Una visión vitalista de la cultura
El escritor y biólogo Martí Domínguez aboga por recuperar la pintura del natural –ahora que estamos en una cultura urbana a ultranza–, y lo hace sin complejos
⁄ Hace un canto a la naturaleza desde la óptica de un biólogo humanista que percibe el contexto
Martí Domínguez nos acaba de regalar Del Natural. Una història de la natura en la pintura, III Premi Bones Lletres de ensayo humanístico, publicado por Edicions 62. A primera vista, es un repaso minucioso a la historia de la pintura europea de Giotto hasta Gauguin y Valadon –más un epílogo sobre la actualidad–, que hace hincapié en los puntos de inflexión que a lo largo del siglos han comportado una nueva percepción pictórica de la naturaleza. Pero el autor va más allá y plantea interrogantes sobre la verosimilitud pictórica, los límites entre arte y ciencia, la prioridaddelartistaparageneraremociónpor encima de ser un notario de la realidad, si la pintura copia, interpreta o transforma la naturaleza, es decir, hace una reflexión sobre la percepción de la realidad.
No es la primera vez que Domínguez (Madrid, 1966) escribe sobre la naturaleza. Es un hombre de la naturaleza, un biólogo y un investigador que ha sabido fundir los conocimientos científico y artístico, y la sensibilidad, la ironía y las dotes de escritor. Recordamos, por ejemplo, los artículos del Bestiari, publicados en El Temps, los publicado en este suplemento Cultura/s de La Vanguardia o las novelas dedicadas a Buffon, Goethe o Voltaire. Sin embargo, y esto es clave, en Del Natural aboga por recuperar la pintura del natural, estando como estamos en medio de una cultura urbana a ultranza, y lo hace sin complejos. Quizá porque no es crítico ni historiador del arte hace una defensa poco corriente en el mundo artístico actual, plenamente convencido del valor que tiene hoy esta vía plástica, gráfica o visual. Este es el meollo del libro.
Ha valorado la naturaleza desde joven, estudió Biología y se especializó en entomología, y especialmente en lepidópteros, muy presentes en el ensayo. Sin embargo, al mismo tiempo, tiene un gran conocimiento de la historia del arte y osaríamos decir que parece que haya conocido a los artistas de que habla, porque, además, rezuma literatura, historia, los tratados de los especialistas, e incluso, chismorreos de cada momento, que, tratados con una ironía que no hace daño, nos hacen sonreír más de una vez. Además, el conocimiento le permite enmendar valoraciones de algunos reconocidos historiadores del arte, como Panofsky, Clark o Longhi, vista la imprecisión al identificar elementos de la naturaleza, a menudo clave para entender el sentido de una obra.
“Sin esta naturaleza, tan rica y abundante, tan excepcionalmente conmovedora, a veces magnificente, otras, cruel y dolorosa, la pintura nunca habría podido alcanzar los más altos puntos de excelencia”, dice Domínguez. Y considera que somos una especie privilegiada “porque hemos surgido en un mundo a rebosar de belleza, y eso nos ha permitido, o cuando menos facilitado, ser lo que somos. Es decir, un ser vivo que crea arte”.
Hace un canto a la naturaleza desde la óptica de un biólogo humanista, satisfecho de ser parte importante y afortunada, al ser capaz de percibir el contexto que nos rodea. Es una visión optimista, vitalista. Domínguez es un buen testigo de la simbiosisentrecienciaycultura,yungran observador, que sabe ligar pintura, literatura y ciencia, lejos del error demasiado habitual de diferenciar ciencia y cultura, producto de la especialización perversa de nuestros días. Se acerca a la historia del arte desde una percepción personal amplia y es capaz de crear un vasto panorama. Y no solamente eso, porque el autor conceptualiza y escribe desde los sentidos. Como buen vitalista, se adentra en la pintura a través de todos los sentidos porque para entender la pintura la percepción visual es primordial, pero también el olfato, el oído, el gusto y el tacto nos ayudan a compenetrarnos con la naturaleza.
En resumen, el ensayo es una reflexión sobre cómo mediante la pintura (de la naturaleza) se percibe la realidad y como el artista se debate consigo mismo para poder plasmar aquello que capta y siente. Una lectura estimulante y sutil, que acaba cuando muere Gauguin y nos deja con ganasdecontinuarporelsigloXX.