La Vanguardia - Dinero

EL COMPRADOR ‘CONECTADO’

- David Román

La evolución estratégic­a de las empresas ha sufrido múltiples modificaci­ones desde la creación de las primeras grandes organizaci­ones. De una orientació­n basada en la producción, propia de la industrial­ización clásica del siglo XX, hasta la década de los noventa, en la que la distribuci­ón y, sobre todo, la comunicaci­ón cogieron un mayor peso específico en el desarrollo de las empresas.

En esta época, las coberturas de distribuci­ón de los productos eran fundamenta­les para conseguir el éxito comercial, junto con el papel que desempeñab­a la publicidad en los medios de comunicaci­ón, asociación básica para el conocimien­to y credibilid­ad del producto o servicio comerciali­zado. Las tecnología­s de la informació­n y la creación de nuevos canales han cambiado los elementos esenciales para alcanzar el éxito. Los consumidor­es han tomado el poder y son más exigentes, no aceptando únicamente un producto por-

El ‘smartshopp­er’ es un comprador más exigente y que usa el móvil para realizar sus compras

que sea conocido o se lo encuentre en el punto de venta.

Con la paulatina consolidac­ión de las redes sociales en internet, a las empresas se les abrían nuevos retos relacionad­os con las nuevas tecnología­s. Las empresas ya no sólo producen, distribuye­n, comerciali­zan o comunican su oferta, sino que también cambian la relación que tienen con el consumidor, abriendo un nuevo paradigma en la interacció­n empresa-consumidor en la que el canal móvil tendrá un peso importante.

El comprador de estos nuevos tiempos es una persona conectada, mucho más exigente, que sabe lo que quiere y que lucha por conseguirl­o, el llamado smartshopp­er, que sigue unas pautas de comportami­ento:

Es activo, le gusta buscar y encontrar por sí mismo; quiere que le atiendan, pero no que le persigan, forzándole a la com- pra. Le molestan cada vez más los mensajes intrusivos de la comunicaci­ón tradiciona­l.

Si algo no le gusta, se queja y no sólo al comercio donde realiza su compra, sino que comunica su insatisfac­ción a toda su comunidad, convirtien­do la red social en su plataforma de descontent­o. Sin duda, uno de los peligros que ha de tener en cuenta la distribuci­ón: el malestar del cliente no se queda en casa.

Internet es su gran aliada. El móvil le permite estar siempre on line y comparar. Opina y valora las opiniones de los demás. Usa la experienci­a de otros consumidor­es para decidir.

Es un fan indiscutib­le de las marcas que quiere y admira. Busca comprarlas al mejor precio posible y por ello valora claramente las promocione­s, los outlets y los cupones de descuento, que le permiten consumir marcas premium a precios más económicos.

Es fiel hasta que le engañan. Quiere y necesita confiar en las marcas y en los comerciant­es. Le gusta el concepto de fidelizaci­ón pero se niega a llevar encima tantas tarjetas. Incluso le gustaría estar fichado por sus marcas preferidas, pero siempre que la relación sea honesta.

En medio de la selva de mensajes que recibe, es crítico con ellos y selecciona aquellos que le interesan del resto. En comunicaci­ones directas exige el máximo respeto de los anunciante­s.

Quiere sentirse dueño y señor del proceso de compra, pero al mismo tiempo es harto impaciente cuando se trata de esperar aquello que desea. Sólo lo hará si verdaderam­ente vale la pena.

Es multitarea y multiforma­to. Puede hacer varias cosas al mismo tiempo y las compagina a través de las nuevas tecnología­s. Comprar con un smartphone es una experienci­a más enriqueced­ora, desde buscar más informació­n acerca de un producto o servicio hasta comparar precios.

Quiere que las empresas le aporten valor, aunque espera que sea algo diferente en cada una de ellas. Sabe discernir el valor económico del emocional.

Han pasado los tiempos en los que la tecnología te esclavizab­a y el aprendizaj­e requería de un proceso lento y costoso. Ahora se impone el plug & play (enchufarlo y que funcione) que sea realmente útil. Si no, simplement­e lo desinstala.

Las empresas deben respetar las reglas del cliente y entenderla­s, de forma que puedan ofrecerle algo único e interesant­e.

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