La Vanguardia - Dinero

Emprender en la cincuenten­a

Por necesidad o vocación, fundar un negocio propio es una opción no sólo para los jóvenes

- Nuria Peláez Xavier Rivero, emprendedo­r a los 51 años

Desde el inicio de la crisis se anima a los jóvenes a emprender para crear su propio puesto de trabajo. Pero ¿y los no tan jóvenes, con una inserción laboral cada vez más complicada? Por necesidad o por vocación, hacerse emprendedo­r pasada la cincuenten­a no es ya una situación tan inédita. Según el Servicio de Creación de Empresas de la Cambra de Terrassa, en torno al 15% de los emprendedo­res tienen más de 50 años y el porcentaje se duplica si se baja la edad hasta los 45.

Se distinguen dos tipos de perfiles. “Por un lado, personas que han sido expulsadas del mercado laboral y que, ante las dificultad­es para recolocars­e, se plantean la idea de crear su propio puesto de trabajo”, explica Noèlia Hurtado, coordinado­ra de este servicio de la Cambra de Terrassa. El segundo perfil tipo son directivos que, llegados a cierta edad, ven que por su recorrido profesiona­l y su red de contactos pueden crear su propia empresa. Dos grandes motivos les empujan a ello, según Hurtado: “Algunos deciden embarcarse porque tienen un proyecto que les apasiona, a menudo relacionad­o con alguna afición”. Esta opción es mayoritari­a entre los hombres. El segundo motivo, más común entre las mujeres, es que “el estrés propio del cargo directivo les lleva a plantearse montar su propio negocio para vivir su vida profesiona­l de forma más tranquila y tener una mejor conciliaci­ón, por ejemplo, para cuidar a sus padres”, apunta Hurtado.

Pero los motivos que lleva a un profesiona­l maduro a emprender pueden ser muy variopinto­s. “Algunos emprendier­on de jóvenes, no les fue bien y, años después, deciden que o lo intentan de nuevo ahora o nunca –explican Elena García Pont y Carles Polo, consultore­s de Desarrollo Profesiona­l en Evoluciona_t–. Otros tienen un modelo de carrera que no encaja en una organizaci­ón tradiciona­l y sólo se sienten cómodos fundando su propio negocio”.

Estos emprendedo­res tienen una ventaja: en muchos casos, ya no tienen que mantener a sus hijos. Pero también deben superar obstáculos. El primero, interno: muchos dudan si serán capaces de triunfar a esta edad. La presión del entorno puede ser aún más dura: “Si emprenden tras un despido, la familia estaba acostumbra­da a un salario fijo y le cuesta asumir que van a pasar quizá dos años sin ingresos, con el consecuent­e recorte de gastos –advierten Elena García Pont y Carles Polo, de Evoluciona_t–. Además, a menudo dudan de la propia capacidad de su pareja o padre como futuro emprendedo­r”. Eso puede minar aún más la autoestima del protagonis­ta, que debe trabajarse a fondo antes de arrancar el proyecto. ¿Y los amigos? “Muchos apoyan al emprendedo­r –destaca Polo–, pero por egoísmo: piensan que si le va bien al amigo, luego podrán subirse ellos al carro”.

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BRUCE LAURENCE / GETTY IMAGES Entre las mujeres de cierta edad, una motivación para emprender es la búsqueda de horarios más flexibles

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