CUESTIONANDO LA NORMALIDAD
Admito que me sorprende la resistencia de la bolsa norteamericana. Pese a todo, se resiste a apartarse de los niveles máximos del año. Y en ese todo hay que incluir muchos factores: desde su valoración (no hablamos de precios baratos precisamente) hasta el difícil contexto internacional; desde la especulación sobre el cambio de sesgo de la Reserva Federal (Fed) hasta la inestabilidad en los mercados financieros internacionales. Tras dos semanas de indefinición, el dinero fluye de nuevo hacia la bolsa y hacia la deuda norteamericana. ¿Lo consideran normal? No lo es. O no debería serlo. Pero funciona.
Claro que, ¿por qué no va a subir en un contexto de mejora económica y baja/estable la inflación? De hecho, si le añadimos la elevada liquidez en las carteras de los inversores y la escasa rentabilidad de los activos alternativos, podríamos afirmar que es el mejor contexto posible para la bolsa. Esto es lo normal. Y, sin embargo, algo me dice que no lo es. Este es el problema que tenemos los que consideramos excesivo el protagonismo de los bancos centrales: fuerzan la subida del precio de los activos. Pero el propio Ben Bernanke, presidente de la Fed, nos ha vuelto a quitar la razón, imponiendo de esta forma su normalidad. Sólo resta dejarse llevar... sin pensarlo mucho.
¿Y por qué no extrapolar este concepto de normalidad al resto de las bolsas mundiales? A las emergentes, sometidas a un fuerte castigo en los últimos meses. Aquí sí podemos hablar ya de mercados extremadamente baratos, con PER forward a 12 meses por debajo de 10. Precios atractivos, fuerte crecimiento económico (pero moderándose) y niveles de inflación bajos…. ¿por qué los inversores deshacen posiciones en emergentes entonces? No es normal, pero está ocurriendo. Y de hecho podemos encontrar una razón que conecta el mal comportamiento de estos mercados con el buen comportamiento de la bolsa norteamericana (o de la japonesa): los bancos centrales. Y es que la buena aceptación del cambio de sesgo de la Fed por su mercado no lo ha sido tanto para el resto, precipitando la repatriación de fondos y acentuando las debilidades de estas economías. Como ven, lo normal tiene diferentes puntos de vista. La opinión del presidente de la Fed ya la conocen: todo lo que es bueno para la economía norteamericana, lo es también para el resto.
¿Qué ocurre en el caso de las bolsas europeas? Aquí no podemos hablar de una mejora económica clara, el riesgo es de desinflación extrema y la incertidum-bre, elevada. Es normal su mal comportamiento, absoluto y relativo, pese a unos precios en teoría atractivos. De hecho, probablemente son los precios y la elevada liquidez los que han permitido que recupere como lo ha hecho desde los niveles mínimos de un año atrás. Claro, esto y la posición del presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, comprometiéndose a tomar las medidas que sean necesarias para mantener la estabilidad financiera. Pero sin tomarlas aún.
Una recomendación normal, sobre la base anterior sería la de comprar bolsa: emergentes (asiática), norteamericana, japonesa y europea, por este orden. Y, sin embargo, no puedo hacerlo. Al menos a muy corto plazo. Ya no
El excesivo protagonismo de los bancos centrales fuerza la subida del precio de los activos La ‘buena’ aceptación del cambio de sesgo de la Fed por su mercado no lo ha sido tanto para el resto
es sólo por los imponderables geopolíticos, por la estrechez del mercado en época estival, periodo que exagera los movimientos, ni tampoco por la propia estacionalidad (recuerden las caídas del mercado de los veranos del 2010 y del 2011).
Como no podía ser de otro modo, los mercados se convierten en un factor de riesgo más cuando el control de los bancos centrales se debilita. Afloran los excesos acumulados en el pasado. Y en nuestro caso es la Fed la que parece estar cuestionándose este control. Al final, cuestiona los dos principios que han dominado hasta el momento su actuación: ilimitada e indefinida. Pone en cuestión su propia normalidad. Y es que, en el fondo, no hay nada en el mundo que tenga estas dos características. La consecuencia es clara: a corto plazo hay que ser prudente.