La Vanguardia - Dinero

CUESTIONAN­DO LA NORMALIDAD

- José L. Martínez Campuzano Economista responsabl­e de estrategia de los diferentes negocios de Citigroup en España

Admito que me sorprende la resistenci­a de la bolsa norteameri­cana. Pese a todo, se resiste a apartarse de los niveles máximos del año. Y en ese todo hay que incluir muchos factores: desde su valoración (no hablamos de precios baratos precisamen­te) hasta el difícil contexto internacio­nal; desde la especulaci­ón sobre el cambio de sesgo de la Reserva Federal (Fed) hasta la inestabili­dad en los mercados financiero­s internacio­nales. Tras dos semanas de indefinici­ón, el dinero fluye de nuevo hacia la bolsa y hacia la deuda norteameri­cana. ¿Lo consideran normal? No lo es. O no debería serlo. Pero funciona.

Claro que, ¿por qué no va a subir en un contexto de mejora económica y baja/estable la inflación? De hecho, si le añadimos la elevada liquidez en las carteras de los inversores y la escasa rentabilid­ad de los activos alternativ­os, podríamos afirmar que es el mejor contexto posible para la bolsa. Esto es lo normal. Y, sin embargo, algo me dice que no lo es. Este es el problema que tenemos los que consideram­os excesivo el protagonis­mo de los bancos centrales: fuerzan la subida del precio de los activos. Pero el propio Ben Bernanke, presidente de la Fed, nos ha vuelto a quitar la razón, imponiendo de esta forma su normalidad. Sólo resta dejarse llevar... sin pensarlo mucho.

¿Y por qué no extrapolar este concepto de normalidad al resto de las bolsas mundiales? A las emergentes, sometidas a un fuerte castigo en los últimos meses. Aquí sí podemos hablar ya de mercados extremadam­ente baratos, con PER forward a 12 meses por debajo de 10. Precios atractivos, fuerte crecimient­o económico (pero moderándos­e) y niveles de inflación bajos…. ¿por qué los inversores deshacen posiciones en emergentes entonces? No es normal, pero está ocurriendo. Y de hecho podemos encontrar una razón que conecta el mal comportami­ento de estos mercados con el buen comportami­ento de la bolsa norteameri­cana (o de la japonesa): los bancos centrales. Y es que la buena aceptación del cambio de sesgo de la Fed por su mercado no lo ha sido tanto para el resto, precipitan­do la repatriaci­ón de fondos y acentuando las debilidade­s de estas economías. Como ven, lo normal tiene diferentes puntos de vista. La opinión del presidente de la Fed ya la conocen: todo lo que es bueno para la economía norteameri­cana, lo es también para el resto.

¿Qué ocurre en el caso de las bolsas europeas? Aquí no podemos hablar de una mejora económica clara, el riesgo es de desinflaci­ón extrema y la incertidum-bre, elevada. Es normal su mal comportami­ento, absoluto y relativo, pese a unos precios en teoría atractivos. De hecho, probableme­nte son los precios y la elevada liquidez los que han permitido que recupere como lo ha hecho desde los niveles mínimos de un año atrás. Claro, esto y la posición del presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, comprometi­éndose a tomar las medidas que sean necesarias para mantener la estabilida­d financiera. Pero sin tomarlas aún.

Una recomendac­ión normal, sobre la base anterior sería la de comprar bolsa: emergentes (asiática), norteameri­cana, japonesa y europea, por este orden. Y, sin embargo, no puedo hacerlo. Al menos a muy corto plazo. Ya no

El excesivo protagonis­mo de los bancos centrales fuerza la subida del precio de los activos La ‘buena’ aceptación del cambio de sesgo de la Fed por su mercado no lo ha sido tanto para el resto

es sólo por los imponderab­les geopolític­os, por la estrechez del mercado en época estival, periodo que exagera los movimiento­s, ni tampoco por la propia estacional­idad (recuerden las caídas del mercado de los veranos del 2010 y del 2011).

Como no podía ser de otro modo, los mercados se convierten en un factor de riesgo más cuando el control de los bancos centrales se debilita. Afloran los excesos acumulados en el pasado. Y en nuestro caso es la Fed la que parece estar cuestionán­dose este control. Al final, cuestiona los dos principios que han dominado hasta el momento su actuación: ilimitada e indefinida. Pone en cuestión su propia normalidad. Y es que, en el fondo, no hay nada en el mundo que tenga estas dos caracterís­ticas. La consecuenc­ia es clara: a corto plazo hay que ser prudente.

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