Munch reina en el mercado
Hay un reducido puñado de obras de arte que, al margen de su valor plástico y crematístico otorgado por la historia y los mercados, consiguen convertirse en iconos de una época, una sociedad o un tipo de cultura de carácter universal.
Y este es el caso de La Gioconda, Las señoritas de Aviñón, el Guernica o El grito, cuadro este último que en la única versión que todavía pertenecía a un coleccionista privado se encumbró el pasado mes de mayo a la cúspide del ranking de los más vendidos en subasta pública, al adjudicarse a un pujador telefónico por la exorbitante cifra de casi 98 millones de euros.
Qué lejos queda el récord, que marcó el comienzo de la indestructible burbuja económica del arte, obtenido en 1987 por Los girasoles vangoghianos, entonces adjudicado por 5.100 millones de pesetas (al cambio, unos 30 millones de euros) al empresario japonés Yasud Goto, propietario de la aseguradora Yasuda Fire and Marine Insurance y que los expertos pensaron que era un techo crematístico difícilmente superable.
Sin embargo, fue muy escaso el tiempo transcurrido entre esa fecha y la primavera de 1990, cuando Ryoei Saito adquirió Retrato del doctor Gachet, de Van Gogh, y En el molino de la Galette, de Renoir, pagando 65,6 millones de euros por el primero y 62,1 millones de euros por el segundo, colocados en aquel lejano año como números 1 y 2 del mercado de las licitaciones públicas. Su propietario justificaba los precios del loco del pelo rojo asegurando que “su pintura, que arrastra y conmueve, es hoy más que nunca el emblema de los valores perdidos, el símbolo de una emotividad nueva descubierta y deseada,
El nuevo propietario de ‘El grito’, icono de una época artística, se mantiene todavía en el anonimato
la búsqueda del sentimiento que retorna con ímpetu”.
Quizás el nuevo propietario de El grito, que se mantiene todavía en el anonimato, podría hacer suyas las palabras pronunciadas entonces por el multimillonario japonés que llenaron de exclamaciones de asombro todos los medios de comunicación de los años finales del convulso siglo XX, añadiendo que esta época en la que la sinrazón ha conquistado nuestras vidas no puede estar mejor representada por ese aullido inhumano que sale de la boca del personaje protagonista del cuadro de Munch, lo que le ha llevado a situarse en la cabeza de las obras más pujadas, mientras que el doctor Gachet ha descendido hasta el noveno puesto, y el baile renoiriano del viejo cabaret, ocupa la décima posición a punto de desaparecer de la clasificación de los más cotizados.