Del casco del Católico a las sillas de Milá
El capacete es un tipo de casco castellano, abierto, con reborde estrecho acabado en punta. Aunque en mis años más jóvenes estudié Historia medieval, confieso que desconocía su existencia hasta que hace poco topé con uno, perfectamente conservado y reluciente, casi a la entrada de la Galería de Colecciones Reales en Madrid. Y me contaron que lo usó Fernando el Católico.
Inaugurada el pasado mes de julio, la Galería ocupa un magnífico edificio de Tuñón/Mansilla adosado al Palacio Real, desde cuya planta superior se divisa el Campo del Moro, la Casa de Campo y la sierra de Guadarrama. Alberga una amplia selección de las decenas de miles de piezas de bellas
artes y artes decorativas reunidas por los reyes de España, o de las Españas (Trastámaras, Austrias y Borbones) desde el siglo XV hasta inicios del XX, y que forman parte de Patrimonio Nacional, es decir, son de titularidad pública. La Galería, ya comentada en estas páginas por Isabel Gómez Melenchón (15/VII/2023), compone el proyecto museístico estatal más destacado abierto en el siglo XXI y lo más parecido que puede encontrarse entre nosotros al Victoria & Albert Museum londinense. Aún puede verse con relativa tranquilidad porque la asistencia no se ha masificado. Dada la cantidad y variedad de propuestas, conviene apuntarse, como hicimos nosotros, al recorrido comentado por guías de la institución.
El capacete del marido de Isabel de Castilla luce una guarnición de latón dorado, con la inscripción “PRAECINGTE VOS ARMATVRAM FIDEI” (Revestíos con la armadura de la fe), mensaje espiritual que equilibraba el obviamente bélico del casco. No mucho más tarde, siguiendo el recorrido, encontramos la armadura del emperador Carlos V en la batalla de Mühlberg, también bruñida y estupenda, con bandas doradas grabadas al aguafuerte. El horror de la guerra ha dejado para la posteridad piezas de artesanía que captan la atención y llevan a meditar sobre la humanidad de quien las vistió.
El recorrido por la Galería ofrece tapices –entre otros, del Bosco–, libros, esculturas, cálices, relicarios, arquetas, consolas, cómodas, cuadros de Durero, Patinir, el Greco, Velázquez o Goya, el testamento de Felipe II, carrozas (hay una negra, de madera de nogal teñida, de Mariana de Austria); sillas de manos (pobres quienes las cargaran), vajillas de porcelana de Sajonia y de las reales fábricas de porcelana, biombos chinos, instrumentos musicales, mesas y butacas ricamente ornamentadas, el dosel y sillón besamanos de María Luisa de Parma... En conjunto, un recorrido por la historia de España a través del mundo del objeto y las costumbres de las élites. Recorrido que llega a abrumar, por el gran peso de esa historia, y un itinerario que repetir, para procesar la inmensidad de información dispuesta.
⁄ La Galería de las Colecciones Reales es una visita obligada y abrumadora; Milá apuesta por la ligereza
Quien sin moverse de Madrid quiera compensar esta visita con otra, también en el campo de las artes aplicadas, que en una medida muy diferente apuesta por la modernidad y la ligereza, hasta el 17 de marzo encuentra en el Centro Fernán Gómez la exposición Miguel Milá. Diseñador (pre) industrial, la más completa dedicada hasta ahora al diseñador barcelonés, con más de 200 piezas, planos y dibujos. Los que leímos su libro Lo esencial o visionamos el documental que le ha dedicado Poldo Pomés ya sabemos que Milá se inició como un “manitas” dispuesto siempre a buscar la solución más práctica, económica y estética a los problemas reales, y su carrera confirma esta filosofía. La exposición comisariada por Claudia Oliva y Gonzalo Milá es una apoteosis del sentido práctico, la ligereza y la belleza, con ejemplos que siguen tan actuales como la lámpara TMM que comercializa Santa & Cole, la silla Salvador o la mesa Altar. Permite además evocar el mundo del diseño barcelonés del último medio siglo. Las de Milá serían inmejorable propuestas para unas colecciones reales de nuestro tiempo,casodequeseactualizaran.