“Controlamos más la salud de las vacas que la de las personas”
Sobre la mesa del despacho, un escenario luminoso, los móviles –todos smartphone– vibran y vibran. Lo hacen en vano. No logran interrumpir la conversación, de casi hora y media, que se desarrolla en el edificio MediaTic, en el distrito 22@ de Barcelona. En sí, la situación es una paradoja: estamos allí para hablar de los móviles. Y es cierto: el móvil nos atarea y nos ocupa, tanto que hay que aprender a administrarlo. En eso está el proyecto Mobile World Capital, fun- dación que dirige Ginés Alarcón (Barcelona), un ingeniero industrial de 58 años que cuenta con un presupuesto de quince millones de euros anuales (administraciones, patrocinadores y donantes) y veinte empleados y que está involucrado en una misión de alto calado: a partir de enero, Alarcón deberá reunir en Barcelona a directivos, empresarios, administradores públicos y desarrolladores de programas alrededor de una mesa como esta (con los smartphones sonando, acaso sin que nadie les haga caso), con la idea de conectarlos entre sí y conseguir que todos, a la par, trabajen en favor de la sostenibili- dad y de nuestra calidad de vida.
Tendrá que pinchar a todos los implicados para que se pongan de acuerdo en la idea... Pincharlos no es la palabra. Se trata de elaborar escenarios de reflexión para que todos vayan en la misma línea.
Bajemos a tierra el lenguaje. ¿De qué estamos hablando? Hay que llamar a la reflexión a las empresas tecnológicas. Hay que crear grupos de trabajo internacionales para llegar a conclusiones sobre los retos de las aplicaciones móviles.
Más a tierra... Nuestro sistema financiero es el más avanzado del mundo tecnológicamente. Pero los bancos deben alcanzar acuerdos para facilitar y universalizar el pago de una compra a través del móvil. Menos papeleo y más conectividad.
Bárcenas lo ha exprimido para moverse entre las sombras... Al contrario: por la vía tecnológica todo queda registrado. Mucho más que antes.
Más ejemplos. Las soluciones móviles pueden transformar el modelo de prestación de servicios en el ámbito de la salud. Pueden ofrecer servicios más eficientes y con mayor calidad de vida.
¿Cómo? En el seguimiento de enfermedades crónicas, como la diabetes. A través de las nuevas aplicaciones, puedes hacer un seguimiento re- moto de las constantes vitales del enfermo, sin que se tenga que acudir de continuo al hospital.
¿Cómo se hace eso? En los smartphone ya hay aplicaciones que te permiten tomarte el pulso o interpretar el índice de azúcar en la sangre. ¡Sus posibili-
“En dos o tres años no necesitaremos la cartera: el DNI, las tarjetas y las llaves estarán en el móvil” “Durante el último Mobile World Congress, un fabricante presentó un ‘smartphone’ a un precio de veinte euros”
dades son infinitas! Eso sí, todo esto hay que estandarizarlo: existen millones de aplicaciones diseñadas para cuidar de nuestra salud. Lo que pasa es que no se encuentran incorporadas a nuestro sistema público de salud.
De manera que si sufro un accidente en Alemania y no sé hablar alemán, me quedaré desamparado ante el médico que me atienda. ¿Ha oído hablar de la carpeta personal de salud?
Más bien no... Pues usted la tiene. La tiene cualquiera de nosotros. Sólo tiene que pedirla en el CAP. Le darán acceso al programa Canal Pacient. Le permitirá acceder a su historial médico a través de cualquier ordenador.
Pues que nos lo cuenten. Ahí está la clave. Hoy, las vacas tienen más control de salud que las personas (los datos médicos del rumiante están informatizados y son accesibles desde cualquier ordenador). Y lo mismo pasa con los coches en los talleres. Pero de las personas, nada. Y ese es un error. ¿Ve esto? (abre su cartera y despliega sus tarjetas, el DNI, el carnet de conducir y las llaves sobre la mesa donde vibran los smartphones).
Plástico y plástico. Toda esta información debería estar ahí, en el smartphone. ¿Para qué tanto trasto, tanto plástico? Por suerte, calculo que en dos o tres años no tendremos que salir de casa con la cartera. Toda la información estará en el móvil.
Es una gran noticia. Podrá abrir su coche a través del móvil. O su casa. Y el chip del DNI estará en la pantalla del móvil. Al principio, el teléfono estaba para hablar. Ahora se utiliza para compartir, con sus derivaciones: pagar la compra, velar por tu salud o ayudar a los jóvenes en ciclos formativos.
Es caro. Hay que empezar a desmitificarlo. ¿Quién nos iba a decir que pagaríamos una cuota fija por todos los servicios, como el hablar, las redes sociales o la mensajería...?
Las compañías se lo cobran. No las defiendo. Sólo digo que esto está ocurriendo: hace diez años, sólo algunas compañías podían pagarse el acceso a internet. Ahora todas pueden. Y por supuesto, también los particulares.
Barcelona ha acertado apostando por convertirse en la capital mundial del móvil (algo a lo que también optaban París, Munich o Milán): el móvil es el único sector mundial que crece de forma constante. Los fabricantes lo han asumido. Están lanzando dispositivos a precios cada vez más asequibles. En el último Mobile World Congress de Barcelona (la ciudad organizará el evento hasta el 2018), un fabricante presentó un smartphone a veinte euros.
Ahí cabemos todos. De eso se trata: en el ámbito de la comunicación, hay que tener en cuenta a los colectivos en riesgo de exclusión, a los ciudadanos de los países pobres y emergentes y a las personas mayores.
Hay quien lleva el smartphone para fardar... Por supuesto. Es como quien farda de una camisa. Pero el móvil no es un artículo de lujo, sino una necesidad social.