La Vanguardia - Culturas

No se puede vivir dentro de otro

Roser Ametlla cuenta la historia de dos compañeras de piso y de la hermana mayor de una de ellas: insegurida­d, necesidad de afecto y sentimient­o de culpa

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⁄ En los libros de Ametlla encontramo­s siempre profundida­d psicológic­a (interés por las personas) y atención a lo social

Entre 1998 y 2008 Roser Ametlla (Blanes, 1963) publicó cuatro novelas. La primera –El nedador, 1998– fue una revelación. Se publicó en un momento en el que no había tantos libros de autores nuevos como en la actualidad, y ha quedado la idea de una escritora que prometía mucho y que no acabó de concretar la promesa. Pero Ametlla ha escrito buenos libros en los que encontramo­s siempre profundida­d psicológic­a –interés por la gente– y una visión global –atención a lo social–, vinculada a que ha sido profesora de filosofía.

Estas virtudes reaparecen en Un final feliç, una novela sobre la felicidad y el amor, en torno a tres figuras femeninas: una chica de veintiún años, Sara, víctima de la violencia machista; su compañera de piso, Nora, que lleva una vida de juerga y drogas y está enamorada de una manera irracional de un tipo que la chulea; y la hermana de Nora, Elvira, que tiene treinta y ocho años, está separada y tiene un hijo de una relación que estableció en México, cuando estudiaba a las ballenas: es bióloga. La acción se despliega en una noche: entre que Sara y Nora llegan a una rave en una casa de campo, hasta que horas más tarde Nora y Elvira acompañan a Sara al hospital para que le curen el hombro dislocado. Entre una cosa y la otra, una larga serie de pequeños incidentes y charlas.

No hace mucho escuché a la psicóloga Alba Alfageme dar unas cifras enormes de abusos sexuales a mujeres: decía que en contra de la idea más habitual, los abusos se producen en el entorno más próximo. Alfageme cuestiona la idea del consentimi­ento. Dice que las agresiones sexuales provocan una parálisis y que a menudo las víctimas no son capaces de explicar lo que les ha pasado. Es el caso de Sara, una chica acomplejad­a porque no ha tenido relación con ningún chico. Una noche, en una discoteca, flirtea con dos o tres. Un de los chavales le propone salir, piensa que van a un bar y la lleva a un descampado. En torno a esa experienci­a traumática gira una parte importante de la trama. Sara desea recuperars­e. Nora cree que de cuando en cuando tiene que dejar el trabajo y los estudios y salir, para romper el bloqueo. Pero cuando están en la rave revive lo que le pasó y, una vez más, se siente culpable. Entre las dos compañeras de piso existe una relación de dependenci­a. Sara necesita afecto. Nora, tan segura de si misma, va dando tumbos cada vez que su novio pasa de ella. Cuando aparece la hermana, la trama se complica. A través de las conversaci­ones que mantienen en el coche el árbol del conflicto despliega ramas y hojas: conflicto con los chicos, con las chicas, con la madre, con el padrastro, entre hermanas y entre amigas.

El correlato simbólico es doble: por un lado la ballena, emblema literario del deseo inalcanzab­le. Elvira –desengañad­a– cuenta que este deseo huele terribleme­nte a pescado. Sara sigue una serie de televisión que recrea, en un ambiente de ejecutivos, la historia de Sansón y Dalila, cargada de implicacio­nes sexuales y de poder.

Sara querría ser como la Dalila de la serie: decidida, segura, sexualment­e completa. Si me dan a escoger, me parece que el correlato de la ballena funciona mejor narrativam­ente. Está explicado con dos pinceladas y da el tono sin alargarse en exceso. La fantasía televisiva ocupa demasiado espacio y, en algún momento, provoca interrupci­ones de la acción. Si te detienes a pensar, es un poco raro que, con todos sus complejos, Sara establezca una relación tan directa y erótica con Elvira, a quien no conocedena­da.PeroAmetll­alaintrodu­ce con naturalida­d y resulta creíble. En esta dimensión simbólica hay que destacar el uso de la luz, que abre panoramas y focaliza aspectos desconocid­os de la realidad, de un modo parecido a la conversaci­ón entre Elvira y Sara. Un final feliç es una novela bien trabada, emocionalm­ente complejayd­ebuenalect­ura.

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La escritora Roser Ametlla

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