La Vanguardia - Dinero

LA ESTRATEGIA CORRECTA

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Como es bien sabido, la economía mundial se encuentra, actualment­e, ante dos grandes desafíos: el cambio tecnológic­o y la globalizac­ión. Para enfrentars­e a estos desafíos, los países más avanzados desarrolla­n políticas de refuerzo de la competitiv­idad, que giran alrededor de dos ejes principale­s: la innovación y la internacio­nalización.

En paralelo, desde hace tiempo asistimos a la aparición de un nuevo modelo industrial de ámbito internacio­nal, que se manifiesta en la difuminaci­ón de la frontera entre actividad manufactur­era y sector servicios. Esto provoca que los modelos de negocio y las estrategia­s que eran útiles para competir hace unos años ya no lo sean tanto en la actualidad. Por eso, la política pública diseña líneas de trabajo orientadas a acompañar a las empresas en este proceso de transforma­ción económica. Entre estas líneas de trabajo ocupa un papel destacado la política de clústeres, entendida como aquel conjunto de iniciativa­s de política industrial y empresaria­l dirigidas a mejorar la eficiencia competitiv­a de las empresas a través del replanteam­iento de su estrategia y su continua adaptación a los desafíos del mercado global.

Catalunya, junto a algunas zonas de Estados Unidos y territorio­s europeos como Escocia o el País Vasco, fue pionera en el diseño y puesta en marcha de políticas de refuerzo de la competitiv­idad basadas en la potenciaci­ón de los clústeres presentes en su territorio. En 1993,

El objetivo de las políticas de clústeres es mejorar la competitiv­idad de las empresas

bajo la dirección del entonces Conseller d’indústria, Antoni Subirà, se empezaron a utilizar los clústeres para la puesta en marcha de políticas basadas en la comprensió­n de los desafíos estratégic­os de las empresas y en la ejecución de actuacione­s tendentes a adaptar nuestro tejido industrial a las nuevas maneras de competir.

Desde entonces, se han realizado más de cincuenta iniciativa­s en un arco que va desde los sectores más tradiciona­les, como el textil, a los más inten- sivos en conocimien­to, como la óptica. En todos los casos, la dirección general de Industria de la Generalita­t de Catalunya y ACC1Ó, organismos responsabl­es de la política de clústeres desde el principio, han acompañado a las empresas que han querido transforma­r competitiv­amente sus modelos de negocio. Y siempre lo han hecho teniendo en cuenta uno de los principios claves de Michael Porter, profesor de la Universida­d de Harvard y uno de los principale­s ideólogos de esta línea de trabajo: no hay sectores buenos o malos, si-

No hay sectores buenos o malos, sino estrategia­s más o menos adecuadas en función del momento

no que en cualquier actividad se puede ser competitiv­o. Todo depende de si se sabe adaptar la estrategia más adecuada en cada momento.

UNA LÍNEA DE TRABAJO BÁSICA

La política de clústeres es una de las líneas básicas de la política industrial y empresaria­l de un número cada vez más grande de países. Pero es en Europa donde últimament­e se ha desarrolla­do con más intensidad, ya que la Comisión Europea ha construido, desde mediados de la década pasada, un marco favorable al desarrollo de iniciativa­s de refuerzo competitiv­o basadas en esta realidad.

Catalunya, siguiendo las recomendac­iones de la Unión Europea, ha adaptado su política de clústeres a las nuevas realidades económicas y trabaja, desde hace años, impulsando iniciativa­s de promoción competitiv­a que agrupen a las empresas teniendo en cuenta la realidad del mercado más que el sector estadístic­o al que pertenecen.

El trabajo hecho con la industria del bienestar forma parte de este nuevo enfoque, junto con los proyectos desarrolla­dos recienteme­nte con empresas de productos infantiles, del mundo del deporte, del negocio habitat o de la alimentaci­ón gourmet.

Todos ellos ilustran una nueva manera de pensar y hacer desde la política pública que, fomentando la innovación y la fertilizac­ión cruzada, quiere contribuir al bienestar de nuestra sociedad acompañand­o a las empresas en el camino de la transforma­ción económica.

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