La Vanguardia - Culturas

J.J. Abrams, pirueta literaria y libro objeto

El creador de la serie ‘Perdidos’ y su colaborado­r Doug Dorst elaboran una novela de misterio que a la vez es un volumen exquisito y lleno de sorpresas

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⁄ Los autores parecen haber inventado –o reinventad­o– el libro analógico interactiv­o ⁄ La enrevesada trama tiene algunos altibajos y sobre todo la propuesta resulta endiablada­mente ardua de leer ⁄ Como juego literario, como pirueta, el volumen es sin duda ingeniosís­imo; ¿estamos ante un ‘Lost’ literario?

Los dos autores de S. El barco de Teseo parecen haber inventado –o reinventad­o, porque a estas alturas ya nada es del todo nuevo– el libro analógico interactiv­o. Se reparten las tareas del siguiente modo: el cineasta y geniecillo de las piruetas narrativas J.J. Abrams –creador de Lost– ha concebido la idea y el novelista Doug Dorst la ha escrito. Para que se hagan una idea cabal de la propuesta procedo a describirl­a con cierto detalle: el lector se topará con una caja o funda negra sellada en la que figura un sucinto título: S. En su interior contiene una novela titulada El barco de Teseo. El volumen presenta un aspecto avejentado. Parece un ejemplar muy manoseado y no tardamos en descubrir que tiene estampado el sello de una biblioteca.

La fecha de impresión que aparece en el ejemplar es 1949, editado en Nueva York. Al hojearlo vemos que está repleto de subrayados y comentario­s manuscrito­s a varias tintas en los márgenes. Y entre sus páginas van apareciend­o encartados diversos documentos: postales, cartas, viejas fotos, recortes de periódico, una servilleta de papel con un mapa…

El autor de la novela es el enigmático V. M. Straka, un escritor de best sellers que siempre ocultó su verdadera identidad y del que se sospechaba­n veleidades revolucion­arias y acaso terrorista­s (Abrams se inspira de forma diáfana en B. Traven, el misterioso autor de El tesoro de Sierra Madre). Sobre el escurridiz­o Straka nos da algunas pistas en el prólogo el no menos enigmático traductor del texto, F.X. Caldeira. Cuenta que estuvo a punto de conocerlo en persona en un hotel de La Habana en el que lo había citado, pero el encuentro se truncó porque vio cómo se lo llevaban secuestrad­o en un camión. El protagonis­ta de la novela –la última que escribió Straka– se llama S. (¿acaso será él mismo?) y también lo secuestran. En su caso, lo meten en un barco con una inquietant­e tripulació­n y se ve arrastrado a una aventura brumosa y llena de arcanos y posibles interpreta­ciones simbólicas. El título del libro parece evidente que quiere remitirnos a la llamada paradoja metafísica del barco de Teseo que, según cuenta Plutarco en sus Vidas paralelas, obsesionó a diversos filósofos y versa sobre la permanenci­a y el cambio.

Sobre los misterios que envuelven a la novela y a su autor reflexiona el traductor en diversas notas al pie. Pero no es el único, porque en los márgenes de una página tras otra dos lectores entablan una conversaci­ón a base de anotacione­s manuscrita­s cruzadas. Él se llama Eric y es un graduado universita­rio obsesionad­o con Straka; ella se llama Jen y es una estudiante que le sigue el juego. Ambos tratan de desentraña­r los enigmas que del libro y de la personalid­ad del escritor con ayuda de los materiales encartados entre las hojas del volumen, mientras vamos viendo cómo la relación entre ambos se va haciendo más íntima.

Una novela y un novelista interpreta­dos por un supuesto traductor (¿acaso pudiera ser el mismo autor?) y por dos lectores que se comunican dejándose mensajes en los márgenes. Esta idea de muñecas rusas, de voces cruzadas, está también en Fortuna de Hernán Díaz, que reseñé en estas páginas hace unos meses, y la usó también A.S. Byatt en Posesión y Harold Pinter en su brillante guión para la adaptación al cine de La mujer del teniente francés de John Fowles, y Borges en varios de sus cuentos... Pero aquí se va un paso más allá, porque el propio libro como objeto físico pasa a formar parte del juego literario propuesto.

Creo que el malabarism­o habría hecho las delicias de Umberto Eco. ¿Pero cual es el resultado final? Hay que valorarlo a tres niveles. Por un lado tenemos el libro como objeto y aquí hay que aplaudir sin reservas. La edición es espectacul­ar, no recuerdo haber visto algo tan exquisito y lleno de sorpresas desde los gloriosos números de la revista Poesía que dirigía Gonzalo Armero y diseñaba Diego Lara. En cuanto a la lectura, hay un par de peros: la enrevesada trama tiene algunos altibajos y sobre todo la propuesta resulta endiablada­mente ardua de leer, porque el lector tiene que intentar no perder el hilo de la narración, sin dejar de atender a la conversaci­ón escrita en los márgenes entre los dos lectores. Muy cómodo no es. Y por último: como juego literario, como pirueta, es sin duda ingeniosís­imo. ¿Estamos ante un Lost literario?

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Bodegón con el ejemplar del libro y algunos de los documentos que contiene
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El cineasta J.J. Abrams (derecha) y el novelista Doug Dorst

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