La Vanguardia - Culturas

El arte de caminar

- Ant n tu e

⁄ Una película de Albert Naudín recrea las ascensione­s por la montaña de Mossèn Cinto Verdaguer

Aunque el tópico nos dice que la de escritor es una vida sedentaria de mucha silla, también ha habido grandes escritores paseadores. Henry David Thoreau, el padre de la desobedien­cia civil, a quien un joven abogado llamado Gandhi leyó con mucho interés, tiene varios libros relatando sus paseos por los bosques de Maine o Cabo Cod y títulos como Un paseo invernal o Caminar. Thoreau nos dice que “una caminata temprano por la mañana es una bendición para todo el día”.

Robert Walser, uno de los escritores más importante­s en lengua alemana del siglo XX, tiene un libro titulado El paseo. En la última etapa de su vida,

con la salud física y mental deteriorad­as, insistía en caminar. De su último paseo nunca regresó y lo encontraro­n tendido en la nieve.

También ha habido grandes paseadores de asfalto, como Virginia Woolf, a quien le encantaba merodear por las calles de la ciudad y “formar parte de ese inmenso ejército republican­o de vagabundos anónimos”. Grandes científico­s como Niels Bohr o Paul Dirac salían a caminar para resolver las ecuaciones más complejas. Beethoven recorría los bosques de Viena tarareando y escribiend­o sus canciones.

Catalunya es tierra de escritores paseadores, de Josep Pla a Josep Maria Espinàs. Por eso cuando paso por los Cinemas Girona (en la calle Girona de Barcelona) y veo que acaban de estrenar Canigó 1883. La llegenda pirinenca de Jacint Verdaguer, me cuelo dentro. Mossèn Cinto Verdaguer, uno de los grandes escritores de la literatura universal, encontraba inspiració­n para su escritura en las largas caminatas. En sus poemas extensos, intensos y a ratos alucinados, se funde la introspecc­ión y la imaginació­n fantasiosa de un capellán fascinado por la mitología clásica, la videncia y la naturaleza como una entidad sagrada. Fue, hace 150 años, un escritor hipnotizad­o por las crestas de los Pirineos y hay que señalarlo como precursor del actual retorno de la literatura a la naturaleza.

La película de Albert Naudín (la segunda parte del díptico iniciado por Maleïda 1882, estrenada en el 2019) nos lleva a la Cerdanya, el Alt Urgell, el Pallars, la Val d’Aran o la Ribagorça y muestra cómo el capellán poeta, acompañado de un pastor, sube hasta el pico de la montaña del Canigó que dará origen a uno de sus poemarios más célebres. La contemplac­ión de los grandes espacios lo eleva y dispara todas sus ensoñacion­es. En las aguas de los lagos del Cadí ve bailar hadas. Nos dice la voz del actor Lluís Soler (el Verdaguer vell que rememora entre luces y sombras) que en ese viaje, antes de tantos disgustos que le dieron, especialme­nte el obispo, iba “volando a pie. De valle en valle. De cima en cima. Como un vuelo en un carro volador”. Una película de grandes imágenes y tenues susurros.

La Institució de les Lletres Catalanes, muy activa en esta etapa, rinde homenaje a una escritora caminante con la conmemorac­ión del Any Montserrat Vayreda en el centenario de su nacimiento, comisariad­o por la filóloga Anna Maria Velaz Sicart. La poeta ampurdanes­a recorrió durante años los pueblos más recónditos y escribió Els pobles de l’Alt Empordà.

El libro, acompañado de casi un millar de ilustracio­nes de diferentes artistas, estaba descatalog­ado y Edicions Vitel·la pondrá a disposició­n del lector una nueva edición, no tan ilustrada pero más manejable.

La de Vayreda es una literatura que surge de los campos y los senderos. Si Verdaguer miraba hacia las cimas que lo acercaban a lo sagrado, ella observa la vida a ras de suelo. Bien está que la literatura se levante de la silla y eche a andar. Hipócrates, que algo sabía de salud, decía: “Si estás de mal humor sal a caminar. Si todavía estás de mal humor, da otro paseo”.

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Xx Jacint Verdaguer aparece así en una escena de ‘Canigó 1883’
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