UNA DIFÍCIL RECUPERACIÓN
Esta semana, en su revisión de las previsiones, el FMI ha vuelto a cuestionar la bondad de la recuperación de la economía española. En efecto, el dato más relevante es que el crecimiento del PIB del 2014 pasa del esperado 0,7% a ser nulo. Ello es consecuencia de un menor crecimiento global, con unas economías emergentes que tampoco crecerán como se había previsto, especialmente Brasil, y en concreto de la zona euro. También se proyecta a la baja el crecimiento en Estados Unidos, que no llegaría al 2% en el 2013, y es destacable que Japón sólo crecería un 1,2% en el 2014, a pesar de las importantes políticas expansivas que están llevando a cabo.
Con ello constatamos que la enorme liquidez que los principales bancos centrales han introducido en el sistema permite
En la Unión Europea avanzamos a paso de tortuga a pesar de la magnitud de la tragedia
evitar que la economía se contraiga, pero no parece ser capaz de asegurar un crecimiento sostenido. Sin embargo, la mera insinuación de Bernanke de la posibilidad de empezar a retirar los estímulos a partir del 2014, siempre que se consolidara el crecimiento, tensionó de nuevo los mercados y los tipos de interés de las economías periféricas. A pesar de la inexistencia actual de inflación en la mayoría de países, vigilar que no aparezca es el principal objetivo de los bancos centrales. Acabo de volver de impartir cursos en Argentina y Uruguay y en ambos casos, especialmente el primero, se constata el efecto demoledor de una inflación prolongada en el tiempo. Los alfajores y el asado siguen estando buenísimos, pero un café cuesta tres euros y un libro de bolsillo, quince. Asimismo, la casi imposibilidad de obte- ner dólares en Argentina convierte la gestión financiera de empresas y particulares en auténticos encajes de bolillos.
En el caso de la UE, los escasos avances de la esperada reunión del mes pasado no ayudarán a devolver la confianza a los inversores internacionales. Avanzamos a paso de tortuga a pesar de la magnitud de la tragedia, mien- tras vuelven a primera línea los problemas en Grecia y Portugal.
Ya habíamos comentado en otras ocasiones que la recuperación en España dependía de terceros. Las empresas han hecho un enorme esfuerzo por exportar dada la atonía del consumo nacional, que seguirá deprimido todavía algunos semestres. Tampoco podemos esperar una ayuda del consumo público o de las inversiones. En primer lugar, por la necesidad de consolidación fiscal que nos lleve a un déficit público del 3% en el 2016 y en segundo, por la utilización de la capacidad productiva, que tenemos en un 75%, y que permitiría crecimientos en ventas sin nuevas inversiones en maquinaria.
No queda otro remedio que continuar por el mismo camino, favorecer la creación de nuevas empresas por parte de los emprendedores y esperar que los empresarios vuelvan a contratar en cuanto vean posibilidades de crecimiento de la demanda. En este sentido, los indicadores avanzados económicos (PMI) son más optimistas que las previsiones del FMI. También es necesario que la financiación vuelva a las pymes. Para ello hay que terminar la reforma del sistema financiero para que los bancos puedan volver a endeudarse en el exterior con normalidad y a costes aceptables.
En este punto hemos tenido la constatación de un error cometido en el 2010. La morosidad de los préstamos concedidos por el ICO en esa época ha ascendido al escalofriante 32%. Recuerden que esta medida se tomó asumiendo este organismo el riesgo de impago de las empresas, pero sin tener los equipos de riesgos que tiene la banca. Una advertencia para aquellos que propugnan que hay que obligar a la banca a conceder préstamos. Las consecuencias, si dejamos dinero a proyectos inviables, es que la situación al final es peor que la que había al principio. La banca debe ofrecer financiación, no olvidemos que es su fuente de negocio, únicamente a empresas viables.