Inversión colectiva, ante el dragón
Los fondos de inversión crecieron en 1.000 millones en febrero, según un informe de AC
En noviembre del año pasado, el inversor protagonista de esta crónica anduvo rumiándoselo. Su estructura de fondos de inversión sumaba tres meses en caída libre, y ni así los analistas veían el suelo del pozo. El hombre conservaba capital en la bolsa alemana, acciones en los emergentes, otro pedazo en Londres y un puntillo en China. Y en cada uno de esos escenarios, la cosa iba mal. De modo que se lo estaba pensando. “Me doy un par de semanas de tiempo, y si esto se mantiene igual, me largo –se dijo–. Asumo las pérdidas, saco el dinero de los fondos y me refugio en los depósitos a renta fija, que esos no se caen así como así”.
Al aguantar la posición dos semanas, hizo bien. En diciembre, tras la célebre eurocumbre del día 9, empezaron a repuntar los mercados, que se auparon a valores más correctos y esta- bles. Hoy, tres meses más tarde, el protagonista cabalga a paso lento, aunque presuntamente más seguro, a horcajadas sobre sus fondos de inversión.
Como él, lo hacen muchos otros: un informe de Ahorro Corporación (AC) ha desvelado que el patrimonio de los fondos de inversión españoles ha crecido en mil millones en febrero, para alcanzar los 135.180 millones en volumen gestionado, bendecido por la relativa bonanza de los mercados. “Se aproximan cambios estructurales en las políticas comerciales de las entidades y en las decisiones de los clientes que deberían beneficiar a medio y largo plazo a la industria de fondos de inversión”, vaticina Carlos Magán, subdirector de marketing de AC Gestión.
La situación abre las puertas a un nuevo paradigma inversor. Más allá de los depósitos garantizados, hay partido. “Hay que asumir la filosofía del largo plazo. A cinco años vista, las posibilidades de los fondos son muy altas”, con- sidera Iván Martín, gestor de Aviva Espabolsa, el mejor fondo español del 2011, según estadísticas de OCU inversores. “Aunque el momento macroeconómico de España sea muy malo, la perspectiva a largo plazo es que el mercado no está caro”, dice Antonio Hormigos, presidente de Mirabaud Gestión, que administra Mi-
Los expertos vaticinan cambios estructurales que beneficiarán a estos productos a largo plazo
rabaud Fund Equities Spain, el segundo en la lista.
Las posibilidades de ambos fondos –las posibilidades de cualquier fondo, en realidad– son amplias, visto lo visto. Todos vienen de muy abajo, todos se han visto notablemente castigados en los últimos cuatro años (la mayoría ha perdido más de un 15% en el último lustro) y todos encaran un periodo de razonable prosperidad en el horizonte lejano, a cuatro o cinco años vista.
“Si se piensa al medio o largo plazo, lo mejor es estar en los fondos de renta variable –dice Martín–, donde puede haber rentabilidades a doble dígito anual, muy por encima de depósitos, letras o bonos”. “Opino que las grandes caídas del 2008 y principios del 2009 no volverán a producirse”, dice Hormigos.
En todo caso, consideran todos los expertos, el futuro es del inversor paciente. Si hay prisas y un espíritu conservador, este es aún el tiempo de los depósitos, productos que todavía están ofreciendo rentabilidades interesantes a corto plazo (alrededor de un 3% a un mes) y con unas garantías incuestionables.
Es cierto: para mantenerse en pie en los fondos de inversión, hay que aplicar la gimnasia mental. Justo lo que en noviembre hacía el protagonista de la crónica. A lo largo de esta crisis, la indus- tria española de fondos de inversión ha visto reducida su capacidad a niveles de 1997, consecuencia de las necesidades de comercialización de las entidades financieras, que acumulan 1,3 billones de euros en productos de balance, como depósitos o pagarés. “Sin embargo, esperamos que la relajación de las necesidades de liquidez de las entidades hagan que parte de este patrimonio vuelva a los fondos de inversión”, dice Magán.
“¿La clave de nuestro éxito?”, se preguntan los gestores de Aviva y Mirabaud. La selección de los valores –lejos de modas, como renovables y eléctricas–, la habilidad para vincularse a empresas de escasa presencia mediática, la intuición para anticiparse a los movimientos bursátiles –“cuando nadie quiere estar tal vez sea el momento de hacerlo”, dice Martín– y el espíritu competitivo para superar al rival y a los índices de referencia.