Emprender en la cincuentena
Por necesidad o vocación, fundar un negocio propio es una opción no sólo para los jóvenes
Desde el inicio de la crisis se anima a los jóvenes a emprender para crear su propio puesto de trabajo. Pero ¿y los no tan jóvenes, con una inserción laboral cada vez más complicada? Por necesidad o por vocación, hacerse emprendedor pasada la cincuentena no es ya una situación tan inédita. Según el Servicio de Creación de Empresas de la Cambra de Terrassa, en torno al 15% de los emprendedores tienen más de 50 años y el porcentaje se duplica si se baja la edad hasta los 45.
Se distinguen dos tipos de perfiles. “Por un lado, personas que han sido expulsadas del mercado laboral y que, ante las dificultades para recolocarse, se plantean la idea de crear su propio puesto de trabajo”, explica Noèlia Hurtado, coordinadora de este servicio de la Cambra de Terrassa. El segundo perfil tipo son directivos que, llegados a cierta edad, ven que por su recorrido profesional y su red de contactos pueden crear su propia empresa. Dos grandes motivos les empujan a ello, según Hurtado: “Algunos deciden embarcarse porque tienen un proyecto que les apasiona, a menudo relacionado con alguna afición”. Esta opción es mayoritaria entre los hombres. El segundo motivo, más común entre las mujeres, es que “el estrés propio del cargo directivo les lleva a plantearse montar su propio negocio para vivir su vida profesional de forma más tranquila y tener una mejor conciliación, por ejemplo, para cuidar a sus padres”, apunta Hurtado.
Pero los motivos que lleva a un profesional maduro a emprender pueden ser muy variopintos. “Algunos emprendieron de jóvenes, no les fue bien y, años después, deciden que o lo intentan de nuevo ahora o nunca –explican Elena García Pont y Carles Polo, consultores de Desarrollo Profesional en Evoluciona_t–. Otros tienen un modelo de carrera que no encaja en una organización tradicional y sólo se sienten cómodos fundando su propio negocio”.
Estos emprendedores tienen una ventaja: en muchos casos, ya no tienen que mantener a sus hijos. Pero también deben superar obstáculos. El primero, interno: muchos dudan si serán capaces de triunfar a esta edad. La presión del entorno puede ser aún más dura: “Si emprenden tras un despido, la familia estaba acostumbrada a un salario fijo y le cuesta asumir que van a pasar quizá dos años sin ingresos, con el consecuente recorte de gastos –advierten Elena García Pont y Carles Polo, de Evoluciona_t–. Además, a menudo dudan de la propia capacidad de su pareja o padre como futuro emprendedor”. Eso puede minar aún más la autoestima del protagonista, que debe trabajarse a fondo antes de arrancar el proyecto. ¿Y los amigos? “Muchos apoyan al emprendedor –destaca Polo–, pero por egoísmo: piensan que si le va bien al amigo, luego podrán subirse ellos al carro”.