Evitar el ‘momento Lehman’
Washington espera que el BCE converja con las políticas de la Fed
El miedo es que se repita el 2008: una nueva recesión y una campaña electoral trastocada
La Administración Obama quiere evitar un momento Lehman que dispare el paro, vuelva a hundir Estados Unidos en la recesión y trastoque una complicada campaña para las elecciones presidenciales del 6 de noviembre.
Hace cuatro años, el banco de inversiones Lehman Brothers se hundió a un mes y medio de las presidenciales. La economía mundial se abocó al abismo y aquel 15 de septiembre el candidato Barack Obama, que ya era favorito, sentenció la elección: el terremoto en Wall Street y la reacción improvisada de su rival, el republicano John McCain, parecieron entonces la prueba más sólida de que Estados Unidos necesitaba un cambio.
El Lehman Brothers del 2012 podría ser España. La onda expansiva de un derrumbe de la economía española – o una dis- gregación del euro– amenazaría la frágil recuperación de la primera economía mundial y trastocaría la campaña que enfrenta al demócrata Barack Obama con el republicano Mitt Romney.
De ahí que, en Washington, la expectativa –y en algunos ámbitos la impaciencia– por ver actuar al Banco Central Europeo (BCE) sea casi tanta como en Roma o Madrid.
Cuando a finales de julio Mario Draghi, el presidente del BCE, dijo que la institución haría “lo que haga falta” para preservar el euro, y que esto “sería suficiente”, también en Estados Unidos –en Washington y Wall Street– respiraron aliviados. Tras la ausencia de resultados tangibles en la reunión del banco el 2 de agosto, las reacciones fueron encontradas.
“En vez de anunciar un programa de compra de bonos, el presidente Draghi ha presentado exactamente lo que siempre acabamos esperando de los líderes europeos durante esta crisis: nada, ningún plan listo para poner en marcha”, escribió Carl B. Weinberg, economista jefe de High Frequency Economics.
“Una promesa de hacer algo sin especificar en algún momento que todavía está por decidir, y que incluirá programas e instituciones que todavía están por inventar... No es esto lo que el mundo esperaba”, añadió.
“Quizá los escépticos tengan razón –admitió en su boletín diario el economista Ed Yardeni–. Sin embargo, creo que Draghi ha adoptado un compromiso sólido y nada ambiguo para intervenir, si es necesario, y evitar una calamidad al estilo Lehman”.
La cuestión es si, cinco años después del inicio de la crisis de las hipotecas basura, EE.UU. y Europa empiezan a converger en sus políticas. Hasta ahora han hablado lenguajes distintos, y no sólo en la política económica (austeridad y recortes en Europa; estímulos fiscales en Washington). También en la política monetaria, necesaria, como ha dicho el presidente Obama, para “promover la capacidad de países como España o Italia, que han puesto en marcha objetivos muy duros y algunas políticas muy duras, para ofrecer a sus ciudadanos” una perspectiva de futuro.
En julio del 2008, dos meses antes de la caída de Lehman Brothers y un año después del estallido de la crisis de las hipotecas basura, el BCE subía los tipos de in- terés del euro en un cuarto de punto. En el 2011 volvió a subirlos. En el mismo periodo, la Reserva Federal no sólo había dejado los tipos de interés prácticamente a cero sino que puso en marcha programas de compra de bonos e hipotecas de 2,3 billones de dólares. En EE.UU. cuesta entender esta disonancia.
La Administración Obama ha encontrado en el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, que llegó al cargo de la mano de George W. Bush, un aliado valioso. El interrogante ahora es doble: si la Reserva Federal está dispuesta a aprobar en los próximos meses más estímulos monetarios que ayuden a consolidar la recuperación y, sobre todo, si Draghi será también un aliado para hacer “lo que haga falta” para evitar otro momento Lehman.