Verano con cadáver
Pablo Maurette novela una idea seudocientífica llevada a límites inconcebibles
El profesor no era un hombre carismático. Era un raro, sí, pero tampoco merecía aparecer muerto en su piso en tan terribles condiciones. Su asesinato contiene animadversión, alevosía, crueldad. Y el o los asesinos buscaban algo. El testigo más fiable es una vecina que vive enfrente, mujer de especiales costumbres. También habrá un joven del barrio. Todo esto ocurre en Buenos Aires, a finales del 2000; hace calor y en el país ocurrirán cosas extrañas, y graves, pero la fiscal solamente piensa en ordenar el contenido de su maleta y en sus inminentes vacaciones.
Pablo Maurette (Buenos Aires, 1979) es guionista cinematográfico, ensayista, profesor de literatura inglesa en la Universidad de Florida. Esto último –los británicos y su ilustre tradición policial– puede que tenga incidencia en su forma de abordar, no tanto el crimen, como la investigación y el empecinamiento.
La trama se despliega, en buena parte, en un encuentro matinal en un café que no tienenadadelotromundo.Peroesellugar donde Silvia Rey –la fiscal a la que acaban de desmantelarle las vacaciones por culpa de ese muerto– y su señor padre desayunan como lo que son, dos solitarios (él viudo, ella divorciada) y discurren cada día con temas cotidianos. O no tanto.
Alguna vez, el padre le enseñó a la hija un peculiar juego de la mente. Interesante ejercicio(queleencantaríaaMàriusSerra) y por el cual el sexo de los patos, por ejemplo –tema de un artículo de revista–, bien puede ayudar a que se deje de dar vueltas sobre lo mismo: las costumbres del profesor, su inclinación a estudios y actividades que incluyen a adolescentes. Todo apunta –y la policía quiere apuntar hacia allí– a un taxiboyquenoaparece por ninguna parte. Pero hay algo más, mucho más. Con esta buena protagonista, ya no hay un solo crimen. La novela trata de una idea pseudocientífica llevada a límites inconcebibles, de la locura dealgunoshecharealidad. Y de cómo una investigadora se enquista, mientras el lector vislumbra otros caminos. Buen asunto.
Pero mejor es el otro,elqueledacentrodegravedadalanovela: el desfile de desprotegidos y desfavorecidos al que la fiscal tiene que asistir. También la descripción socio-cultural del cuerpo policial de Buenos Aires. Apuntes, algunos tangenciales, pero que señalan muy bien a ciertos integrantes de un gremio difícil, muy difícil. En otras palabras, la sociología de la novela –esa pensión en el peor de los barrios, esa gente que malvive–, se lleva muchos puntos en ese verano porteño, allá donde la intriga se resiste.
Silvia Rey tiene madera, como la reciente Penélope de Gianrico Carofiglio. Es inteligente y demuestra una cosa. Los cerebros humanos somos capaces de asociar ideas que, nunca, bajo ningún concepto, deberían acercarse unas a otras. Ni enlospeoressueños.