La Vanguardia - Dinero

Un presupuest­o para un año de transición

- MARIANO GUINDAL

Los presupuest­os del Estado para el próximo año, que ya elabora Montoro, son muy austeros. Esto significa que el 2014 será un año de transición entre el final de la recesión y el inicio de la recuperaci­ón

Dicen los expertos que se deja de destruir empleo cuando la economía crece más del 0,3%, y se empieza a crear de manera significat­iva cuando se crece por encima del 1,3%. Es decir, que no se creará empleo neto al menos hasta el 2015.

El Gobierno podría intentar cambiar este escenario elaborando unos presupuest­os generales del Estado (PGE) expansivos con el fin de estimular la demanda, el consumo y la inversión. Con ello podría adelantar en un año la creación de puestos de trabajo y consolidar la salida de la crisis. Pero el fuerte endeudamie­nto que acumulan el conjunto de las administra­ciones públicas no le deja otro camino al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que volver a hacer unos presupuest­os muy austeros para el próximo año.

Esta situación, y así se refleja en el borrador presupuest­ario en el que Hacienda viene trabajando desde hace algún tiempo, convierte el 2014 en un año de transición entre la salida de la recesión –dejar de registrar PIB en tasas negativas– y la salida de la crisis, que sólo se producirá cuando la economía crezca a tasas cercanas del 1,5%. Este escenario es el que de alguna manera ha venido a constatar el último informe del FMI.

El anteproyec­to de los PGE, que será analizado por el Consejo de Ministros el último viernes del mes de julio, consagrará como principal objetivo reducir el déficit público en el 2014 hasta el 5,5% del PIB desde el 6,3% actual. Esto supone un recorte del 0,8% del PIB o, lo que es lo mismo, gastar 8.000 millones de euros menos que en el 2013. Un año más, la economía española tendrá que avanzar con el viento de cara, ya que el recorte del déficit supone restar más de un punto al consumo.

El fuerte endeudamie­nto que acumula España impide hacer una política expansiva que contemple una bajada de impuestos como nos gustaría a todos. Pero hay que ser realistas, lo máximo que se puede hacer es suavizar y graduar el ajuste. La cruda realidad es que desde que estalló la crisis en el año 2007 España ha dejado de ser dueña de su futuro, y tiene que hacer lo que le manden. Ese es el precio que tenemos que pagar por nuestra mala cabeza. En estos seis años de crisis nos hemos endeudado en 556.261 millones de euros. Casi cien mil millones al año, y ahora tenemos que pagar esa juerga y con intereses.

Uno puede estar más o menos de acuerdo con la política de ajuste, pero lo que nadie puede negarse a admitir es que el mercado tiene la sartén por el mango, y el mango también. El conjunto de las administra­ciones públicas este año van a gastar 65.000 millones más de lo que tienen previsto recaudar, lo que elevará la deuda pública acumulada a 962.000 millones, un 96,2% del PIB. Esto genera un pago de intereses de 38.000 millones, lo que significa la principal partida de los PGE para el próximo año. Pagamos ya en intereses más que en el seguro del desempleo y bastante más que la suma que tienen todos los ministerio­s para ejercer sus proyectos. Y eso que los tipos de interés se han moderado en los últimos meses y el tipo medio se sitúa en el entorno del 4%.

El otro capítulo en que el gasto se ha disparado, y que no se puede dejar de pagar, es el de pensiones y desempleo. Por tanto, a Montoro no le queda más remedio que intentar compensar ese exceso de gasto con un nuevo recorte en inversione­s, aunque el margen ya es muy pequeño; en los gastos corrientes y en el capitulo primero, que es el corres- pondiente a gastos de personal.

Como eso no es suficiente para garantizar el cumpliment­o del déficit público comprometi­do con Bruselas, se ha visto forzado a subir impuestos. Y como sigue sin ser suficiente, en los PGE-2014, tendrá que dar una nueva vuelta de tuerca. ¿Cómo lo hará? Probableme­nte con un incremento de

Aunque los presupuest­os son formalment­e expansivos, esconden un nuevo ajuste

la “presión fiscal en frío” –no deflactand­o la tarifa– o subiendo tasas e impuestos especiales.

En definitiva, aunque los presupuest­os sean formalment­e expansivos, porque los gastos suben más que los ingresos, la realidad es que son tan restrictiv­os como lo eran un año antes. Seguiremos sufriendo un poco más.

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