Los oficios que fuimos
La metamorfosis de los alcornocales donde la protagonista tiene sus raíces como muestra de la destrucción del campo
Álvaro Colomer
En 1961, José Luis Sampedro publicó una novela, El río que nos lleva, que era todo un homenaje a unos profesionales, los gancheros, que desaparecieron cuando la irrupción de los vehículos a motor hizo innecesario el transporte de pilas de tronco a través del cauce de los ríos. Tres décadas después, en 1989, Antonio del Real adaptó aquella novela al cine, con Alfredo Landa como protagonista, y muchos espectadores pudieron ver en pantalla aquello que ya no veían en la calle: el país que fuimos.
Los oficios desaparecen y con ellos nosotros mismos. Llegará un día en que los rederos ya no regresarán a puerto, en que los esquiladores ya no inmovilizarán a las ovejas, en que los alfareros ya no abrirán las piernas ante un torno. Y también llegará el día, tal y como pronostica la escritora vasca Txani Rodríguez en su última novela, La seca, en que los corcheros ya no treparán a los alcornoques…
Txani Rodríguez es hija, nieta, sobrina y prima de corcheros. Nació en Lloido (Álava), pero sus raíces están en la emigración andaluza hacia tierras vascas. De hecho, todavía tiene familia en la provincia de Málaga, cerca de ese territorio mítico de su infancia que es el Parque Natural de los Alcornocales, a donde regresó hace algunos años para escribir un reportaje que después, como ocurre en tantas ocasiones, convirtió en novela.
La seca cuenta la historia de una vasca que viaja junto a su madre a la Málaga de sus veraneos. Las dos mantienen una relación difícil, áspera como el título de historia, y esta escapada habrá de cambiarlas a ambas, aunque sobre todo a la protagonista. Dicha transformación encuentra lógicamente su correlato en un paisaje, el de los alcornocales, que también está sufriendo una metamorfosis. Y es que, igual que ocurría en películas como As bestas, Alcarràs y Suro, esta novela muestra el modo en que el siglo XXI está transformando/ destruyendo el campo.
Las políticas agrarias cortoplacistas están acabando con el Parque Natural de los Alcornocales igual que lo hicieron antes con el Mar Menor y que lo están haciendo con Doñana, y hoy los árboles ceden su espacio al cultivo del aguacate, a las instalaciones de energías renovables y a las centrales hidroeléctricas. Y este cambio socioeconómico produce asimismo una paradoja: quienes quieren salvar las formas de vida tradicionales no son en muchas ocasiones las gentes del campo, que lo único que buscan es asegurar el futuro de sus hijos, sino los veraneantes, que quieren mantener su visión romántica del mundo más allá de las ciudades.
Txani Rodríguez ya abordó la transformación social que supuso la desindustrialización en Los últimos románticos, ficción que mereció el Premio Euskadi de Novela y que pronto llegará a la gran pantalla, y ahora se fija en el desmantelamiento del sector primario a través de una historia que es un homenaje a esos hombres, los corcheros, que “suben a las ramas de los árboles y parecen pájaros gigantes”. Su novela, pues, merece permanecer en los anaqueles centrales de la gran biblioteca de lo que un día fuimos.