La Vanguardia - Culturas

La invasión mundial del artista conocido como Invader

El creador anónimo francés instaló su primer mosaico en París en 1996; ahora tiene 4.000 en 32 países, de los que en Barcelona llegó a haber diecisiete, y ha entrado en los museos. La próxima semana abre su gran exposición en la capital francesa

- ISABEL GÓMEZ MELENCHÓN

La obra del artista conocido como Invader está en todo el mundo y resulta fácil de reconocer: son esos mosaicos coloridos y en sus inicios de pequeño tamaño que salen al encuentro del paseante en paredes, monumentos o postes, extraterre­stres hechos de píxeles que remiten inmediatam­ente a un popular videojuego, pero ahora también personajes de dibujos animados y el cine o reconocibl­es obras de arte. El artista los llama space invaders o invaders, y a sus intervenci­ones, invasiones. En Barcelona llegó a tener hasta diecisiete invasores del espacio en diferentes lugares de la ciudad, de los que solo sobrevive uno: sí, el arte callejero está a la intemperie, y eso no quiere decir solo los elementos, también el vandalismo, las normas legales y ahora los traficante­s: desde que los mosaicos han alcanzado cifras elevadas hay quienes intentan arrancarlo­s para venderlos.

Las calles, y sobre todo las paredes, de París constituye­n un espacio street art friendly, del que han salido creadores como Jef Aérosol, Blek le Rat, Levalet, John

Hamon o el propio Invader, cuyo auténtico nombre el artista siempre ha querido mantener en la sombra. No ha sido posible, en parte por culpa del proceso judicial que sufrió tras realizar una de sus invasiones en Málaga en el 2017. Fue un conflicto con tintes surrealist­as, ya que había sido invitado a instalar sus mosaicos por el Centro de Arte Contemporá­neo de la ciudad; una quincena de estas piezas ocuparon espacios en edificios protegidos, y de ahí vino la denuncia. Finalmente tanto el artista como el entonces director del CAC fueron absueltos: la jueza valoró que los daños a los edificios eran “mínimos” y que los propios mosaicos “son también una obra de arte”.

Invader ofrece muy poca informació­n sobre sí mismo, incluso ahora, cuando dentro de una semana abrirá en París la mayor de sus exposicion­es para celebrar su mosaico número 1.500 en la ciudad. Allí, en el área metropolit­ana de la capital francesa, nació en 1969; tras estudiar en la prestigios­a École des BeauxArts e influencia­do por el punk y la tecnología probó diferentes actividade­s, desde interactua­r con un virus informátic­o, al que llamaba VNARC o Vous n’Allez Rien Comprendre (No Vais a Entender Nada), a proyectos situacioni­stas y un poco gamberros junto con el grafitero Zevs; eran los años noventa y el arte callejero en todas sus disciplina­s vivía buenos momentos en París.

En la Bastilla se reunían grupos de grafiteros, pero el futuro Invader quería utilizar otras técnicas. Allí, en un callejón que daba a la histórica plaza, colocó su primera pieza en 1996; estaba hecha de azulejos de baño cuadrados que parecían pixeles y representa­ba un marciano del videojuego setentero Space invaders. Era su forma de mostrar la influencia de la tecnología en la vida de las personas, su particular divisa; en un año ya había instalado casi 150 mosaicos por toda la ciudad. Resulta curioso pensar que optó por el anonimato porque sus invasiones son técnicamen­te ilegales mientras que han alcanzado cifras importante­s en las subastas: en el 2019 Sotheby’s vendió por

⁄ El artista francés quiere seguir en el anonimato, para mantener su misterio y tener mayor libertad de actuación ⁄ Los precios de sus obras han llegado tan alto que muchos de sus mosaicos son arrancados para después venderlos

más de un millón de dólares una réplica de Astro Boy, un mosaico que Invader había colocado en Shibuya, Tokio. El original había sido destruido en el 2014 por la Sección de Desarrollo de Ciudad Limpia de la División de Mejora Ambiental sin dar más explicacio­nes.

Frente a la incomprens­ión municipal y de otras instancias, los fans de Invader, más de 600.000 actualment­e sólo en Instagram, tienen muy claro que se trata de arte. Algunas personas lo tienen demasiado claro: el artista se ha visto obligado a utilizar pegamentos cada vez más fuertes para evitar que los space invaders sean arrancados, también utiliza un nuevo proceso de horneado para que, si alguien pretende sacarlos, se deshagan como una galleta. Pero eso no ha detenido a los ladrones que quieren comerciali­zar con ellos: ante la dificultad de arrancarlo­s, los destruyen y luego los recrean con azulejos comprados en cualquier comercio. Un consuelo: en el 2014 el artista creó la aplicación Flash Invaders, que permite a sus fans competir entre sí para localizar sus piezas; pues bien, gracias ello los propios fans se ocupan de localizar y reparar los mosaicos damnificad­os, el propio Invader envía instruccio­nes para lo que denominan “reactivaci­ones”. La aplicación tiene 350.000 usuarios.

En su página web, en la que pide contactar con él por e-mail o por holograma (nosotros elegimos la primera opción), explica que una de las razones para mantener el anonimato es que así puede visitar sus exposicion­es y ver las reacciones del público sin que sepan quién es. Otra razón es la ilegalidad de sus actuacione­s, pero quizás la mayor sea que ha creado un personaje tan reconocibl­e como sus invasores, a pesar o por su secretismo. “Me defino como AVNI, artista vivo no identifica­do, tomé Invader como seudónimo y siempre aparezco enmascarad­o”, explica. Al principio, creaba sus mosaicos y luego buscaba donde colocarlos; eso cambió pronto, y empezó a hacer largos recorridos por las ciudades, encontraba el lugar y luego hacía la pieza que encajara en él, no solo en tamaño. Este cambio fue paralelo a la expansión de sus invasiones a diferentes ciudades y países, hasta llegar a los 32 actuales, a una estación espacial y al fondo del mar. También en paralelo comenzaron las exposicion­es cuando la crítica descubrió que no se trataba solo de marcianito­s.

“Haciendore­ferenciaad­ominiostíp­icamente alejados del arte urbano (desde los videojuego­s hasta la historia del arte antiguo e incluso la cartografí­a), lleva la disciplina a una fase más conceptual y representa la renovación del movimiento”, escribió la comisaria de arte Magda Dan

Un solitario Space Invader en Barcelona ysz en el catálogo de Capitale(s): Sesenta años de arte urbano en París, una muestra que superó todas las expectativ­as el pasado año. También las superó la exposición dedicada a su faceta como Rubikcubis­t, título también de la muestra, en Bruselas en el 2022; el rubikcubis­mo, en el que trabaja desde el 2005, consiste en desarrolla­r todas las obras mediante el famoso cubo de Rubik. Una obra de esta línea de Invader, Rubik James Bond Girl, es la encargada de recibir a los visitantes en el museo MOCO de Barcelona.

Invader documenta detallada y extensamen­te sus “invasiones” en libros de artista editados con mimo. Su exposición parisina tendrá lugar en la antigua sede del diario Libération, donde realizó una invasión en el 2011. La muestra tendrá una parte importante de tipo inmersivo, es la tecnología dando un paso más, tambiénens­usinvasore­spixelados.

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El artista prepara a conciencia sus “invasiones”, visita la ciudad o el lugar antes de diseñar y luego colocar sus “invasores”. Todo el proceso queda documentad­o mediante fotografía­s, bocetos y mapas. Bajo estas líneas, el único “invasor” que queda en Barcelona, en el Casc Antic.
EL ÚLTIMO DE DIECISIETE El artista prepara a conciencia sus “invasiones”, visita la ciudad o el lugar antes de diseñar y luego colocar sus “invasores”. Todo el proceso queda documentad­o mediante fotografía­s, bocetos y mapas. Bajo estas líneas, el único “invasor” que queda en Barcelona, en el Casc Antic.
 ?? ?? Edward Berthelot / Getty
Edward Berthelot / Getty
Edward Berthelot / Getty Edward Berthelot / Getty
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Edward Berthelot / Getty
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Aaron Davidson / Getty
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SOPA Images / Getty
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Jorge Zapata / EFE
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