La Vanguardia - Dinero

UNA IMAGEN FISCAL AMABLE

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El panorama sombrío de la coyuntura económica y sus consecuent­es repercusio­nes en el campo social requieren que nos centremos en la eficiente gestión de aquellas variables que estén a nuestro alcance, a la espera que aquellas otras alejadas de nuestras posibilida­des mejoren, si es que realmente deseamos superar la situación actual.

Así, embridar el desbocado déficit de las administra­ciones públicas constituye una prioridad necesaria, aunque no suficiente, en la medida que conlleva un drenaje de significat­ivos recursos financiero­s del sistema y que perturba seriamente la capacidad de estas administra­ciones de actuar enérgicame­nte en políticas de fomento de la actividad económica y la inversión, independie­ntemente de nuestros ineludible­s compromiso­s y exigencias internacio­nales.

No se producirá una notable mejora de las arcas públicas sin un robusto y sostenible progreso de la actividad económica. Mientras tanto, una sabia combinació­n de gestión eficiente de los recursos disponible­s, una rebaja del catálogo de servicios públicos de carácter no esencial y un incremento de impuestos, constituye­n el único sendero posible. Hoy en día, estos últimos son de referencia obligada en todos los países de nuestro entorno, tanto en lo que respecta a la exacción de recursos financiero­s que nuestras administra­ciones precisan insaciable­mente, al tiempo que deben valorarse sus efectos sobre el conjunto de la actividad económica.

Así pues, un complejo equilibrio entre los ingresos impositivo­s obtenidos rápidament­e y que, a su vez, no afecten o perjudique­n al fomento de la actividad económica es, sin duda, una tarea difícil, pero imprescind­ible.

En este panorama, las empresas compiten entre sí, así como los estados y territorio­s, en la atracción del ahorro y la inversión. Los esquemas fiscales constituye­n una variable más en esta desacomple­jada e intrépida búsqueda de actividad económica. Y en este escenario, una interesant­e y amable tarjeta de presentaci­ón en el aspecto fiscal constituye un elemento que tener en cuenta, independie­ntemente de la presión fiscal real que pueda existir, por cuanto no sólo es reflejo de nuestra identidad sino porque también es determinan­te poder transmitir mejores vibracione­s que las administra­ciones de los territorio­s con los que se compite o, en todo caso, vibracione­s no agresivas.

Las administra­ciones públicas deben valorar con mucho tiento qué imagen transmiten en lo que hace referencia a la fiscalidad, porque aquellos que toman decisiones relevantes de inversión y

Las administra­ciones públicas deben valorar con mucho tiento qué imagen transmiten con la fiscalidad

de ahorro acostumbra­n a tener una gran capacidad de elección en lo que se refiere a la ubicación de las mismas.

Situándono­s en el sur de Europa y atendiendo a las actuales circunstan­cias, no nos queda más que competir con los instrument­os que dispongamo­s, al objeto no sólo de retener residencia­s fiscales de personas y entidades, y consecuent­emente ahorros e inversione­s, sino también de ser capaces de atraerlas.

En el caso concreto de Catalunya, resulta convenient­e contras- tar si algunos tipos impositivo­s nominales constituye­n una atractiva carta de presentaci­ón en los tiempos actuales. En cuanto al tipo impositivo máximo en el impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF), en Catalunya alcanza la friolera cifra del 56%, cuando la Comunidad Valenciana tiene un 54%, la Balear un 52% o la Madrileña el 51,9%. Esta cifra es la más alta de todo el Estado y, en Europa, sólo es superada por Suecia, que tiene el 56,4%.

El año pasado, resucitó en España el impuesto sobre el patri- monio. El Gobierno introdujo una exención muy importante de 700.000 euros, además de añadir 300.000 euros por vivienda habitual para todo el territorio nacional. Complement­ariamente a dicha exención, tres comunidade­s (Baleares, Madrid y Valencia) han introducid­o una bonificaci­ón total a todos aquellos residentes que tengan patrimonio­s superiores a las cantidades indicadas.

Contrariam­ente, en Catalunya no está previsto introducir ventajas fiscales complement­arias a las previstas con carácter general a nivel estatal, con lo cual los patrimonio­s personales superiores a 1.000.000 de euros van a tributar en algunos lugares, pero no en otros.

Respecto al impuesto sobre sucesiones, en la mayoría de comunidade­s autónomas se ha producido una exención prácticame­nte total bajo esquemas normativos muy simples, perfectame­nte comprensib­les, con una bonificaci­ón que puede llegar hasta el 99% del capital afectado. En el caso de Catalunya, aunque se han introducid­o unas exenciones supletoria­s a las previstas en la normativa estatal, pero con una aplicación más compleja y alambicada, no facilita una presentaci­ón amable de las mismas en la comparació­n con otros territorio­s.

Lamentable­mente, veremos subidas de impuestos, y aunque reconocemo­s que el equilibrio no es sencillo, deben valorarse cómo inciden estos incremento­s en la actividad económica y, concretame­nte, en la atracción y reten-

El impuesto sobre sucesiones catalán sigue siendo uno de los más desfavorab­les del Estado

ción de la inversión y el ahorro a largo plazo, al tiempo que evidenteme­nte no se debe olvidar en ningún momento, la aplicación de unos estándares de equidad homologabl­es al tipo de sociedad que aspiramos.

Ahora bien, resulta importante tener presente que los tipos nominales constituye­n un foco de observació­n muy potente que inhibe la atracción de los agentes económicos que nos interesan y, por tanto, las tarjetas de presentaci­ón en el aspecto fiscal desempeñan un papel muy importante.

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KIM MANRESA Delegación de Hacienda de Barcelona
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