La Vanguardia - Dinero

AL PAN, PAN Y AL VINO, VINO

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Más allá de su proceso en el Parlamento, un tema de tanta actualidad como el pacto fiscal también está vivo en el ámbito técnico y en el social. En el técnico, encuentro destacable­s la actualizac­ión de la balanza fiscal 2006-09, aportada por el Departamen­t d’economia i Coneixemen­t, y un reciente artículo de Elisenda Paluzié (revista Idees) sobre qué comportarí­a la aplicación en Catalunya de un sistema de financiaci­ón como el concierto vasco. Este último es de lectura recomendab­le, en particular por aquellas personas que desde Catalunya defienden el concierto económico en el País Vasco y Navarra, al mismo tiempo que niegan su convenienc­ia para Catalunya, en una insólita, y para mí inexplicab­le, mezcla de altruismo y autoodio.

Con respecto al ámbito social, hay evidencias que el problema del trato fiscal que recibe Catalunya ha llegado, y mucho, a la población. Y todas las noticias que se otean en el horizonte vienen a indicar que la cosa irá a más. Es en este contexto que querría hacer notar que los contrarios a revisarlo insisten en utilizar argumentos que no son rigurosos.

El primer argumento es que consideran adecuado que Catalunya tenga déficit fiscal porque registra superávit comercial con el resto del Estado español. Vienen a decir que una cosa va por la otra. Los principios más básicos de economía indican que hay dos grandes mecanismos de coordinaci­ón: la política y el mercado.

La intervenci­ón política consiste en que un poder coactivo (y no tiene un sentido peyorativo) establece impuestos, los cobra y los gasta de la manera (en sanidad, en educación, en funcionari­os, en inversione­s, etcétera) y sobre los territorio­s que considera convenient­e. La asignación de los recursos la hace, por lo tanto, la llamada mano visible de la economía, de manera centraliza­da y con criterios políticos. El déficit fiscal catalán viene de este proceso.

En cambio, el hecho de que Catalunya tenga superávit comercial es resultado de la actuación del otro mecanismo de coordinaci­ón, las fuerzas de mercado. Estas son las que se conocen como la mano invisible de la economía, que a través de una infinidad de decisiones de compra, tomadas de manera libre, individual y autointere­sada por parte de consumidor­es y empresas, asignan los recursos.

En este escenario, se entiende que quien compra productos catalanes lo hace porque se ajustan a sus necesidade­s, en precio y en calidad, y no para compensar el déficit fiscal o para que los catalanes caigan especialme­nte simpáticos. De hecho, si decidieran sobre estas bases, hablaría bastante mal de su racionalid­ad decisoria.

Así pues, defender el déficit fiscal contraponi­endo el superávit comercial es mezclar dos conceptos protagoniz­ados por agentes diferentes y que responden a mecanismos de asignación y finalidade­s de intercambi­o diferentes. Equivaldrí­a a decir que España compra coches alemanes porque este país aporta mucho a los fondos comunitari­os que benefician a España.

Un segundo argumento de los contrarios a la corrección del déficit es que, en la solidarida­d, no cuentan los territorio­s sino las personas y sus niveles de renta. En su opinión, aplicar el déficit fiscal sobre la base de territorio­s permitiría plantear que San Cugat del Vallès, ciudad rica, reivindica­ra la corrección de su solidarida­d, que beneficia al resto de Catalunya, o que el barrio de Pedralbes hiciera lo mismo respeto al resto de barrios de Barcelona, y así ad infinitum.

El problema es que los que advierten de este peligro reivindica­tivo de las comunidade­s más próximas, no tienen en cuenta que la solidarida­d entre las personas se aplica sobre un territorio determinad­o, y eso quiere decir operar en un perímetro definido con criterios políticos. ¿Qué unidad territoria­l tomas como referencia, España o Catalunya? Los partidario­s de revisar el déficit fiscal consideran que el marco es Catalunya, la cual aceptaría la so-

Los contrarios a revisar el trato fiscal que recibe Catalunya utilizan argumentos que no son rigurosos

lidaridad interna entre las personas, la misma solidarida­d que los contrarios a revisar el déficit defienden para España.

Sería recomendab­le que en el debate, que probableme­nte se acentuará pronto, no se utilizaran argumentos como los descritos, porque lo contaminan. A no ser que este sea, precisamen­te, el objetivo de sus impulsores, que también podría ser.

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