El arte de la narrativa personal
Vivian Gornick analiza qué permite distinguir una obra literaria de un mero testimonio
Naturalmente, mucho antes de que se acuñara el término “autoficción” ya existía la narrativa personal, ese género donde el escritor no recurre a la ficción para abordar el tema que desea tratar sino que indaga en su propia historia. Saludada al principioconentusiasmocomosisetratara de un género netamente contemporáneo, últimamente se la critica por carente de imaginación y una cierta inflación, cuando quizá el problema resida en que conviene no confundir una obra de narrativa personal con el mero testimonio, la fábula o el autoanálisis. Aun así, la narrativa personal nunca ha gozado del prestigio de ficción, por bien que lo que escribieran Sebald o Proust se acerque más a las memorias que a la novela.
¿Qué es entonces lo que permite distinguir una obra de carácter literario de un mero testimonio? O, desde la óptica del autor, ¿cómo extraer de la propia experiencia vital una historia que merezca ser contada, que aporte algo de sabiduría y goce al lector? Estas son algunas de las cuestiones que aborda Vivian Gornick (Nueva York, 1935) en La situación y la historia, excelente libro donde una de las referentes del género expone su magisterio a partir de su lectura de autores como Oscar Wilde, Joan Didion, James Baldwin, W. G. Sebald o Marguerite Duras.
Para la autora de las memorias Apegos feroces o el ensayo autobiográfico La mujer singular y la ciudad, la clave tiene mucho que ver con la construcción del narrador, un sujeto “portador de verdad” que es y no es el propio autor. Ese sujeto es un yo mediado por la voz narrativa, una voz que adopta la distancia necesaria respecto al asunto que aborda como para involucrarse sin hundirse en el torbellino de la emoción, hallando en el proceso la comprensión y el tono. La distancia respecto a la situación que se aborda es, por tanto, un segundo elemento clave en la narrativa personal y es la que permite justamente al autor trascender “la situación” (el contexto, las circunstancias, incluso la trama o el suceso en sí) para acceder a “la historia”: la experiencia personal y emocional imbricada en los hechos, la sabiduría, el discernimiento del propio yo narrador; el encuentro con él. Y es que “penetrar en lo conocido no es en absoluto un hecho consumado. Más bien al contrario, es una labor ardua, muy ardua”, advierte.
Surgido al hilo de las clases que ha impartido en cursos y talleres de escritura, Gornick brinda en este libro toda su sabiduría como escritora y, más importante incluso, como lectora, revelándose como una extraordinaria analista y crítica. Y es que si bien no es posible “enseñar” a escribir, “sí es posible enseñar a leer, a formarse un juicio sobre un escrito: tanto sobre los propios como sobre los ajenos”. A formular(se) las preguntas adecuadas. Imprescindible.