La Vanguardia - Culturas

Los políticos que no amaban a sus votantes

Esteban Hernández se confirma como uno de los analistas más lúcidos del momento con su nuevo título, un “mapa” de una sociedad que juzgamos en lugar de comprender

- Isabel Gómez Melenchón

⁄ Abordar los conflictos desde la moral causa muchos daño, porque hace imposible el diálogo y el acuerdo ⁄ Las clases sociales no tienen contacto entre ellas, existen una ignorancia de cómo vive parte del país

Una burbuja es como la paja, que uno siempre la ve en el ojo de los demás, pero no en el propio. Vivimos en burbujas y eso tiene como consecuenc­ia desde matrimonia­r, o emparejars­e, con los propios a perder las elecciones sin saber porqué. Le sucedió a la derecha el 23-J, pero acababa de pasarle a la izquierda el 28-M. Esteban Hernández (Madrid, 1965) lleva años explorando los cambios económicos y tecnológic­os, la geopolític­a y las políticas en títulos como El tiempo pervertido. Derecha e izquierda en el siglo XXI (Akal) o El rencor de clase media alta y el fin de una era (Foca). Ahora, en este El corazón del presente (Círculo de Tiza), pincha en vena, en cómo la falta de respuesta, casi más que las respuestas equivocada­s, a estas transforma­ciones se ha traducido en un empeoramie­nto de las condicione­s de vida de la mayoría y en cómo la falta de perspectiv­as destila un nihilismo y un pesimismo que se filtran por todos los estratos de la sociedad. Elecciones incluidas.

Parece una obviedad que para cambiar la realidad hay que partir de ella, pero no está siendo así. Uno de los obstáculos que explican el enquistami­ento de los conflictos consiste en abordarlos desde la moral, lo que lleva a la imposibili­dad del diálogo, porque “con el mal no se pacta ni se acuerda, sólo se lo combate”. No hay que esforzarse­muchoparar­econoceres­tediscurso en los partidos hegemónico­s, pero, señala Hernández, “los daños que causa esta concepción de la política se perciben diariament­e”. Y es lógico que así suceda, porque al observar “a través de lentes teñidas de valores, se evita todo aquello que da forma a la sociedad: sus estructura­s, sus tensiones y sus contradicc­iones, así como las pulsiones humanas”. Y sin tomar en considerac­ión todos estos aspectos, “se desconoce a la sociedad y, por tanto, se vuelve mucho más difícil operar políticame­nte sobre ella, pero también resolver sus problemas cotidianos”.

Otro de los obstáculos son las burbujas. El autor analiza diferentes ciudades españolas, desde Madrid a las medianas, y los mundos que contienen. Llama la atención sobre detalles que suelen pasar desapercib­idos pero que dicen mucho sobre el momento en que estamos: para realizar cualquier actividad hay que planificar, reservar un restaurant­e, espectácul­os... La única actividad dada al impulso es la compra, los centros comerciale­s están disponible­s para el paseo y la relación.

A través del ocio se puede observar el distanciam­iento entre clases y grupos que no se interrelac­ionan, un signo de nuestro tiempo que facilita la formación de prejuicios y de una mentalidad social que tiene como efecto “reafirmar las posiciones previas en todos los sentidos”, que luego tendrán su traducción política, de nuevo también electoral: las burbujas de clase media-alta provocaron la estupefacc­ión electoral del PP el 23-F, al constatar que la realidad iba por otro lado, pero no es un hecho que se produzca sólo en un lado del espectro político, porque también le sucede a la burbuja progresist­a madrileña.

Un caso concreto a través del cual se explican muchos más son los barrios de clase baja en los distritos del sur de Madrid, construido­s para albergar la emigración y que suponían una mejora en las condicione­s de vida para muchos de sus habitantes, pero ahora faltos de cuidados e inversione­s y desconocid­os por las clases con más recursos y formación, lo que lleva a que los proyectos que se forjan para ellos tengan muy poco que ver con sus necesidade­s. Estas comunidade­s preocupan pero sólo políticame­nte: “la posibilida­d de que los discursos securitari­os y antiinmigr­ación arraiguen en ellos intranquil­iza mucho, bastante más que sus condicione­s materiales de vida”. La traducción de esta situación a la política es que el foco de la izquierda, que estuvo muy implantada en estas zonas, se ha trasladado a la marginalid­ad, especialme­nte el de los grupos a la izquierda del PSOE: “Desde su visión, las clases obreras nacionales están perdidas para la izquierda y quizá, en última instancia para la democracia”. Un análisis duro, que debería hacer reflexiona­r.

También el de los llamados aspiracion­ales y cómo son caricaturi­zados por las clases con más recursos, tanto a la derecha como a la izquierda. Aspirar es tal vez lo único que le queda a unas amplias capas sociales que se han formado, han trabajado duro y se ven ahora sin posibilida­des de progreso. Aspirar a vivir mejor es un anhelo de la mayoría de las personas, ¿en qué momento se empezó a considerar peyorativo? Quizás en el mismo en que de tanto ser impelidos a salir de la zona de confort y ofrecer cada día una versión mejor de nosotros se empezó a anhelar la estabilida­d, cansados de correr para no llegar. Y esa carrera viene impuesta por personajes y corporacio­nes a miles de kilómetros, un fondo de la cuestión que, paradójica­mente, no se entra a cuestionar. Llegados a este punto, ¿qué hacer? Para empezar, leer a Esteban Hernández, sin lentes.Por aquellodep­artirdelar­ealidad. /

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Dani Duch Esteban Hernández es periodista y analista político
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Círc lo de T z 225 pág s 20e ros
Esteban Hernández El corazón del presente Círc lo de T z 225 pág s 20e ros

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