Monti revoluciona un país alérgico a la competencia
La libertad total de horarios se decidió el mes pasado en el decreto para dinamizar la economía italiana
Italia, país muy alérgico durante decenios a los aires de la libre competencia y viejo bastión de los intereses corporativistas, está cambiando con rapidez, forzado por las circunstancias. Lo que no consiguieron gobiernos de variado color político lo está empezando a lograr un gabinete de emergencia, surgido por el miedo a la bancarrota y la presión inmisericorde de los mercados internacionales.
La liberalización total de los horarios comerciales es un buen ejemplo de la nueva realidad. Ha sido una de las medidas aprobadas por el Gobierno técnico de Mario Monti en el decreto bautizado como Cresci Italia (Crece Italia) del mes pasado, el primer paquete reformista destinado a estimular una economía durante años al ralentí y a crear nuevos empleos.
En realidad, la situación italiana era ya, de facto, de casi libertad absoluta, pues se permitía que las localidades “turísticas” pudieran abrir los días festivos. También había excepciones para los periodos navideños y para las vacaciones de verano. Pero el decreto de Monti lo institucionaliza con carácter general. El problema es que algunas regiones han presentado recurso, celosas de sus atribuciones, pues argumentan que la legislación comercial forma parte de sus competencias constitucionales.
El camino hacia la liberalización se inició en 1998 y se amplió en el 2006. No sólo se flexibilizaron las normas sobre horarios de apertura sino también los procedimientos administrativos para abrir tiendas. Sólo se mantuvieron más controles y requisitos, por razones higiénicas, para los establecimientos que venden alimentos.
Durante muchos años, en Italia estaba prohibido que la mayoría de comercios abrieran los domingos y los festivos. Además, debían cerrar, por motivos de reposo de los dependientes, media jornada adicional, a escoger el día de la semana. Los horarios de apertura autorizados eran entre las 7 y las 22 horas. No estaba establecida una pausa para el almuerzo, pero sí la curiosa regla de que un comercio no podía per- manecer abierto durante más de 13 horas seguidas. El decreto Cresci Italia ha acabado, de un plumazo, con todo eso.
No todos están satisfechos con la liberalización integral. Italia es un país en el que sobreviven todavía muchos pequeños comercios familiares, incluso en las grandes ciudades. Temen que la libertad total de horarios castiguen aún más al pequeño comercio en favor de las grandes superficies.
“El mantenimiento de un mercado en competencia pasa por unas reglas mínimas; de lo contrario se corre el peligro de ir a un mercado monopolístico u oligopólico”, declaró a Dinero, con cierto escepticismo, el jefe de estudios de la patronal Confcommercio, Mariano Bella. “Las encuestas indicaban que los consumidores italianos estaban ya satisfechos –prosiguió Bella–. Los horarios comerciales no eran el problema de la liberalización en Italia, sino otros sectores como el energético o la banca”.
Según el representante de Confcommercio, tendría más lógica que fueran los entes próximos al ciudadano y a los comercios, como las regiones o los municipios, y no el Estado central, quienes decidieran sobre los horarios, ya que así evaluarían mejor el impacto social y local de la medida, y no sólo sus beneficios a nivel macroeconómico.