La Vanguardia - Culturas

‘Perfect days’, trascenden­cia y belleza en Tokio

El director alemán viaja a Japón para dictar una lección de cine sobre cómo hallar la felicidad en la cotidianid­ad de las cosas pequeñas

- M ur c o B ch

⁄ El guion sigue la vida de un limpiador de lavabos; y con tan poco construye un largometra­je bellísimo

“Tambiénaqu­íhabitanlo­sdioses”,lesdijo Heráclito a unos viajeros que venían a visitar al gran filósofo y se quedaron perplejos al encontrárs­elo no concentrad­o en su trabajo sino calentándo­se junto a un horno de panadero. La anécdota la recogió Aristótele­s y la glosa Heidegger en su Carta sobre el humanismo. Sí, también en lo más cotidiano está la trascenden­cia, si uno sabe buscarla; sí, también en lo más nimio anida la belleza, si el ojo sabe cómo mirar. En Perfect days (se estrena en salas el 12 de enero), su película más redonda en décadas, Wim Wenders (Düsseldorf, 1945) ha encontrado la trascenden­cia y la belleza en las calles de Tokio. Una cinta preciosa que apenas cuenta nada, pero contiene un mundo.

El origen del proyecto es tan curioso que merece contarse: los japoneses habían encargado diversos lavabos públicos de variados diseños vanguardis­tas para las olimpiadas de Tokio. Con los retrasos de la pandemia, esta original apuesta arquitectó­nica corría el peligro de quedar olvidada. Takuma Takasaki, amigo de Wenders –y productor y coguionist­a de la película– lo invitó a visitarlo en Tokio para ver esos lavabos. Tal vez darían para una serie fotográfic­a (el cineasta es también un muy notable fotógrafo) o para un documental. Wenders vio los lavabos y dijo que ni fotos ni documental, que iban a hacer un largometra­je de ficción entorno a ellos. El argumento, resumido de forma pedestre, es el siguiente: un hombre solitario dedica sus rutinarias jornadas laborales a desplazars­e de un lavabo a otro en una pequeña furgoneta para limpiarlos. ¿Se puede hacer un largometra­je bellísimo y trascenden­te con semejante historia? La respuesta corta es: sí.

Hirayama, el limpiador de lavabos de Perfect days, vive solo de forma muy austera, habla poco, observa mucho, lee libros en ediciones baratas de bolsillo, escucha música analógica en vetustos casetes durante sus trayectos y cada día de su vida sigue una metódica sucesión de rutinas, que se inicia cuando sale de casa, mira al cielo y sonríe. No está ni rebotado ni alienado por su trabajo, no solo no le parece humillante, sino que lo realiza a conciencia, como un entregado servicio a los demás. No le ha sido impuesto, lo eligió él como parte de una serie de decisiones personales cuyos motivos apenas entrevemos a través de su sobrina y su hermana. Vive con muy poco y es feliz.

⁄ A sus 78 años, Wenders nos regala dos horas mágicas en las que apenas pasa nada y sin embargo pasa todo: la vida misma

⁄ ‘Perfect days’ es también la culminació­n del prolongado amor del cineasta por el Japón, ya reflejado en otras obras

⁄ Otros cineastas han indagado en la esencia de la felicidad: Malick, Jarmusch, Kim Ki-duk, Erice, Ozu...

Hirayama le da vida el veterano actor japonés Kôji Yakusho, merecidísi­mo premio a la mejor interpreta­ción en el pasado Festival de Cannes, porque sin apenas hablar, sin apenas mover un músculo facial, insufla vida y matices a este personaje callado y contemplat­ivo.

La película reitera sus ritos cotidianos: la lata de café matutina que saca de una máquina de vending, la comida en un garito anodino de un mercado subterráne­o, la visita a la lavandería, a los baños públicos tradiciona­les, ya solo frecuentad­os por ancianos…Omnipresen­te, el otro protagonis­ta: la metrópolis de Tokio, una ciudad de redes viarias infinitas, en medio de cuyo caos hay pequeños remansos de paz en forma de parques.

El desarrollo narrativo es mínimo; de hecho, el guion era muy esquemátic­o y se improvisó mucho. El relato avanza por acumulació­n de pequeñísim­os detalles, de mínimos gestos, de fugaces encuentros: Hirayama recoge brotes de futuros árboles en los parques y los mima en pequeños tiestos de papel en su casa; ayuda a un niño perdido y recibe la recompensa de su sonrisa; cuando almuerza en un banco del parque se topa siempre con unamujerqu­ecomeensil­encio;contempla el cielo y fotografía las ramas de los árboles en analógico, después lleva a revelar el carrete y guarda en una caja las imágenes que decide no romper: instantes preservado­s. Las cintas que escucha a lo largo de la película son la banda sonora ideal de Wenders: temas de Van Morrison, Patti Smith, The Animals, los Rolling Stones, la Velvet Undergroud, Otis Reding, los Kinks, James Brown… y, claro, el Perfect Day de Lou Reed.

El protagonis­ta interactúa con su joven y alelado ayudante en el trabajo, con la novia de este, con su sobrina que se ha fugado de casa, con la librera que le hace recomendac­iones literarias y con la dueña de una minúscula taberna. A través de esta última conocerá un personaje con el que, en una de las prodigiosa­s escenas finales, jugará a pisarse las sombras, un eco de la infancia que nos habla de la fuA gacidad del tiempo y de los instantes de felicidad.

Wenders, que en los años setenta y ochenta del pasado siglo era un peso pesado que encadenaba obras mayores –En el curso del tiempo, El amigo americano, París, Texas, El cielo sobre Berlín– entró después es una prolongada fase errática en la que, salvo algunos documental­es y alguna obra de ficción razonable como Lisbon story (que tiene más de un punto de contacto con Perfect days), parecía haber perdido el norte. Con esta nueva película demuestra estar en plena forma a sus setenta y ocho años. Nos regala dos horas mágicas en las que apenas pasa nada y sin embargo pasa todo: la vida misma. Parece sencillo, pero no lo es. Conseguir mantener al espectador clavado en su butaca con tan poco es dificilísi­mo, algo solo al alcance de un maestro.

Perfect days es una obra sobre la contemplac­ión de la belleza que nos espera agazapada en cada esquina si todavía sabemos mirar, sobre la poesía que anida en lo cotidiano. Sobre un hombre que ha decidido soltar lastre y vivir con muy poco, disfrutand­o de las pequeñas cosas. Y de este modo ha alcanzado la felicidad. Wenders ha filmado una película zen. La culminació­n de su prolongado amor por Japón. Si quieren empezar bien el año, noselapier­dan. /

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 ?? ?? A la izquierda, un f t grama de ‘Perfe t days’, pelí ula pr tag nizada p r un pers naje que vive n muy p y es feliz
A la izquierda, un f t grama de ‘Perfe t days’, pelí ula pr tag nizada p r un pers naje que vive n muy p y es feliz
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F t grama de ‘Perfe t days’. L s lavab syl s bañ s públi s s n es enari s muy presentes en la pelí ula
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A l izquierd un retr to reciente del director lemán Wim Wenders

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