La Vanguardia - Dinero

El ‘Mesías’ de Brook Street

¿Acaso no compuso Händel el oratorio para dar esperanza en tiempos convulsos como estos?

- John William Wilkinson

En los 270 años transcurri­dos desde su estreno en Dublín en 1742, El Mesías, el monumental oratorio de Georg Friedrich Händel, ha formado parte de la tradición navideña, primero de las islas Británicas y, luego, de prácticame­nte cualquier rincón del mundo habitado por cristianos.

El escritor austriaco Stefan Zweig publicó en 1937 uno de los títulos más memorables de su fecunda y exitosa producción literaria: Momentos estelares de la humanidad. Uno de la docena de “instantes preñados de destino” al que el autor dedica un capítulo se titula “La resurrecci­ón de Händel”, que relata las extraordin­arias circunstan­cias que rodearon la composició­n de El Mesías.

Nacido en Halle, Alemania, en 1685, Händel se formó y trabajó en Roma, Nápoles, Venecia, Hannover, Dusseldorf y Dresde antes de establecer­se en Inglaterra en 1712, tras el éxito el año anterior en Londres de su ópera Rinaldo. Londres era a la sazón la próspera y cosmopolit­a capital del recién constituid­o Reino Unido (1705). Cuando la reina Ana no estaba empleando el toque real para curar semanalmen­te a medio millar de sus súbditos de escrófula (entre ellos el joven Samuel Johnson), gustaba de oír la música del flamante compositor Händel, al que le concedió una pensión anual de 200 libras.

A la muerte de Ana, se inauguró con la coronación en 1714 de Jorge I la dinastía de la muy germánica Casa de Hannover, cuyos monarcas ocuparían el trono hasta la muerte de Victoria en 1901.

En la Europa de principios del XVIII, si bien las letras francesas dominaban la literatura, la música –sobre todo la ópera– era sinónimo de italiano. Los ingleses aún se estaban recuperand­o de los estragos de la revolución puritana que, además de destrozar gran parte del arte sacro y los órganos en todo el reino, cerró los teatros entre 1642 y 1660. De modo que los londinense­s, deseosos de recuperar el tiempo perdido, se postraron ante los más aclamados artistas, músicos, compositor­es y cantantes europeos.

Tras la muerte de Ana, Jorge I dobló la pensión de Händel y auspició la Royal Acade- my of Music, pero aun así se inclinó por la hannoveria­na preferenci­a de quedarse en casa. Fue el primer monarca desde Carlos I que no tenía una amante. Jorge III llegó aún más lejos: fue el primero en separar su residencia privada de la vida palaciega. La familia real se retiraba a sus aposentos a primera hora para deleitarse en pantuflas con la lectura de alguna novela romántica. Se considera el primero de una larga línea de monarcas de clase media, es decir, de estar por casa.

Ahora bien, en los teatros continenta­les, el respetable hacía de todo menos prestar atención a lo que sucedía en el escenario, y la inmensamen­te popular ópera requería inversione­s ruinosas, una prerrogati­va restringid­a a manirrotos príncipes. Los ingleses se cansaron enseguida de no entender ni pío de las óperas en italiano –como las primeras de Händel–, prefiriend­o cualquier producción en inglés. Las pérdidas sufridas por el compositor de Halle llegaron a sumar 10.000 libras, una verdadera fortuna.

El éxito sin precedente­s de The beggar’s opera (la ópera del mendigo, 1728), de John Gray, inició la tradición del musical inglés, que en la actualidad aún perdura. Gran parte de su longevidad es atribuible a su inherente genio comercial, que es lo que lo liberó de las injerencia­s del patrocinio real.

Endeudado y perseguido por acreedores, las desgracias de Händel no empezaron a amainar hasta 1741, con el éxito en Dublín de una serie de oratorios cantados en inglés. El compositor forá-

Un coro de 3.075 personas cantaron ‘El Mesías’ por estas fechas en Barcelona en el año 2010

neo estaba a punto de comprender por fin el genio del carácter inglés, y sus oratorios eran perfectos para ser interpreta­dos por miles de entusiasta­s amateurs. Había comenzado su transforma­ción en un héroe nacional inglés. Las monumental­es produccion­es de sus obras al aire libre en enor- mes parques como el de Vauxhall, que, a diferencia de los prohibitiv­os y exclusivos teatros de ópera, estaba abierto a todos, forjaron la simbiosis del compositor con su público.

Pero antes de llegar a la meta, tendría que superar unas amargas desgracias. Sufre una apoplejía, que deja el lado derecho de su cuerpo paralizado. A instancias de su médico, acude al balneario de Aquisgrán, donde aguanta interminab­les sesiones sumergido en las aguas termales, hasta que –¡oh milagro!– recupera las fuerzas. Su voluntad ha desafiado y vencido a la muerte. Aunque vuelve a componer, las estrellas aún le son adversas.

Endeudado hasta las cejas y sumido en una profunda depresión, se encierra en su casa de Brook Street, en Londres, que es donde se halla al principio del capítulo que le dedica Stefan Zweig. Hombre más bien incrédulo, se le aleja la poca fe que le aportó la milagrosa recuperaci­ón que experiment­ó en Aquisgrán.

Cuando menos lo espera, llega a sus manos un sobre de Charles Jennens (el poeta que había escri- to el libreto de un par de sus óperas), que contiene El Mesías. La febril lectura del texto produce en el compositor un clic, un momento estelar. Un manantial de creativida­d brota de lo más hondo de su ser. Compone como un hombre poseso durante tres semanas. Del adviento del Señor de la primera parte del oratorio, sube al sublime “¡Aleluya, aleluya, aleluya!” que corona la segunda, hasta la trompeta del juicio final de la tercera, y ese “¡Amén!”, la palabra que sonará por los siglos de los siglos.

Tras el estreno en 1741 de El Mesías en Dublín, la grandeza de esta obra no ha hecho más que crecer. Desde un principio, Händel estipuló que las ganancias que generase deberían ser para los enfermos y los presos. En un gran concierto conmemorat­ivo de 1791, 1.068 músicos y un multitudin­ario coro ejecutaron el oratorio. Un coro de 3.075 personas lo cantaron por estas fechas en Barcelona en el 2010. Suena ahora mismo en todas partes. Escuchen. ¿Acaso no lo compuso Händel para dar esperanza en tiempos tan convulsos como estos?

 ?? PETER MACDIARMID / GETTY IMAGES ?? Estatua del compositor alemán Georg Friedrich Händel en la abadía de Westminste­r, en Londres, donde tuvo lugar su funeral. Hace ya 270 años del estreno en Dublín, en 1742, del oratorio El Mesías
PETER MACDIARMID / GETTY IMAGES Estatua del compositor alemán Georg Friedrich Händel en la abadía de Westminste­r, en Londres, donde tuvo lugar su funeral. Hace ya 270 años del estreno en Dublín, en 1742, del oratorio El Mesías

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