Estrategias frente a la actualidad
Albert Lladó reivindica la función del filósofo para seguir poniendo en duda las certezas, formulando preguntas que cuestionan las verdades absolutas de nuestro tiempo
Una de las cuestiones centrales de las sociedades modernas es dar valor solo a las cosas que resultan útiles y minusvalorar todas aquellas que la sociedad considera que no lo son. El filósofo italiano Nuccio Ordine hizo una excelente reflexión al respecto en su ensayo La utilidad de lo inútil donde mostraba y demostraba que los escritores y filósofos, con sus observaciones sobre el mundo, transmiten un conocimiento que nos permite activar capacidades y sensibilidades para poder afrontar la complejidad del mundo, siendo muy útiles para vivir.
Elpapelylafunciónquejuegalafilosofía son cuestionados al considerarse que sus enseñanzas no aportan lo suficiente para que las personas puedan responder a losproblemas.Apesardeello,losfilósofos actuales han conseguido mostrar que su utilidad estriba en crear un espacio capaz de ralentizar la velocidad y aceleración sobre las pequeñas y grandes cuestiones que asedian a las personas y las sociedades. Éste es el caso del periodista, novelista y pensador Albert Lladó (Barcelona, 1980, firma habitual de estas páginas).
En su ensayo Contra la actualidad reivindica la función del filósofo como aquel que es capaz de seguir poniendo en duda las certezas, formulando preguntas que cuestionan las verdades absolutas de nuestro tiempo. Lladó afirma: “la obstinación en la pregunta nos obliga a seguir jugando, a seguir deseando, a seguir mirando lúcidamente”. Construye su ensayo en base a formular treinta preguntas que el filósofo no busca tanto contestar para cerrar todas la cuestiones que sugieren, sino para mostrar al lector el camino para recuperar una mirada crítica.
Contra la actualidad debe leerse como un libro de ensayos y tentativas para cuestionar la tiranía de la actualidad, que somete a los ciudadanos a una suerte de realidad sin fisuras, urgente; una actualidad que somete y adiestra su voluntad.
El autor lo expone sin matices: “Si no tenemos nada que decir sobre la actualidad, si únicamente somos convocados para estar a favor o en contra del artefacto realista que se nos ofrece cada día en el mercadeo de noticias, anuncios, nos convertimos en jueces ante un tribunal que nada tiene que ver con nuestro presente, siempre actualizable, siempre vivo, siempre problemático”.
El presente al que debemos retornar nada tiene que ver con la actualidad, que es “una estación de servicio, aislada en su propio vacío, sin carretera de llegada ni de destino”; un presente escindido de la actualidad nos ofrece la oportunidad de oponernos a la burocratización de la vida, recuperar los mecanismos de pensar por nosotros mismos, mostrar nuestras capacidades para abordar las emergencias y no quedar atrapados por las urgencias; nos permite volver a conectar con los acontecimientos de nuestras vidas, no alejarnos del espíritu del tiempo que nos ha tocado vivir y que implica ser contemporáneo.
Algunas preguntas que se plantea, y nosplantea,son:¿Cómoseríaunafilosofía de la emergencia?, ¿Toda crisis es una oportunidad?, ¿Podemos ser, aún, contemporáneos?, ¿Cómo defender la soledad sin miedo a quedarnos solos?, ¿Por qué las humanidades no nos han protegido ante lo inhumano? o ¿Hasta cuando la distopía será el relato hegemónico? Todas
⁄ El presente al que retornar difiere de la actualidad, “una estación de servicio, aislada en su propio vacío”
ellas inciden en la imperiosa necesidad de desconectarnos de la actualidad que debilita, adormece la mirada y la observación de las cosas que son importantes; una actualidad que banaliza las emociones, que destruye el tiempo, que afecta a la privacidad, que nos aleja de nosotros mismos. Son preguntas ensayos, organizados en cuatro capítulos: “Dramaturgias del presente”, “Homo ludens”, “Poética del ahora”, “Mirada y deseo”, que invitan al lector a vivir el presente al margen del consumo de las imágenes que ocupan toda nuestra atención.
Las preguntas que formula Albert Lladó tienen la propiedad de dar forma a un espejo en el que aún somos capaces de reconocernos.