La nefasta preferencia española por el paro
España ha ganado competitividad gracias a los menores costes laborales, pero según Funcas no es suficiente
España posee un rasgo que puede entorpecer gravemente su salida de la crisis. Es lo que los franceses denominan, porque ellos también la sufren, la preferencia por el paro.
Con cerca de 6 millones de parados, España (47 millones de habitantes) es el caso más agudo en Europa de este mal. En el lado opuesto está Alemania, que con una población (81,8 millones) casi el doble de la nuestra, tiene un desempleo que afecta a 2,75 millones de personas.
No es una cuestión sólo de que Alemania sea más poderosa, ten- ga una industria más fuerte o una tecnología superior. Es más que eso. Se trata de mentalidades, de consensos secretos que se traducen en regulaciones laborales.
La preferencia por el paro se activa especialmente en las crisis a partir del trazado de determinadas líneas rojas. Así, un español diría: “A mí no me quita usted lo mío, y si de ello resulta que hay más paro, pondremos otro plato en la mesa y daremos de comer gratis al parado”. El paro, por tanto, sería un mal menor.
En Alemania, el esquema es el contrario. “Aquí trabajamos todos, así produciremos más. De ese modo, cada uno tendrá un plato, el que uno se gane. Si hay crisis, los platos serán más pequeños, ciertamente, pero, si se fija, verá que en eso también hay algo bueno: que el país se ha hecho más competitivo, con precios menores, porque trabaja con salarios más bajos”. En esa idea se asienta la política económica basada en la devaluación competiti
va, que Alemania practicó durante diez años dentro de la Agenda 2010, puesta en marcha por los socialdemócratas, y que ahora sigue Europa, con menores o mayores sacrificios. Se trata en suma de encontrar tu lugar en una economía global en movimiento. En España, la preferencia por
el paro no proviene de lo que se denominaría románticamente como una actitud de resistencia frente a la crisis del capitalismo
subprime. Es muy anterior, como pudo verse en la anterior crisis de los 90, cuando el desempleo masivo costó 13 años absorberlo.
Se refleja en algunos datos socioeconómicos muy significati- vos: los 13,5 millones de ocupados sostienen a una población dependiente de 13,8 millones (entre jubilados y parados). A su vez Europa insiste en que España revise el seguro de desempleo, no tanto por la cantidad que paga como por su larga duración (2 años), que hace, por ejemplo, que el 85% de los parados que encuentran trabajo lo hagan en el último mes de cobrar el desempleo.
Ha habido ciertamente avances en la devaluación competitiva gracias a una reducción de los CLU o costes laborales unitarios (costes salariales necesarios por unidad producida), que se ha traducido en una mejora de las exportaciones. Pero según María Jesús Fernández, experta de Funcas, “esto no es suficiente. Entre 1998 y el 2008, los CLU aumentaron en España un 20% más que en Europa.Ahora habremos recuperado la mitad. Hace falta una reforma laboral más radical”.
A causa de la falta de flexibilidad laboral, España puede fracasar en el logro de una devaluación competitiva positiva dado que a medida que siga destruyéndose empleo, algo que, según María Jesús Fernández, continuará hasta finales del 2013, el malestar y la resistencia social aumentará obstruyendo el proceso de cambio económico. Lo malo es que no se podrá recurrir al gasto porque el mercado no financiará a España. Sólo queda la alternativa de ir por la línea de ajustes y reformas.Eso sí, a mayor velocidad.