Como un tigre de almohadilladas garras
Lluís Muntada regresa después de trece años con un libro de cuentos sobre la soledad y el desamor, una obra de madurez con la excepcionalidad de un triple LP
Julià Guillamon
Al margen del circuito de las grandes editoriales, en un sello local de prestigio, ha vuelto Lluís Muntada (Riudellots de la Selva, 1964). Fue una de las jóvenes promesas de la editorial gerundense el Pont de Pedra (junto a Pujol i Coll y Pagès Jordà): allí publicó Espirals (1989). Y uno de los autores de las Edicions Proa de la etapa Oriol Izquierdo, que creó un sello alternativo –la colección Beta–, para publicar autores jóvenes, al margen de los libros naranja de A tot vent, que pecaban de envaramiento. Allí salió Canvi d’agulles (2002): la renovación la impulsaban los chavales. En el 2010, ahora sí en los libros naranja, publicó L’elegància del número zero, un título que puede entenderse como la afirmación de un carácter. Muchos personajes de Muntada son lo que se conocía popularmente como un cero a la izquierda: irrelevantes y sin peso. Han pensado tanto en su situación y se conocen tan bien, que lo han convertido en un dandismo: gastan una falta de color sofisticada y psicológicamente llena. Después de trece años, Els dies previs tiene la excepcionalidad de un triple LP: es un libro de cuentos de doscientas cincuenta páginas, del formato grande: una obra de madurez.
Muntada procede de un mundo en el que la autoficción estaba muy mal vista. Los escritores inventaban historias que pasaban a personajes que hablaban en primera persona, sin revelarnos su nombre. Cuando la historia estaba escrita en tercera persona se llamaban Quim o Antonio. Si se incorporaban a la trama elementos de la propia biografía se disimulaban al máximo. No pensabas nunca que estabas leyendo una historia que tenía que ver con el autor, y aún menos que el protagonista era un alter ego de quien firmaba el libro. Existía una distancia, subrayada por la naturaleza de las historias, que tendían a la abstracción. Por ejemplo: un chico entra en un piso, aprovecha la línea telefónica, le llaman pensando que se trata de un club de tenis, empieza a repartir horas y pistas, a causa de esta gamberrada despiden a la chica que trabajaba en el club, se conocen, etcétera. A través de la ficción, Muntada transmite una psicología: timidez atrevida y bondadoso estupor. La trama habla de la búsqueda del equilibrio: un gesto desinteresado permite cubrir la grieta que separa a los personajes del mundo.
Para conseguir distancia, el autor se pone en la piel de un conferenciante que asiste a un congreso sobre Kafka, de un payaso que pasa por Eurodisney y termina en el papel de Santo Cristo en el parque temático religioso Holy Land. Es una literatura hipotética, con pinceladas de humor, alejada de la continua declamación del yo de tantos libros actuales. Muntada crea un escenario, una situación, unos personajes, y los pone en juego para explicar la soledad, el desamor, las falsas expectativas: un visión paradójica y resignada de las cosas. Si el protagonista es un profesor que se enamora de una alumna, la chica se parece a su gran amor perdido y sabe que algún día le dirá que aunque le parezca que va ganando no podrá ver la victoria final. Si es un joven escritor que dedica su primero libro a una compañera de clase que le gusta, el libro acaba en el rastro y él lo encuentra.
En medio del naufragio de la masculinidad que Muntada retrata con tristeza e ironía, destacan dos cuentos encadenados sobre una chica que se va a Australia: al hermano que la adora no se lo dicen hasta que ya se ha ido, después, cuando muere de accidente la familia va a recoger sus cosas, hay unas fotos que se tienen que salvar. Me ha recordado el papel de la hermana en Noruega de Rafa Lahuerta, tan bien dibujado. Son dos cuentos escritos desde la emoción que hablan de intangibles: ausencia, pérdida, libertad y recuerdo. Els dies previs del título alude también a ese sentimiento: el intangible del no llegar a saber, de no alcanzar a sospechar, de ser incapaz de imaginar. Cuando las cosas se materializan, por felices o dramáticas quesean,sevuelvengrises.Lavidaacecha –dice Muntada en una imagen gloriosa– comountigredealmohadilladasgarras.