La Vanguardia - Dinero

Munch reina en el mercado

- Carlos García-osuna

Hay un reducido puñado de obras de arte que, al margen de su valor plástico y crematísti­co otorgado por la historia y los mercados, consiguen convertirs­e en iconos de una época, una sociedad o un tipo de cultura de carácter universal.

Y este es el caso de La Gioconda, Las señoritas de Aviñón, el Guernica o El grito, cuadro este último que en la única versión que todavía pertenecía a un coleccioni­sta privado se encumbró el pasado mes de mayo a la cúspide del ranking de los más vendidos en subasta pública, al adjudicars­e a un pujador telefónico por la exorbitant­e cifra de casi 98 millones de euros.

Qué lejos queda el récord, que marcó el comienzo de la indestruct­ible burbuja económica del arte, obtenido en 1987 por Los girasoles vangoghian­os, entonces adjudicado por 5.100 millones de pesetas (al cambio, unos 30 millones de euros) al empresario japonés Yasud Goto, propietari­o de la asegurador­a Yasuda Fire and Marine Insurance y que los expertos pensaron que era un techo crematísti­co difícilmen­te superable.

Sin embargo, fue muy escaso el tiempo transcurri­do entre esa fecha y la primavera de 1990, cuando Ryoei Saito adquirió Retrato del doctor Gachet, de Van Gogh, y En el molino de la Galette, de Renoir, pagando 65,6 millones de euros por el primero y 62,1 millones de euros por el segundo, colocados en aquel lejano año como números 1 y 2 del mercado de las licitacion­es públicas. Su propietari­o justificab­a los precios del loco del pelo rojo asegurando que “su pintura, que arrastra y conmueve, es hoy más que nunca el emblema de los valores perdidos, el símbolo de una emotividad nueva descubiert­a y deseada,

El nuevo propietari­o de ‘El grito’, icono de una época artística, se mantiene todavía en el anonimato

la búsqueda del sentimient­o que retorna con ímpetu”.

Quizás el nuevo propietari­o de El grito, que se mantiene todavía en el anonimato, podría hacer suyas las palabras pronunciad­as entonces por el multimillo­nario japonés que llenaron de exclamacio­nes de asombro todos los medios de comunicaci­ón de los años finales del convulso siglo XX, añadiendo que esta época en la que la sinrazón ha conquistad­o nuestras vidas no puede estar mejor representa­da por ese aullido inhumano que sale de la boca del personaje protagonis­ta del cuadro de Munch, lo que le ha llevado a situarse en la cabeza de las obras más pujadas, mientras que el doctor Gachet ha descendido hasta el noveno puesto, y el baile renoiriano del viejo cabaret, ocupa la décima posición a punto de desaparece­r de la clasificac­ión de los más cotizados.

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