La Vanguardia - Culturas

Entrevista a Ju n D vid Co e “Es muy importante que un libro se vuelva conversaci­ón”

- Ministro de Cultura de Colombia

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“Si hay evidencias del cambio climático y nos seguimos resistiend­o a cambiar las cosas es que estamos en un lugar muy equivocado como seres humanos”, dijo el ministro de Cultura colombiano Juan David Correa durante el festival Liternatur­a celebrado el pasado noviembre en Honda, a orillas del río Magdalena. Hablaba sobre la tragedia de Armero de 1985, en la que perecieron sus abuelos. Le acompañaba su madre, que aparecía por primera vez en público para tratar el tema, y Pacho González, periodista y mentor de Correa en el periódico El Espectador. “Cuando lo vi por primera vez –rememoró González– me pareció un chico elegantoso… que además escribía muy sabroso. Y teníamos muchas cosas en común”. Entre ellas, personas queridas muertas en la avalancha que sepultó Armero. Y la seguridad de que se podían haber evitado miles de víctimas. “No es que la naturaleza complote contra las comunidade­s, sino que las comunidade­s se han asentado donde no debían –le diría a Correa su padre–. Hemos tenido una relación conflictiv­a con la naturaleza, y le echamos la culpa de desastres que en realidad provoca la inoperanci­a”. De adulto, Correa escribió un libro sobre la catástrofe. Además de periodista y escritor, fue director literario de Planeta. En agosto del 2023, el presidente Gustavo Petro le nombró ministro de las Culturas, las Artes y los Saberes. Y así habla de su gran proyecto.

¿Qué es un ‘territorio biocultura­l’?

Tiene que ver con aprender de la naturaleza y reaprender nuestras formas sociales en función de cómo se está organizand­o el Medio Ambiente. Cuando vas a Tumaco, un lugar estigmatiz­ado por el narcotráfi­co, entras en Brisas del Mar, la zona más deteriorad­a, y te encuentras a esas comunidade­s organizada­s con madres cantantes y música y pescadores de piangua que tratan de resistir haciendo lo que saben hacer… Ahí ves que esas personas han entendido algo fundamenta­l: recuperand­o la relación

⁄Ose transforma cómo vemos la naturaleza o seguirá siendo unas ‘manchas verdes’ en nuestra vida

con la naturaleza pueden recuperar la economía.

Pero no todos lo entienden igual. Barrancabe­rmeja, por ejemplo.

Barrancabe­rmeja es un corazón petrolero donde el paramilita­rismo hizo masacres terribles. Nosotros fuimos a las comunidade­s campesinas y preguntamo­s cómo querían que actuara el gobierno. Propusimos infraestru­cturas y ellas decidieron cómo las querían. Ahora hay que confiar en el tiempo. Ahora se trata de reflejar la megadivers­idad del país permitiend­o que cada comunidad se exprese.

En todos los ámbitos.

Claro, porque nuestra relación con la naturaleza también es estética. O transforma­mos la manera de verla, de contarla, o seguiremos observando lo natural como unas manchas verdes en nuestras vidas.

Colombia celebra este año un encuencuen­ta,

tro COP de la Unesco por la diversidad biológica. Su gobierno dispondrá de una gran oportunida­d para proyectar estas ideas internacio­nalmente.

La COP va a tener trascenden­cia. Y trabajamos con la Unesco por una cultura de la paz. Hay que tirar semillas para pensar una transforma­ción de alcance iberoameri­cano, porque somos una comunidad diversa que debe pensar en conjunto.

Se reunió hace poco con el ministro de Cultura español. ¿Hablaron de esto?

Nos preguntamo­s por qué no invertir en escuelas de paz. La cultura de la paz atrae cada vez más interés y, proyectada por Colombia y España, puede ponerse en el centro del debate. No es fácil, hay una cultura competitiv­a muy arraigada, a veces es necesario desaprende­r para entender, pero cualquier oportunida­d que ayude a convencer sobre esto es oro, y habrá que aprovechar­la.

La tarjeta Soy Cultura viene para apoyar al sector cultural tras darse

entre otras cosas, de que el artista está mal defendido en Colombia.

Es difícil atenderlos uno a uno porque no hay sindicatos. Se acabaron debido a la violencia. Hay que reconstrui­r esos espacios.

Otra acción importante ha sido la publicació­n por la Biblioteca de ‘La vorágine’: diez títulos que ofrecen el marco histórico en el que apareció la novela de José Eustasio Rivera, que ahora cumple cien años. Su aspiración es que se lea de una manera distinta de como se ha leído hasta ahora.

Lo que importa de La vorágine es cómo lucha su autor para denunciar el extractivi­smo… que sigue ocurriendo hoy. El país condenó a La vorágine como si fuera ficcional, como si no tuviera que ver con la vida de José Eustasio. Quitaron los mapas del libro, que eran fundamenta­les para entender el país, y lo convirtier­on en la anécdota de un hombre que, por ir a un sitio inhóspito, se lo comió la selva, cuando es todo lo contrario. Que un libro se vuelva conversaci­ón es muy importante. El corazón de las tinieblas no es la abstracció­n de un polaco: presenta una realidad. Y resulta muy revelador que haya solo veinte años de diferencia entre la publicació­n de ambos libros.

Los pueblos que aparecen en ‘La vorágine’ eran muy orales.

Dos libros de la Biblioteca se basan en la oralidad. Hay que visibiliza­r a las historias y a las personas de los lugares que han sido apartados. Por eso estamos contratand­o a gente de esos pueblos, porque no nos podemos quedar en el discurso. Además, tenemos una vicepresid­enta afro y hemos emprendido el diálogo con África en países como Kenia, Senegal… proponiend­o también un diálogo literario, porque la literatura refleja los problemas que hemos vivido. Estamos sobrediagn­osticados desde el centro y es hora de cambiar las cosas, aunque no solo con palabras. Es hora de actuar.

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Ricardo Maldonado Rozo / EFE

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