la vulgaridad triunfante que ofende de forma continua al buen gusto; para Auguste Rodin “quien posee conocimientos de escultura o de pintura sin tener gusto nunca llegará a ser escultor o pintor”. Es preciso un corazón educado en el arte de vivir y convivir. Cabe educarse en una doble limitación: la de la realidad y la de uno mismo. La fórmula de la democracia descansa en un equilibrio sutil que reclama obediencia: se funda en la dignidad absoluta de los individuos, un reconocimiento recíproco. Y renuncia por principio a la tentación del perfeccionismo. No obstante, todos los ciudadanos están llamados a un movimiento de transformación personal. Ante la vulgaridad desbocada como espontaneidad desinhibida y sin límites, se debe apostar por una reforma hacia la ejemplaridad. Una pragmática lejos de la reacción contra la democracia y lejos, asimismo, de la resignación.
¿Qué es ser culto? Para Gomá, lo es quien “tiene conciencia histórica, porque comprende que el elemento de lo humano es un fluido dinámico en permanente discurrir” y no ignora el carácter efímero, tentativo, provisional y reversible de lo humano.
El último capítulo, Poética, aborda la gloria del cosmos, la expresión subjetiva, la lira democrática y el buen arte. Concluye Gomá señalando una contradicción de la filosofía de la ejemplaridad: su objeto es el universal concreto, pero solo se puede pensar el universal abstracto. Y se despide: “Ya está todo dicho, filosófico lector: ahora cierra el libro y acuérdate de ser”; la imperfecciónnogravasobrenosotros.