Draghi y el símbolo prusiano
Alemania sigue acostumbrándose a que sea un italiano el encargado de garantizar la estabilidad del poder adquisitivo del euro. Mario Draghi, por su parte, trabaja en Frankfurt y Alemania ha crecido un 3% en el 2011. Y para vender su imagen recurrió al sensacionalista Bild el pasado 22 de marzo para, ni más ni menos, que atribuir a “Prusia como buen símbolo para la más importante misión del BCE: defender la estabilidad de precios y proteger el ahorro europeo”. (Quien dice Prusia, dice Bismarck y se asusta). De nuevo, un gobernador de banco central perdiendo una ocasión de cerrar la boca porque la credibilidad y estabilidad monetaria son fruto del marco, divisa de una economía social de mercado y de una sociedad democrática: nada que ver con el absolutismo de Bismarck, la abolición del partido socialdemócrata de 1878 a 1890 y otros desastres que no deben acomplejar a quienes por aquel entonces se conformaban con turnar entre Cánovas y Sagasta. Hoy, el combate en las elecciones francesas se desplaza contra la “austericracia”, el poder omnímodo de la austeridad. Por ello, muchos creen que unos incrementos salariales sustanciosos en Alemania serían la mejor aportación de Berlín a la recesión europea. Bastaría, dicen, con que los aumentos se acercaran a ese 9%, que se han asignado en el 2011 los directivos de las principales empresas alemanas del índice bursátil DAX de la élite empresarial germana.