La Vanguardia - Dinero

Razones para comprar un ipad de madrugada

La burocracia para abrir un establecim­iento es más difícil de lo que se supone en el paraíso de la libertad comercial

- Francesc Peirón

Simplement­e Luke, así responde cuando se le pregunta el nombre. Acaba de comprarse un ipad. ¿Y? A bote pronto se diría que nada extraordin­ario en estos tiempos en que la herencia del visionario Steve Jobs se multiplica en el mundo entero.

Lo que no resulta tan habitual es que la compra la ha hecho a las 2 horas y diez minutos del jueves 9 de febrero.

Sucede en la tienda Apple de la Quinta avenida de Nueva York, merecedora del título de farmacia de guardia de la informátic­a. Que usted sufre una an- sia súbita, siente la urgencia de cambiar su ordenador o su teléfono móvil de madrugada, pues no hay problema. Este establecim­iento sin persiana, que abre los 365 días del año, las 24 horas, escenifica como pocos la libertad comercial en Estados Unidos elevada a su máxima potencia.

Luke se explica antes de subirse al coche para desplazars­e a su casa, en Queens.

“He salido de trabajar y no tengo otro momento mejor para venir. Además, ¿has visto la tranquilid­ad que hay ahora? Aquí, en el horario normal no se puede estar, es una atracción turística”.

Custodiand­o la cúpula de cristal rectangula­r, instalada sobre la acera de la arteria más famosa de la Gran Manzana –al lado de Central Park–, dos guardias de seguridad montan guardia. Abajo, una dependient­a con camiseta azul da la bienvenida. Pregunta: ¿se ha de decir buenas noches, por el miércoles archivado, o buenos días por el incipiente jueves?

“Para mí, buenas noches”, replica ella. Dice que su jornada empezó ayer. La mitad de la tienda está fuera de servicio, en tareas de limpieza. Cinco judíos ocupan parte de una mesa, consultand­o su correo electrónic­o.

Hay una veintena de empleados, con idéntica camiseta a la de la chica. De la media docena de cajeros, sólo uno tiene faena. Los otros conversan. De los vendedores, un par atiende a unos clientes. Shaka Smith acude presto a hablar con el recién llegado. Está relajado. Al consultarl­e sobre los iphone, comenta que ser un madrugador tiene un inconvenie­nte. La conexión con AT&T o Verizon sólo se puede hacer después de las siete de la mañana o antes de las once de la noche. Lástima.

De camino a casa, el cronista entra en la parafarmac­ia –o para todo– CVS de la calle 86 con Amsterdan a comprarse una libreta. Es el cliente único entre media docena de dependient­es. En el restaurant­e cercano, tres comensales en una mesa y dos cerveceros en la barra. En el supermerca­do de enfrente, luminoso en la noche por el despliegue colorista de la fruta, la soledad invita a comprar el olvidado galón de leche.

“Estas pasadas vacaciones han sido muy buenas, sin duda que se percibe una mejora en la economía, el consumidor ha empezado a gastar más, tiene más confianza”, sostiene Rebecca Flach, vicepresid­enta de comunicaci­ón del Consejo de Minoristas del estado de Nueva York. “Pero –advierte de inmediato– no podemos olvidar que persiste el peligro, Europa es un problema en potencia que nos amenaza”.

En esta madrugada llega la hora de romper tópicos. Del paseo comercial se deduce que la ciudad que nunca duerme, sí que duerme. Y, como apunta el arquitecto Luis Alonso, que pronto inaugurará en Tribeca el Ancient Baths, sucursal de los baños Aire de Barcelona, la tramitació­n de una licencia de apertura es más complicada de lo que pensaba.

“Creía que era algo más dinámico –asegura–, pero no ha sido ni tan rápido ni tan fácil”.

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