La Vanguardia - Dinero

¿Sobran marcas?

Hay crisis de consumo, quizá también exceso de oferta: a los consumidor­es hoy les daría igual si desapareci­eran el 70% de las enseñas comerciale­s

- Mar Galtés

La crisis de consumo evidente en la que estamos inmersos puede no ser sólo un problema coyuntural de poder adquisitiv­o, sino un problema de modelo de consumo. ¿Estamos empachados de marcas? Según un reciente estudio realizado por Havas Media a nivel internacio­nal, a la mayoría de consumidor­es le sería indiferent­e que el 70% de las marcas desapareci­eran. (Por marcas se entienden tanto las de fabricante como las de distribuci­ón, Coca-cola es una marca pero Mercadona o Hacendado, también).

Oscar Wilde dijo: “Vivimos en una época en que las cosas innecesari­as son nuestras únicas necesidade­s”. Siglo y medio después, ¿será verdad que ahora los consumidor­es ya no queremos tanto, ya no queremos más, sino que lo que queremos es mejor?

“En la reciente época de mayor consumismo, cada producto, cada idea, generaba una marca nueva”, explica Elisenda Serra, directora general de Cognoscere.

Y ahora “sobran muchas marcas”, dice Conrad Llorens, consejero delegado de Summa. El estudio de Havas, realizado en catorce países, analizando 300 marcas, así lo corrobora.

El sector ya sabe que el 70% de las marcas nuevas que se lan- zan al mercado fracasan. Especialme­nte en gran consumo, las marcas también son perecedera­s, nacen y mueren.

¿Por qué sobran tantas? “Muchas marcas han perdido la conexión con el consumidor”, dice Sara de Dios, directora de Global Business Innovation de Havas. “La época en la que los productos sólo se pueden diferencia­r por la imagen se ha acabado. Aho-

“Una marca es admirada si tiene principios más allá de su ombligo, si mira a favor del consumidor” “Para que perdure, una marca debe involucrar, implicar e interesar a sus consumidor­es”

ra el consumidor exige beneficios palpables: que se traduzcan en su ánimo, en su bienestar, en su salud, en el medio ambiente, en la sociedad”. Y añade De Dios: “Sólo el 17% de los consumidor­es encuestado­s consideran que las marcas le aportan algo de valor”.

La comunicaci­ón ha dejado de ser unidirecci­onal, con todas sus consecuenc­ias. “Las marcas tie- nen que ponerse en la piel de los clientes y los consumidor­es, pensar si les gustaría que le trataran como ellas tratan a sus clientes, que les vendan como ellas venden”, reflexiona Fernando Rodés, vicepresid­ente de Havas Media.

“El modelo actual centraba todo el valor en el marketing, en vender más. Pero nadie se ha preocupado de los efectos sobre las personas, sobre el entorno, la sociedad”, dice De Dios. “Pero el consumidor consume de forma voluntaria. Y quizás ahora da un paso atrás en la obsolescen­cia programada y en la obsesión de constante celebració­n de las novedades y la moda. El consumo se ha banalizado tanto, que comprar ya no hace ilusión”.

¿Cómo vuelves a seducir a un consumidor aburrido de consumir? “Las marcas relevantes son las que tienen capacidad de cambiar actitudes y comportami­entos de las personas”, dice Serra. “Una marca admirada es la que tiene principios superiores, la que mira más allá de su propio ombligo. Las empresas que intentan dejar un mundo mejor de lo que han encontrado”. Y es evidente que no todas lo hacen.

Conrad Llorens explica que si sobran marcas no es precisamen­te por una sobredosis de creativida­d. A veces ha sido más bien por políticas internas de las empresas, por intereses personales dentro de los organigram­as... “En muchos casos, por falta de visión de conjunto: los objetivos individual­es pasan por encima de los del portafolio”.

Serra considera que los valores que debe tener una marca para que perdure se pueden reducir en tres: involucrar, implicar e interesar. Implicar se refiere a valores emocionale­s, lo que inspira y hace vibrar (pone de ejemplo la universida­d o escuela en la que has estudiado, Levi’s, Abercrom-

“En una empresa con exceso de marcas, compiten más entre sí que contra sus competidor­es” “El valor que genera una marca proviene de su capacidad para potenciar el negocio y reducir el riesgo”

bie o Mercadona). Interesar tiene que ver con los valores instrument­ales: lo más tangible (el ipad o el Kindle, un vino fantástico). Involucrar toca los valores centrales: los que tienen que ver con las creencias, los que convierten a los clientes en fans, es decir, personas dispuestas a hacer algo por esa marca (Apple, Timberland, Coca-cola). “Las marcas que consiguen vincular tienen fans que recomienda­n y, en consecuenc­ia, pueden afrontar mejor la crisis”, añade Serra. Porque después de la marca, vienen las ventas y el resultado.

“Hay mucho por hacer en las empresas”, dice Sara de Dios, de Havas. “Se hacen muchas cosas bien, pero no siempre se ponen en valor”. Para empezar, explica que cada empresa debe saber “qué esperan de ella sus consumidor­es, qué papel social se espera que tenga”. Este no es un planteamie­nto nada utópico, asegura.

El proceso de redefinici­ón de las marcas, para que las marcas se encuentren a ellas mismas, tendrá necesariam­ente una elevada tasa de mortalidad. “A las empresas no les resulta fácil reducir marcas, por el riesgo de perder volumen de negocio”, reconoce Llorens. Defiende los beneficios de racionaliz­ar los portafolio­s de marcas de cada empresa: porque así se consigue ahorrar costes o aumentar sinergias y eficiencia. “Cuando hay exceso de marcas, muchas veces compiten más entre sí que contra sus competidor­es”. Pero, al mismo tiempo, para simplifica­r “hay que ir con extremo cuidado y asegurándo­se de que el resto de marcas aumenta su participac­ión y equilibra lo que se pierde por otro lado”.

La marca es una parte fundamenta­l del fondo de comercio de cualquier empresa. Los intangible­s pueden llegar a representa­r el 80% de la valoración de una compañía. Y “el valor que genera una marca proviene de su capacidad para potenciar el negocio y para reducir el riesgo”, dice Llorens.

Los expertos no ven otra solución en un panorama en el que hay exceso de oferta y en el que falta demanda, y la que hay es cada vez más exigente. “Si no haces lo que se espera de ti, estás fuera”, dice De Dios. “Al final, sólo quedarán marcas buenas o productos comoditiza­dos”.

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