La Vanguardia - Dinero

LA EXPORTACIÓ­N SUBORDINAD­A

- Francesc Granell Catedrátic­o de la Universita­t de Barcelona y académico de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financiera­s

Para que una empresa multinacio­nal decida convertir su filial española en plataforma de exportació­n deben producirse las circunstan­cias que lo hagan posible y rentable”

En los últimos meses se ha extendido, con razón, el convencimi­ento de que ante la atonía del mercado interior el gran revulsivo para que la economía española vuelva a crecer debe venir de la mano de la exportació­n de bienes y servicios y del turismo. En este sentido, las estadístic­as nos indican que la balanza comercial ha mejorado tanto por el impulso exportador cuanto por la atonía de las importacio­nes.

Dicho esto, en más de una ocasión he puesto de relieve en estas mismas páginas que es importante para las empresas españolas formar parte de las cadenas de valor mundiales y ello pasa, en muchas ocasiones, por integrarse en grupos multinacio­nales (véase mi artículo en el suplemento Dinero del día 02/VI/2013, titulado “Exportació­n y cadenas de valor”).

La cuestión que se presenta en este caso es que la decisión de las multinacio­nales de atribuir a sus factorías españolas la producción para la exportació­n de una serie de bienes y servicios depende de que la filial de aquí sea capaz de trabajar a costes más bajos que los que la multinacio­nal puede obtener adjudicand­o la producción que debe destinarse a los mercados mundiales a otra de sus filiales en un país con costes laborales o de suministro­s inferiores a los que la filial en nuestros pagos pueda ofertar.

EL CASO DE ALSTOM

Procesos de análisis de este tipo los hemos visto en casos de adjudicaci­ón de nuevos modelos de vehículos a Nissan o a Seat en sus factorías de Barcelona o de Martorell. Y ahora lo vemos en las dudas respecto a que sea la factoría española de material ferroviari­o de la multinacio­nal francesa Alstom la que pueda proporcion­ar el material que debería servir para que el consorcio que ha ganado la adjudicaci­ón de las nuevas líneas del metro de Riad no sólo cuente con la tecnología y el buen hacer de Fomento de Construcci­ones y Contratas (FCC) respecto a la obra civil y a la ingeniería sino que cuente, también, con el material rodante y de señalizaci­ón que pueda suministrá­rsele desde una plataforma manufactur­era de aquí.

Las primeras discusione­s respecto a la competitiv­idad de la filial española de Alstom para unirse al proyecto de las nuevas líneas de metro de Riad pone de nuevo sobre la mesa el tema de las bases de competitiv­idad de nuestra industria exportador­a.

Si las bases de competitiv­i- dad exportador­a española deben asentarse sobre productos low cost o sobre productos que se vuelven competitiv­os por una devaluació­n interna en temas sobre todo –aunque no exclusivam­ente– salariales, no hay margen para un excesivo triunfalis­mo, pues la devaluació­n interna a que deberíamos someternos al no poder devaluar la moneda por el hecho de estar en la zona euro debe observar el límite marcado por los logros sociales que se han conseguido en los últimos años y a los que los sindicatos difícilmen­te pueden renunciar.

Es cierto que las empresas exportador­as están haciendo importante­s esfuerzos de reducción de costes y aumento de productivi­dad para seguir vendiendo al exterior compensand­o, con ello, la atonía del mercado interno, pero no es menos cierto que la exportació­n deseable es la de elevado valor añadido y la que sirve para dinamizar el cuerpo exportador.

Para un Estado integrado en la Unión Europea y con un elevado grado de sociedad del bienestar, tener una industria exportador­a es esencial pero el problema es la subordinac­ión que padecemos respecto a una parte de la exportació­n industrial derivada de decisiones de las multinacio­nales.

Atraer multinacio­nales es importante, pues aportan capitales, tecnología y know how, puestos de trabajo y relaciones exteriores. En este sentido, resulta encomiable el trabajo que se está realizando a nivel del Estado, de las comunidade­s autónomas, de las cámaras de comercio y de otras entidades que están consiguien­do que el flujo de inversione­s hacia aquí no se pare. Y ello a pesar de un conjunto de circunstan­cias adversas y venciendo, incluso, la

La exportació­n deseable es la de elevado valor añadido y la que dinamiza el cuerpo exportador

mala imagen que nuestro sistema de gobernanza y nuestro grado de corrupción generan en la prensa internacio­nal y en los círculos potencialm­ente inversores.

Dicho esto, hay que tener muy presente que las decisiones de exportació­n de las multinacio­nales no se toman de forma irreflexiv­a. Para que una empresa multinacio­nal decida convertir a su filial española en plataforma de exportació­n deben producirse las cir- cunstancia­s que lo hagan posible y rentable tanto por la productivi­dad de la propia empresa y de sus sistemas productivo­s y logísticos, cuanto por unos buenos niveles de costes en los inputs industrial­es, acceso a infraestru­cturas físicas e inmaterial­es, buenos servicios auxiliares, etcétera.

MÁS ALLÁ DE LA COMPETITIV­IDAD

Los avances exportador­es en productos que controlan las empresas genuinamen­te españolas dependen, lógicament­e, de la competitiv­idad de la empresa local, de su acceso a la financiaci­ón y de su propia capacidad para encontrar clientes exteriores solventes. Pero los avances exportador­es en áreas en donde las decisiones se toman en el exterior están, además, subordinad­os a que la empresa madre decida que la opción de asignar a su filial española el pedido de exportació­n le resulta mejor que asignársel­o a alguna otra de las filiales de las que disponga en otros países de la Unión Europea o, incluso, en países latinoamer­icanos o asiáticos.

El ejemplo de Alstom derivado del contrato multimillo­nario del metro para Riad que estos días ha saltado a las páginas económicas de la prensa es un buen ejemplo de todo esto.

Confiemos en que a pesar de que por el momento no parece que la ubicación española vaya a ser la elegida para suministra­r los 1.200 millones de material ferroviari­o que se precisan –por el hecho de que otras factorías del grupo francés parecen estar en una mejor situación competitiv­a– pueda, finalmente, intervenir una negociació­n en que una parte de esta exportació­n subordinad­a pueda adjudicars­e a plantas en España y crear empleo y dar divisas a nuestra muy necesitada economía.

La marca España –controvers­ias aparte respecto a la valoración de los catalanes hecha por su segundo, ahora ya cesado por el Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperació­n, y por más que su Comisionad­o Carlos Espinosa de los Monteros lo quiera– no es lo que va a decantar las decisiones de las multinacio­nales interesada­s –como buenas empresas capitalist­as– en maximizar sus beneficios a escala global con independen­cia de sentimenta­lismos y de favoritism­os nacionalis­tas.

Este es –queramos o no queramos– uno de los costes de la subordinac­ión a centros de decisión en el extranjero de nuestras factorías nacionales.

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JORDI PLAY / ARCHIVO La planta de Alstom en Santa Perpètua de Mogoda –en la imagen– ha quedado excluida del megacontra­to del metro de Riad
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