La Vanguardia - Culturas

Los detectives del cosmos

Viajamos a Ginebra para visitar los proyectos científico­s y artísticos del CERN. Lo hacemos tras la inauguraci­ón de su nuevo centro de interpreta­ción, el Science Gateway, y en el 70.º aniversari­o de su nacimiento, cuya celebració­n comienza el 30 de enero

- Jo C

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En un pasillo postapocal­íptico, cuyo techo es recorrido por un grueso tubo de metal, una placa recuerda que aquí se inventó internet. Tras un año de trabajo por separado, en uno de estos despachos se reunieron en 1991 Tim Berners-Lee y Robert Cailliau para liderar el proyecto que llevó a la World Wide Web. De modo que el siglo XX, que nació en la Suiza de Albert Einstein y James Joyce, murió en el mismo país, gracias a ese milagro de la cooperació­n internacio­nal llamado CERN (Centro Europeo para la Investigac­ión Nuclear o Laboratori­o

Europeo de Física de Partículas Elementale­s).

En una de las puertas de este corredor de la nave de Alien hay un letrero de Los Alamos National Laboratory. Se puede decir que el CERN es la antítesis del Proyecto Manhattan. Después de la Segunda Guerra Mundial, en la misma Europa del Tribunal de Nuremberg, se empezó a gestar este proyecto extraterri­torial, que ha impulsado como ningún otro nuestro conocimien­to de lo que, a falta de otro nombre mejor, llamamos realidad.

Aunque estamos geográfica­mente en Suiza, a tiro de piedra de la frontera con Francia, el CERN no está gobernado por ninguno de ambos países. La organizaci­ón la forman veintiún estados miembros que comparten la financiaci­ón y la toma de decisiones, y trabajan con otras veintiocho naciones, que realizan aportacion­es de todo tipo: dinero, talento, materiales, equipos, diplomacia científica.

Hablamos, por tanto, de una comunidad con picos de hasta 15.000 personas, más sus familias, de unas cincuenta nacionalid­ades. La mayoría son relativame­nte jóvenes, pues es un lugar donde se inician muchísimas carreras, pero sólo se consolida el veinte por ciento de ellas, las de una elite de científico­s brillantes, extraordin­arios. No me extraña conversar, en un único día, con siete personas de siete países distintos. Su esperanto no es tanto el inglés como la física. Y el arte contemporá­neo se ha convertido en un interfaz muy efectivo para que el resto del mundo pueda acceder a esa fascinante conversaci­ón.

Arts at CERN

Helga Timko es música y le encanta escribir. Además, es física acelerador­a, experta en diseño de escenarios operativos de alta intensidad. Forma parte del consejo de asesores culturales de Arts at CERN, el departamen­to que impulsa desde el 2011 el diálogo

entre artistas y científico­s en el interior delmayorla­boratoriod­efísicadel­mundo. Junto con otros investigad­ores (como Frédérick Bordry) y gestores culturales (como Elvira Dyangani Ose o Vicente Todolí), se encarga de selecciona­r a los artistas que recibirán una beca para pasar tres meses en el interior de este laberinto de despachos, pasillos y máquinas de café, auditorios, jardines con artefactos gigantes en desuso, laboratori­os y cajeros automático­s. Y de orientarlo­s, una vez llegan aquí, no sólo físicament­e (existe incluso una app, MapCERN, para no perderse en este frankenste­in de arquitectu­ras), sino también intelectua­lmente, en el ámbito de los últimos descubrimi­entos de la física teórica y experiment­al.

“La física siempre me ha parecido una disciplina muy cercana a la filosofía”, me cuentaconv­ozygestoss­uaves,elpelomuy largo, derramado sobre la mesa: “Y me gusta hablar con artistas porque me obligan a replantear­me todo lo que sé, pues vemos de maneras muy diferentes los mismos conceptos”. Recuerda el día en que la artista holandesa Rosa Menkman (que se define a sí misma como “experta en cíclopes y arcoíris”, “teórica de la resolución” y “arqueóloga de los medios desde el futuro”) le dijo que estaba interesada en las resolucion­es, porque es un tema que a Timko la obsesiona desde niña: “Mi profesora de ciencias me dijo que el átomo no se podía ver con el ojo desnudo, porque la luz lo destruye, y a eso nos dedicamos en el CERN: a construir artefactos para ver lo diminuto”. Uno aquí entiende la amplitud del espectro de escalas que atraviesan nuestra percepción del mundo.

“Nuestro trabajo es muy parecido al de un detective”, comenta en la misma sala de reuniones, en algún rincón del mismo laberinto, la física de partículas argentina Tamara Vázquez Schröder, con mayor énfasis vocal: “Cuando hay un fallo en un acelerador, como en ATLAS, es muy difícil localizar el problema y repararlo, pero esa sensación de búsqueda detectives­ca la tienes también en el día a día, pues estás en busca constante de signos de nueva física, en todas esas colisiones de partículas que pasan ante tus ojos”.

Desde que en el 2012 se descubrió el bosón de Higgs, todo ha cambiado en el CERN. Se comprobó entonces que realmente existía la partícula elemental que el británicoP­eterHiggst­eorizóenlo­saños60. Ahora se ven constantem­ente bosones de Higgs. Y se ha invertido la lógica: los físicos experiment­ales buscan fenómenos en las imágenes extraídas de los acelerador­es que los teóricos deberán explicar en el futuro.

“En las conversaci­ones con los artistas sentimos la energía creativa, la suya y la nuestra“, dice Timko. Y añade Vázquez Schröder: “Son muy parecidas a los diálogos que nosotros, los físicos experiment­ales, tenemos con los físicos teóricos, cuando de vez en cuando nos reunimos, en las montañas, para poner conocimien­tos en común”. El mundo de las máquinas más precisasde­lmundoyelm­undodequie­nes, en sus oficinas, todavía piensan con la ayuda de una pizarra: tiene algo hipnótico pasarporde­lantedetod­asesaspuer­tasabierta­s y ver decenas de fórmulas y anotacione­s y dibujos abstractos dibujados en tiza.

Science Gateway

El pasado 7 de octubre se inauguró el nuevo edificio icónico del CERN: el Science Gateway de Renzo Piano, con exposicion­espermanen­tesyespaci­osconsagra­dosa auditorios y talleres educativos. Fue en el 2017 cuando la directora de la institució­n, Fabiola Gianotti, anunció la construcci­ón de ese doble túnel elevado para sellar el compromiso de la comunidad científica con la pedagogía y la transmisió­n de conocimien­to. Sus instalacio­nes multimedia, contrapunt­eadas con objetos históricos y experiment­os interactiv­os, están siempre llenas de estudiante­s y de grupos de turistas. Es un centro de interpreta­ción del CERN, pero también de la realidad entera.

Una de las exposicion­es permanente­s ha sido curada por Arts at CERN y evidencia su rol de intermedia­rio o traductor entre la investigac­ión y la sociedad. Se titula Exploring the unknown. Se pueden ver en ella obras de cuatro colaborado­res habituales del programa: Julius von Bismarck, Chloé Delarue, Ryoji Ikeda y Yunchul Kim. Tienen en común la voluntad de hacer visible lo invisible: el tiempo y el espacio, el vacío cuántico y la materia oscura. A través de geometrías escultóric­as o proyectada­s en pantallas. Tal vez el intento más ambicioso sea el de Von Bismark, que con la escultura cinética Round about four dimensions, en colaboraci­ón con Benjamin Maus, da forma a un hipercubo o teseracto para que podamos escapar durante unos segundos de nuestra imaginació­n tridimensi­onal y atisbar ni más ni menos que la cuarta dimensión. Impresiona ver moverse ese mecano ante nuestros ojos, configuran­dounafigur­acompactay­orgánica, que ya habíamos vislumbrad­o, gracias a Christophe­r Nolan, en Interstell­ar. Pero si en la película aquella figura era remota y futura, en el Science Gateway la ves cercana: puro hoy.

La biblioteca y el archivo

En el CERN hay una pequeña librería en la que se venden tanto obras de divulgació­n para público amateur como los volúmenes y los manuales más avanzados de las ciencias físicas contemporá­neas. Está conectada con una biblioteca de diseño contemporá­neo y luz natural, que contrasta con otras estructura­s arquitectó­nicas de la segunda mitad del siglo XX, como el sótano que acoge el gran archivo.

Los acelerador­es de partículas son mámentales: quinas fotográfic­as colosales. Actualment­e se expone en el centro Georges Pompidou de París el proyecto Capital Image , de la historiado­ra de fotografía Estelle Blaschke y el fotógrafo Armin Linke, que estudialan­uevadinámi­cadeproduc­cióny lectura de imágenes. Tanto la ejecución como la recepción han pasado a ser no humanas. Se generan tantas fotografía­s que sólo los algoritmos pueden evaluarlas y clasificar­las. El proyecto ha estudiado, entre otros dispositiv­os y laboratori­os, los del CERN: las imágenes de la cámara de burbujas Lexan, que desde 1981 ha visualizad­o innumerabl­es partículas subatómica­s.

Durante décadas se revisaron manualment­e esas instantáne­as de partículas elelas fichas, los informes y las fotografía­s están perfectame­nte archivadas. En el mismo espacio –un sótano de película de espías– también se conservan las descripcio­nes de todos los experiment­os que se han realizado aquí durante los últimos cincuenta años. Y las grabacione­s de entrevista­s a físicos que han trabajado en el CERN, una memoria oral que tiene tres niveles de seguridad: algunas se podrán escuchar a los veinte años de su registro; otras, a los cincuenta; pero también hay registros que no se escucharán jamás.

Mientras llega, o no, ese momento, muchos artistas se han interesado en el único archivo personal que se conserva aquí, el de Wolfgang Pauli, premio Nobel de física, paciente de Carl Gustav Jung, interlocut­or de Heisenberg, Oppenheime­r o Einstein. Me emociona ver cartas, manuscrita­s y mecanuscri­tas, del padre de la teoría de la relativida­d. Aquí no sólo te atraviesa la radiación cósmica: también lo hace la historia de la ciencia, en forma de confesione­s, sellos, caligrafía­s.

La digitaliza­ción de las imágenes en el cambio de siglo permitió empezar a automatiza­r su selección, según el valor de la informació­n registrada. Se ha hecho personalme­nte,omediantea­lgoritmosm­atemáticos, hasta que ha empezado a usarse para la criba inteligenc­ia artificial. Lorenzo del Pianta Pérez –de padre florentino y madre valenciana– tras enseñarme la sala de control del experiment­o ATLAS (uno de los siete detectores de partículas del Gran Colisionad­or de Hadrones), me cuenta que él trabaja precisamen­te en la aplicación de IA en esos procesos.

Pero a los físicos teóricos les inquieta que “en el fondo de las redes neuronales haya una zona inaccesibl­e, que no podemos entender” y “desconfían de que depositemo­s en ellas precisamen­te la selección de pistas para descifrar lo que tampoco entendemos”. Que intentemos iluminar una oscuridadc­onotraoscu­ridad.

⁄ “Me gusta hablar con artistas porque me obligan a replantear­me todo lo que sé”, explica la física Helga Timko

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CERN Exteri r de las i stalaci es c el edifici Gl b y la escultura ‘Wa deri g the immeasurab­le’
Jorge Carrión pe o ta y e c to . Su últ ma novela e ‘Memb ana’ (Galax a Gutenbe g) CERN Exteri r de las i stalaci es c el edifici Gl b y la escultura ‘Wa deri g the immeasurab­le’
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CERN CERN Diálogos con la física En las imágenes, detalle del nuevo Science Gateway, del arquitecto Renzo Piano; visita de artistas al Data Center del CERN; ensayo en el LHC (acelerador de partículas) para la pieza de danza contemporá­nea ‘QUANTUM’, bajo una instalació­n lumínica de Julius von Bismarck; y ‘Chroma VII’, de Yunchul Kim, instalació­n de la exposición ‘Exploring the unknown’ en el Science Gateway
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 ?? ?? ⁄ Arts at CERN impulsa desde el 2011 el diálogo entre artistas y científico­s en el mayor laboratori­o de física del mundo
⁄ Arts at CERN impulsa desde el 2011 el diálogo entre artistas y científico­s en el mayor laboratori­o de física del mundo

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