Entre Pontevedra y Madrid
Manuel Jabois combina en ‘Mirafiori’ la reflexión sobre el amor con folklorismo y costumbrismo
Después de leer Mirafiori, no es difícil imaginar a un Manuel Jabois adolescente, y también veinteañero, con un ejemplar de Alfaguara metido siempre en la mochila.
Porque este escritor gallego (Sanxenxo, 1978) afincado en Madrid –y convertido en una de las estrellas del columnismo patrio, principalmente por los artículos que publica en El País y las alocuciones que hace en la cadena Ser– es el heredero perfecto de aquella escudería de finales de los años 80 y principios de los años 90 que publicaba –o acabó publicando– en la editorial antes citada: Bernardo Atxaga, Manuel Rivas, Luis Mateo Díez, Julio Llamazares y otros autores salidos del noroeste peninsular que supieron dotar a la prosa de un nescio quid lo suficientemente poético como para cautivar a toda una generación de lectores.
Ahora regresa a las librerías con Mirafiori, una novela ambientada precisamente en aquella Pontevedra de finales de los 90 y en este Madrid de principios de los 20. Entre esos dos escenarios discurre una historia que zigzaguea en el tiempo y que tiene como protagonistas a un hombre (el narrador) y a una mujer que, durante la juventud, estuvieron perdidamente enamorados, pero que la vida adulta les separó entre otros motivos por el éxito laboral de uno y el fracaso vital del otro.
El relato, pues, enmascara una reflexión sobre el destino de los romances que parecen destinados a perdurarse in aeternum y que, sin embargo, caducan con la misma facilidad que el resto.
Como curiosidad argumental, vale la pena destacar aquí que la protagonista, Valentina, tiene la facultad de ver fantasmas, circunstancia que de alguna manera desvela la tesis central de la novela: las ex parejas son como los espectros, seres del pasado que o bien se resisten a desaparecer, o bien no dejamos marchar.
Por otra parte, hay en la novela un folklorismo gallego y un costumbrismo madrileño más que evidentes. El primero encuentra su punto de anclaje en la continua mención a los asuntos de ultratumba que tanto se suelen vincular a aquella comunidad, y se aposenta también en la inclusión de diálogos en lengua autóctona.
El costumbrismo madrileño hace acto de presencia en el argumento cuando los protagonistas se mudan a la capital a la búsqueda de un futuro profesional y, especialmente, cuando el narrador se pierde entre las mesas de los bares que tanto le gusta frecuentar y que tantos palos acabarán poniendo a las ruedas de su carro laboral.
Según ha declarado el autor en alguna entrevista, Mirafiori cierra la trilogía iniciada con Malahierba (Alfaguara, 2019), historia de iniciación protagonizada por un niño de diez años, y continuada con Miss Marte (Alfaguara, 2021), indagación del pasado con tintes de novela negra.
Pero lo cierto es que las tres obras no guardan demasiada relación entre sí, excepción hecha de cierta tendencia a la nostalgia, a los escenarios gallegos y a los títulos que empiezan por la letra eme. Eso sin olvidar el gran denominador común: el tributo a la narrativa de ayer.