La Vanguardia - Culturas

Malos gobernante­s de casa bien

Simon Kuper, antiguo alumno de la universida­d de Oxford, brinda un libro que es fino y enervante a la vez, como sus protagonis­tas

- TONI AIRA

Si por la vía empírica hemos convenido que la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos, después de leer Amigocraci­a es inevitable asumir su tesis principal con una máxima parecida: Oxford es el camino más rápido para acceder al poder en Inglaterra. ¿O deberíamos decir que “así lo ha sido” hasta llegar a un presente punto de colapso?

Nos lo argumenta un insider, Simon Kuper (Kampala, 1969), antiguo alumno de esta universida­d que nunca se consideró parte de la casta dominante en aquel ecosistema, entre otras cosas porque así se lo hicieron notar tan solo pisar el campus en los años noventa, a él y al resto de alumnos que no provenían de escuelas privadas y de élite. Las distancias se las marcaban, fruto de “la superiorid­ad espontánea” que respiraban, los que sí respondían a ese patrón. Entre otros, futuros primeros ministros como Boris Johnson o David Cameron.

Ellos tenían contratado desde la cuna el pack premium de los cachorros tories “nacidos para gobernar”, que consistía en educarse de base en Eton, graduarse en Oxford y allí formar parte de la sociedad de debate Oxford Union. De ahí que Kuper defina el Reino Unido como una oxocracia, cosa que hace sin acritud, ya que realmente ese sentimient­o no se deja entrever en su escrito, a pesar de ser implacable en la crítica a su pija clase dirigente.

El libro es un seductor viaje a una Inglaterra que fue, que ya no es, pero que ha querido hacer como que no lo sabía, hasta sus últimas consecuenc­ias. ¿El Brexit habrá sido esa última consecuenc­ia? El autor cree que es, sin duda, la más calamitosa y el cénit de un sistema de poder que durante décadas ha aupado y ha educado en él a individuos que llegaron a creerse los protagonis­tas de aquel Retorno a Brideshead de Evelyn Waugh, que en 1981 tomó forma de exitosa serie de televisión. Aquella serie, más que el libro, dio un aura de glamur camp a los señoritos de Oxford que allí estudiaban en la década de los ochenta y los noventa. Y de esta camada formaría parte Johnson (más que Cameron) junto a otros amigotes que, con él, acabarían configuran­do el núcleo tory pro-Brexit.

Su burbuja de privilegio los convirtió en caricatura de unos jóvenes habituados a ser premiados con parabienes, con buenas notas y con éxito social, por el simple hecho de recrearse en su encanto natural y en una retórica vacía pero efectista, que sería con lo que, pasados los años, envolvería­n la campaña en favor del Brexit. Habían crecido en un entorno que les aseguraba no sufrir nunca las consecuenc­ias negativas de casi nada, que promociona­ba a los oradores más brillantes (como simple ejercicio retórico) y que les hacía añorar la épica de una gloria imperial que sus antepasado­s habían ganado en los campos de batalla.

Así, cuando llegaron al poder, la gestión de lo cotidiano les aburría, los debates en Westminste­r se les quedaban pequeños y les faltaba su Waterloo particular para poder apuntarse una épica victoria como la del Duque de Wellington sobre Napoleón.

Así, decidieron dejar de gobernar (poco y mal) para lanzarse con entusiasmo a arengar a una tropa que estamparon contra las urnas, sin temer las consecuenc­ias. Entre otras cosas, porque sabían que ellos no las sufrirían. Los muros virtuales de su Oxford seguían protegiénd­oles. ¿Hasta entonces? Kuper argumenta por qué así lo cree, en este libro fino y enervante a la vez, como sus protagonis­tas.

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E e s i o/Ge yI ges Una imagen de la Universida­d de Oxford

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