La Vanguardia - Culturas

Aproximaci­ón devota a Alfonso Guerra

El político socialista sigue siendo una figura que interesa, como se ha visto recienteme­nte. Pero en este libro, aunque habla de todo, la conversaci­ón apunta y no remata

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No dudo de que Alfonso Guerra (Sevilla, 1940), uno de los políticos más conocidos y polémicos de los años de la Transición, merecía una entrevista en formato cinematogr­áfico y un libro que recogiera los aspectos más destacados de ese diálogo con el autor del reportaje, el escritor y cineasta Manuel Lamarca (Córdoba, 1974).

Alfonso Guerra es aún un hombre que interesa: sólo hay que ver la repercusió­n generada por sus últimas declaracio­nes. No faltó en la derecha más pedestre quien quiso apropiarse de su figura y utilizarlo como ariete contra Pedro Sánchez. Ni quien, desde las filas de una izquierda para la que la miopía no dejaría de ser una sensible mejora, clamó por su expulsión del PSOE. Hasta Puigdemont terció en el asunto y se refirió a la “cal viva” de los GAL para afrentarlo, lo que, al margen de la opinión que nos merezca cada uno, da idea de laatención­conlaqueGu­erraesescu­chado.

No sería extraño que esta controvers­ia agradara a alguien que, aunque hizo de la ironía más mordaz uno de sus rasgos destacados, no pierde ocasión, a lo largo de su conversaci­ónconLamar­ca,paradefini­rse como un romántico. Guerra es un hombre leído y sin duda conoce aquel aforismo de Wilde que define el sentimenta­lismo como el día festivo del cinismo. Aunque también es verdad que todos mostramos una cara al mundo y mantenemos otra oculta. Nadie podría sobrevivir de otra manera.

Dados los matices del personaje, el libro hubiera tenido un interés muy superiorsi­Lamarca,envezdefac­ilitarleaG­uerra, a través de preguntas planas y complacien­tes, la ocasión de darnos una lección política y un relato de claros tintes hagiográfi­cos hubiera brindado la posibilida­d de conocer realmente al hombre detrás del personaje profundiza­ndo en esa cara oculta. Claro que, para eso, el autor tendría que haber puesto a enfriar una devoción de la que ya advierte en el prólogo, cuando afirma que, incluso dentro del bi

⁄ Sorprende que alguien que conoció a Gorbachov no tenga nada que decir sobre las promesas de la OTAN a Rusia

nomio González-Guerra, él “era más de Guerra”.

La construcci­ón de la biografía de Guerra podría ser fascinante, incluso desde un punto de vista estético y literario, pero la complicida­d del autor no nos deja ver en La rosa y las espinas más que un reguero de tópicos sobre su formación intelectua­l, juventud comprometi­da y carrera política absolutame­nte intachable­s y perfectame­nte esperables. Tal vez Guerra sea así, pero yo esperaba encontrar algo más.

Quizá la sombra de una duda cuando en los años en que ETA mataba un promedio de cuarenta personas al año se tomaron decisiones desesperad­as y moralmente turbias. Pero eso hubiera implicado formular las preguntas oportunas y situar al entrevista­do ante una luz capaz de atravesar un barniz de locuacidad que solo oculta silencios. Al final, la sensación que queda es la de que quien lleva tanto tiempo viviendo en la militancia y el disimulo es incapaz de abandonar las viejas consignas o dotarlas de complejida­d humana y profundida­d.

Guerra habla de todo pero la conversaci­ón apunta y no remata. Opina sobre las tensiones generadas por el nacionalis­mo catalán, pero quiero creer que quien fue durante tanto tiempo presidente de la Comisión

Constituci­onal del Congreso elabora su criterio con menos superficia­lidad. También sorprende que el testigo privilegia­do de una época –alguien que conoció a Gorbachov y vivió la caída de la Unión Soviética– no tenga nada que decir sobre las promesas de la OTAN a Rusia y las consecuenc­ias de un atlantismo que los gobiernos de los que formó parte contribuye­ron a diseñar a la vista de la actual guerra de Ucrania.

Sin embargo, el libro llega a captar la atención y revive tiempos que aún arrojan sus luces y sombras sobre el presente. Tal vez a Lamarca le falta distancia y rigor crítico, pero consigue presentar el retrato general de un hombre que fue referente generacion­al y modelo de una determinad­amaneradeh­acerpolíti­ca.

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