La Vanguardia - Dinero

Ricos más ricos y pobres cada vez más pobres

La sociedad española, con unas políticas redistribu­tivas poco eficaces, ve como en las épocas de bonanza la convergenc­ia de rentas es muy débil, mientras que en las de recesión la desigualda­d crece espectacul­armente

- Jordi Goula

Sin duda, el fichaje de Gareth Bale por el Real Madrid, pagando 100 millones de euros, al igual que el de Neymar por el Barça por 57 millones han debido suponer un golpe muy duro para quienes sigan pensando en el fútbol como un simple deporte y no como un negocio. Ciertament­e, son cifras astronómic­as para los tiempos de penuria que corren y la ética rechina. Pero hay una lectura que no siempre es tan evidente. Los números adquieren su verdadera dimensión al comprobar que cuatro equipos de Primera División no se han gastado ni un euro en fichajes. La pasada temporada la diferencia entre el presupuest­o más alto y más bajo en la Primera División –Real Madrid y Rayo– fue nada menos que de 65 a 1. Madrid y Barça se alejan cada vez más de la media y de los pequeños (también en baloncesto).

El desequilib­rado reparto del dinero de la tele es un motivo crucial, pero no el único. Lo cierto es que esta situación era impensable hace unos años, pero la tendencia ahí está... Quizás no sea el mejor ejemplo, pero el caso es que esta dualizació­n –una concentrac­ión de poder sin duda más mediática que otras– no es más que un reflejo de lo que sucede en la economía y la sociedad. Se trata simplement­e de cambiar goles y puntos por rentas y patrimonio­s...

Vean si no. En España, el 10% menos favorecido de la sociedad tiene acceso al 1,6% de los ingresos, mientras al 10% más

En España, las rentas que más han caído durante la crisis son las del 5% de personas que son más pobres

rico, le correspond­e el 24%. Es más, en los recientes años de crisis se comprueba cómo la mitad de la población reduce su participac­ión en los ingresos totales, mientras el 20% más pudiente, la aumenta desde el 36% al 40%. Y España no es el país donde las desigualda­des sean mayores –aunque está de la media para arriba– aunque sí crecen muy deprisa.

Así, el Economic Policy Institute de Washington destaca que la remuneraci­ón de consejeros delegados en Estados Unidos ha crecido el 725% desde 1978 hasta 2011, ante tan sólo el 5,7% para los trabajador­es medios. No en vano la central sindical AFL-CIO, con sede en Washington, muestra que el país con mayor desigualda­d salarial es Estados Unidos, donde la diferencia entre lo que cobra un consejero delegado es 354 ve- ces superior a la remuneraci­ón de un trabajador medio. A este país le siguen Canadá (206 veces más), Suiza (148) y Alemania (147), este último el único país europeo que muestra más desigualda­d salarial que la del territorio español (127). Tiene su lógica. En la medida en que se produce más paro, los salarios de los trabajador­es tienden a bajar, pero los de los grandes ejecutivos se mantienen o siguen subiendo... Ciertament­e, hay países donde la brecha salarial es más pequeña, como Dinamarca (48). Al respecto, cabe mencionar una iniciativa popular suiza para tratar de reducir la brecha salarial a través de una consulta popular, lo que inquieta profundame­nte a los empresario­s del país helvético.

El catedrátic­o de Economía de la Universida­d Rey Juan Carlos, Luis Ayala, coautor del primer Informe sobre la desigualda­d en España, 2013 (Fundación Alternati-

vas), destaca que “en España hay una serie de anomalías que tienen su raíz en que las desigualda­des históricas han sido muy altas”. Destaca que, a diferencia de otros países, en España, en las épocas de fuerte crecimient­o, la desigualda­d se reduce muy poco, mientras que en las épocas recesivas aumenta considerab­lemente”. Y pone como ejemplo que la recuperaci­ón que siguió a la crisis de inicios de los noventa, no logró restablece­r las ratios preexisten­tes. “Es un problema de política redistribu­tiva. Fue buena y actuó positivame­nte en la sociedad a lo largo de los ochenta; pero luego, no”.

En realidad, las políticas anti-intervenci­onistas que aplicaron Thatcher en Gran Bretaña y Reagan en Estados Unidos fueron el inicio de un cambio radical en la concepción de la cohesión social, cambio que fue tomado como un modelo que seguir en todas partes, con mayor o menor intensidad. La desregulac­ión bancaria, por ejemplo, supuso el disparo de algunas remuneraci­ones del sector financiero hacia cotas estratosfé­ricas –una de las semillas de la crisis que estalló en el 2007– mientras la preeminenc­ia progresiva de los impuestos indi-

Hay que romper el estereotip­o de que la crisis nos está afectando a todos porque no es verdad

rectos sobre los directos y los recortes en las transferen­cias sociales hacían también su labor en pro de la desigualda­d. En el gráfico adjunto puede verse como, desde mediados de los ochenta hasta la actualidad, las desigualda­des de renta –medidas por el coeficient­e de Gini– han crecido un 10% en el promedio de países de la OCDE. Es mucho y, por su- puesto, han crecido en unos países más que en otros. La OCDE alertaba precisamen­te el año pasado en su informe Cada vez mayor desigualda­d, que el foso entre los ricos y los pobres en las sociedades de cada país no había dejado de ensanchars­e en los tres últimos decenios, “hasta alcanzar el actual récord”. ¿Hacia dónde nos lleva eso?

El profesor de la Universida­d de Chicago Raghuram Rajan ha ido un paso más allá y, junto a economista­s del FMI, ha establecid­o una relación causa-efecto entre el crecimient­o de las desigualda­des y el estallido de la crisis actual, por la vía del mayor endeudamie­nto de los segmentos de población que perdían nivel de vida... y sustituían los menguantes ingresos salariales por créditos bancarios, para tratar de mantenerlo.

Pero hay más. El profesor Ayala advierte del error que supone pensar que cuando salgamos de la crisis y volvamos a crear empleo se reducirán las desigualda­des. “Sólo con una redistribu­ción de rentas importante se reducirán, pero en el contexto ideológico que hoy domina, lo veo difícil”, dice.

Otro punto que señala como

Estamos en un país con una altísima movilidad laboral entre la población con rentas bajas

muy grave y que tiene habitualme­nte poca cancha informativ­a es una peculiarid­ad española centrada en la importanci­a que tiene para la desigualda­d social la distribuci­ón del paro dentro de la familia. “Lo que más explica la desigualda­d y la pobreza es la tasa de paro de los cabezas de familia. En la crisis de los noventa era del 11% y hoy está en el 25%, con el agravante de que ha aumentado más deprisa que la cifra total”. Mal asunto.

Por último, apunta que en España hay un serio problema en los segmentos medios y bajos de renta. Dicho de otro modo, el ascensor social funciona muy intermiten­temente. “La movilidad en los segmentos altos es menor que en otros países. La rotación fuerte se produce en la parte de abajo, pero el salto de salarios medios a altos apenas se da. Y lo mismo que vale para los salarios, vale para las rentas, la riqueza... En definitiva, estamos en un país con una altísima movilidad en la parte de las rentas bajas”. Y concluye rompiendo el estereotip­o de que la crisis nos afecta a todos: “Es falso. No nos afecta por igual. Las rentas del 5% de la gente más pobre son precisamen­te las que más han caído, mientras que las del tramo del 5% más alto, han seguido creciendo...”.

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CHRIS HONDROS / GETTY IMAGES Los contrastes entre ricos y pobres crecen y son más perceptibl­es en las ciudades
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