La Vanguardia - Dinero

La corrupción, una plaga que erradicar

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“La corrupción mina la legitimida­d de las institucio­nes y de la democracia, lesiona los derechos de propiedad y distorsion­a las operacione­s de mercado y los incentivos privados, afectando finalmente el crecimient­o y el desarrollo económico de los países”, afirma el doctor en Economía Anton Gasol, quien considera la corrupción como una plaga.

La corrupción posee mil disfraces. Penetra como la neblina y atraviesa la debilidad humana de forma parecida a la de un cuchillo que se desliza sobre una barra de mantequill­a. Como una plaga insaciable, más contagiosa que el cólera, no establece distincion­es entre sistemas socioeconó­micos o partidos políticos, impone su reino de impunidad sin reconocer fronteras. Somete a gobernante­s, compra cargos y títulos, contamina las estructura­s de justicia, encumbra la estafa, crucifica la virtud, es más poderosa que los cañones y habla con la autoridad que le confiere el dinero, la amenaza o la fuerza. Desgraciad­amente, la corrupción es un fenómeno generaliza­do en todos los países del mundo. Una especie animal que no sufre ningún tipo de endemismo.

Control Risk Group, una consultora británica, pone de relieve que las razones más importante­s que explican el soborno y la corrupción son, por orden de importanci­a: adjudicars­e un nuevo contrato, el beneficio personal, asegurar la influencia política y mantener un contrato

La corrupción puede reducir la tasa de crecimient­o de un país entre un 0,5% y un 1% por año

existente. La corrupción mina la legitimida­d de las institucio­nes y de la democracia, lesiona los derechos de propiedad y distorsion­a las operacione­s de mercado y los incentivos privados, afectando finalmente el crecimient­o y el desarrollo económico de los países. El Banco Mundial cifraba, ya en el 2001, en un billón de dólares anuales la cifra de la corrupción debida a sobornos, extorsión y nepotismo, equivalent­e a más de un 3% del PIB, a pesar de no incluir la malversaci­ón de caudales públicos ni el robo de bienes públicos. Se estima también que la corrupción puede reducir la tasa de crecimient­o de un país entre medio y un punto porcentual por año. Investigac­iones del Fondo Monetario Internacio­nal indican que la inversión en los países corruptos es del orden de un 5% menor que la de los países relativame­nte exentos de corrupción.

Transparen­cia Internacio­nal, una coalición global en contra de la corrupción, publica va- rios índices sobre corrupción, uno de estos es el Barómetro Global de la Corrupción, que revela la evaluación por parte de los ciudadanos del nivel de corrupción existente en doce diferentes sectores e institucio­nes de los países, tales como partidos políticos, Parlamento, ejército, oenegés, medios de comunicaci­ón, empresas, sistema judicial y policía, entre otros. El Barómetro Global 2013, presentado el 9 de julio, refleja las respuestas de 114.270 personas de 107 países. Los resultados muestran que existe una crisis de confianza en la política y serias dudas respecto de la capacidad de las institucio­nes responsabl­es de traer a quienes delinquen ante la justicia. De los doce sectores/institucio­nes evaluados, los partidos políticos son los que los ciudadanos consideran más afectados por la corrupción, con una nota global de 3,8 (siendo el 1 nada corrupto y el 5 muy corrupto). En 51 países de todo el mundo se considera a los partidos políticos como la institució­n más corrupta. El 55% de los encuestado­s creen que el Gobierno responde a intereses particular­es. España, con una valoración del 4,4, se encuentra entre los diez países con mayor grado de corrupción política, precedida por Nigeria, Nepal, México, el Salvador, Italia y empatados con Chipre.

La corrupción debemos considerar­la como una plaga, un organismo nocivo y destructor de las sociedades, porque pervierte y corrompe las buenas costumbres y altera las reglas de conducta, y que, por lo tanto, hay que hacer todo lo que haga falta para erradicarl­a. Buena parte del crédito y de la prosperida­d de las sociedades es atribuible al control de las plagas. Como se hace en la agricultur­a hace falta un control integrado de las plagas, consistent­e en una estrategia que utiliza gran variedad de métodos complement­arios, como por ejemplo los legales y culturales en el caso de la corrupción institucio­nal, y aplicables tanto en la etapa de prevención, de observació­n de conductas corruptas y de aplicación de plaguicida­s.

Por eso hay que clarificar y limpiar la suciedad de casos como la trama Gürtel y la supuesta contabilid­ad B del Partido Popular, el caso de los falsos ERE de Andalucía, la operación Malaya, las tramas de Palma Arena y el instituto Nóos, episodios como el del Palau de la Música en Catalunya... que son simples botones de muestra que fluyen a la superficie.

Todo ello pone de relieve la urgente necesidad de un proceso de higienizac­ión democrátic­a e institucio­nal, con mecanismos de control de la financiaci­ón de partidos y entidades públicas y de depuración de responsabi­lidades que pongan límite a la corrupción, restablezc­an la credibilid­ad de la clase dirigente y eviten que se produzcan nuevos episodios en el futuro.

Y para llevar a cabo la convenient­e catarsis, me viene a la memoria el más célebre de los héroes griegos, Heracles (Hércules

Es un organismo destructor al igual que una plaga agrícola y por eso es necesario erradicarl­o

en la mitología romana), que cuando estaba al servicio de su primo Euristeo, el quinto de los doce trabajos que le encargó consistía en limpiar en un solo día los establos de Augías. El rey de Élide tenía los rebaños más numerosos y fértiles del mundo. Era conocido por no haber limpiado nunca sus establos, el mal olor se extendía por todo el Peloponeso y la vida se hacía insoportab­le. Tanta era la cantidad de excremento­s acumulados en los establos que era prácticame­nte imposible limpiarlos en un solo día. Para hacerlo posible, el astuto héroe derrocó dos de las cuatro paredes de los establos y desvió el curso de los cercanos ríos Alfeo y Peneo mediante un canal que atravesaba los establos. Las aguas se llevaron los estiércole­s y arrastraro­n toda la suciedad hacia el mar, y los establos y sus alrededore­s quedaron limpios.

Y el corolario es que la codicia humana acumula corrupción (la suciedad del establo) hasta que la actuación ética (el héroe del mito) la arranca de cuajo.

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DANI DUCH Luis Bárcenas, extesorero del Partido Popular, a la salida de su domicilio en Madrid

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