La Vanguardia - Culturas

También vi un perrito

Biografía sentimenta­l, familiar, social y psicológic­a de una autora policiaca

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Rosa Ribas nació en El Prat, Barcelona, en 1963, leyó a Salgari, devoró otras lecturas desde la infancia y desde entonces no paró de leer. Luego decidió ser filóloga. Un día se fue a Alemania y se quedó allí unos treinta años. Qué rápido que una vida puede resumirse, como bien reflexiona ella misma en estas páginas que tanto se agradecen, que se reciben como un inteligent­e y natural regalo en voz, no baja, sino calma. Quien ha oído hablar a esta autora sabe que me refiero a su suavidad en el trato, y en su discurso. Pero también a esa firmeza y asertivida­d que le da el oficio; y una mirada –uy la mirada– con sus señas particular­es.

Ribas –y me sumo al talante de ese profesor que la autora recuerda, de los que llamaban en voz bien alta y por el apellido–, aunque escribe primero a mano y con lápiz, deja un texto en tinta indeleble. Como casualment­e y asociando ideas construye esta biografía sentimenta­l y familiar, social, psicológic­a y extraña. Y no es ella la protagonis­ta, sino su escritura. De modo que este es un libro, también, para lectores interesado­s en lo que se llama la cocina de la creación.

Creadora de la policía alemanoesp­añola Cornelia WeberTejed­or y más tarde de la familia Hernández, detectives del barrio de San Andreu (todos y cada uno con una locura particular), esta vez se va a la trastienda de todo. Y tiene la bondad de reflexiona­r, recordar y asociar hasta definir esa línea de puntos invisibles que hacen que una persona sea lo que es: una escritora personal, directa, aguda y prolífica. La culpable de todo esta obra y de la que vendrá.

Como en el diario de P.D. James que la autora cita, ninguna experienci­a pasada, por inútil que haya parecido, lo es para una novelista. Ni el largo trabajo de parto de su madre, que no terminó hasta que el médico dio la vuelta a la última página de la novela que tenía en la mano (si la novela hubiera sido la de Proust no habría llegado a nacer, bromea). Ni esa miopía que la acompaña para, en sus palabras. “completar el mundo que veo tan mal” Ahí donde la gente ve manchas u hojas secas, Rosa Ribas ve perritos marrones (pero también los he visto yo en estas páginas, y los veo aún). Una de sus novelas: tal vez menos conocida– se llama La detective miope (DeBolsillo), y es un vértigo increíble la forma en que la protagonis­ta pierde dioptrías.

El profesor era algo severo, pero hay que citarlo en su totalidad: “Ribas, seguro que lo que está contando es muy interesant­e: ¿Por qué no lo pone por escrito?”. Y la jovencita charladora Ribas, con sus idiomas a cuestas –el castellano, el alemán, el catalán– emergió de las profundida­des abisales, esas que ahora nos cuenta, nos describe y nos regala, y obedeció.

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224 páginas 18,50 euros
Rosa Ribas Peces abisales Tusquets 224 páginas 18,50 euros

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