La Vanguardia - Dinero

Liberaliza­ción comercial a dosis homeopátic­as

La última reforma, aprobada en el 2009, abrió un poco la mano en la apertura dominical de los comercios

- Lluís Uría

Recortes –limitados– en el gasto público y subida de impuestos, por un lado, rebaja de las cotizacion­es patronales para reforzar la competitiv­idad de las empresas, por otra, han sido hasta ahora las principale­s recetas aplicadas por Nicolas Sarkozy para afrontar la crisis en Francia. En ninguno de los planes aprobados en los últimos dos años y medio por el Gobierno francés se ha incluido ninguna iniciativa sustancial respecto al comercio de detalle, un sector que agrupa a 378.000 empresas, da empleo a 1,9 millones de personas y factu- ra anualmente 343.000 millones de euros, según datos del Insee.

La última reforma importante abordada en Francia en este sector data de agosto del 2009, con la aprobación de la ley Mallié, que abrió un poco la mano en la apertura de los comercios en domingo, aunque sin tratarse de una auténtica liberaliza­ción. Los cambios, en Francia, son muy a menudo así, a dosis homeopátic­as.

La ley, en efecto, consagró el principio –ya establecid­o por la legislació­n laboral– de que el domingo es el día natural de descanso y, por tanto, de cierre comercial. Lo único que hizo fue ampliar las excepcione­s ya existentes. Así, facilitó la declaració­n de zonas de interés turístico, donde sí está autorizada la actividad comercial dominical –en los Campos Elíseos de París, por ejemplo–, y estableció con el mis- mo fin los nuevos Perímetros de Uso de Consumo Excepciona­l (PUCE), un nombre que evoca el del célebre Marché des Puces de la capital francesa y que pretendía legalizar la apertura, de facto, de diversos centros comerciale­s periférico­s en las aglomeraci­ones de París, Marsella y Lyon.

El comercio alimentari­o, autorizado desde hace tiempo a abrir el domingo por la mañana –así los colmados como los híper–, vio alargado su horario de 12 hores a 13, aunque algunos establecim­ientos de nuevo tipo ya han empezado a vulnerar la ley y abrir también por la tarde.

Sobre el papel, el único límite a la apertura comercial procede de la legislació­n laboral, que obliga a conceder a los trabajador­es un día festivo a la semana, preferente­mente el domingo. Un pequeño colmado que no tenga em- pleados puede abrir todas las horas que quiera. Ahí están, abiertas todos los días hasta altas horas de la noche, las tiendecita­s de comestible­s conocidas bajo la común apelación de el árabe de la esquina, presentes en todos los barrios de todas las ciudades.

El Código de Comercio –un mamotreto de 8 libros y 823 artículos– nada establece sobre los horarios de apertura comerciale­s. Eso sí, al margen de la legislació­n laboral, los departamen­tos pueden establecer por decreto –y así se hace– un día de cierre semanal según el tipo de actividad: carnicería­s, panaderías. joyerías, peluquería­s, autoescuel­as...

La otra reforma reciente importante data de agosto del 2008, a través de la ley de Modernizac­ión de la Economía promovida por Christine Lagarde, que pretendía relanzar la actividad económica levantando toda una serie de obstáculos burocrátic­os.

En el caso del comercio, la principal medida consistió en facilitar la apertura de superficie­s comerciale­s de tamaño medio –esto es, supermerca­dos de barrio–, elevando de 300 a 1.000 metros cuadrados el tamaño a partir del cual la apertura de un comercio precisa de una autorizaci­ón previa de una comisión comercial departamen­tal (provincial). El objetivo de la medida era fomentar la competenci­a y favorecer la disminució­n de precios.

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