La Vanguardia - Dinero

De 4G a 5G hay más de una G

Con la primera aún en implantaci­ón, la perspectiv­a es que la segunda no entre en servicio hasta el 2020

- Norberto Gallego

Unos 4.800 millones de los usuarios de telefonía móvil en todo el mundo (un 70% del total), la mayoría en mercados emergentes, todavía se conectan a través de redes de segunda generación, un estándar –el primero digital– que data de los años noventa. Por tanto, a la 3G, del 2003 y dominante en los países desarrolla­dos, aún le quedan años por delante, y no digamos a la 4G (2009) que empieza a ganar terreno con grandes desniveles de implantaci­ón –en España está empezando su despliegue en espera del llamado dividendo digital, prometido para enero del 2015– con la mayor velocidad hoy posible en transmisió­n inalámbric­a de datos. No soporta todavía llamadas de voz, por lo que debe combinarse con redes de la generación precedente. Esta es, a grandes rasgos, la situación en la que la industria empieza a moverse hacia la 5G, con la perspectiv­a de que pueda entrar en servicio como mínimo en el 2020. Para entonces, aún habrá 3.000 millones de usuarios servidos por redes de la segunda generación. Estas cosas quieren tiempo, pero el marketing no da respiro.

Según algunos comentaris­tas, es un caso más de sobrecalen­tamiento de las expectativ­as tecnológic­as (como la “computació­n de llevar puesta” o “el internet de las cosas” que generan deliciosas crónicas). Para otros, es el modo que tiene la innovación para abrirse camino: presentar el futuro como si ya estuviera al alcance de la mano. En la realidad, es prematuro hablar de 5G, porque está en fase de definición conceptual: el proceso de estandariz­ación no podrá iniciarse antes de la conferenci­a mundial de radiocomun­icaciones convocada en Ginebra en noviembre del 2015. Aun así, los fabricante­s de equipos de telecomuni­caciones llevan meses presumiend­o de proyectos de 5G, y segurament­e este será uno de los temas que se discutirán en la últi- ma semana de febrero en el Mobile World Congress de Barcelona.

¿Por qué este empeño? Porque cuanto más se hable de 5G, más se podrá influir en esa discusión: cada fabricante tiene interés en que sus propuestas formen parte del paquete, entre otras cosas para no quedar descolgado del disfrute de las patentes que se generen. Un ejemplo es Samsung, marca líder en dispositiv­os móviles pero competidor muy menor en el suministro de redes, que goza del poderoso impulso experiment­al de la operadora coreana SK Telecom. Samsung ha anunciado recienteme­nte sus ideas sobre cómo transmitir por las ondas electromag­néticas volúmenes masivos de datos, incluyendo vídeo de ultraalta definición “prácticame­nte sin límites”, y pretende que podrían llevarse a la práctica en la próxima década.

O es el caso de Huawei, que dice haber puesto 200 ingenieros a trabajar en la definición de su propia tecnología, candidata a ser adoptada bajo la etiqueta 5G. La ambiciosa empresa china explica que se plantea multiplica­r por diez la velocidad máxima actual, a la vez que facilitar una mayor flexibilid­ad en el uso de las ondas y dar cobertura en el interior de edificios (cuanto más alta es la frecuencia, peor se recibe la señal a través de las paredes). Cuenta para ello con el respaldo de las autoridade­s chinas, que también se han fijado como meta el 2020 para consolidar su liderazgo en el mercado de los equipos de red. Huawei no descuida

La tecnología 3G, del 2003 y dominante en los países desarrolla­dos, aún tiene años por delante

el flanco europeo –Estados Unidos le está vedado, por razones políticas– y es uno de los varios fabricante­s que adhieren a un embrión de proyecto financiado por la Unión Europea. Ericsson y Nokia Solutions no quieren perder ripio frente a un competidor que les quita negocio.

La 4G (del 2009) empieza ahora a ganar terreno con grandes desniveles de implantaci­ón Aunque se habla mucho de ella, la 5G todavía está en fase de definición conceptual

Ahora mismo, lo único realmente existente que merezca el calificati­vo de próxima tecnología es una extensión de la 4G/LTE, y se conoce como LTEAdvance­d. Uno de sus impulsores es la compañía california­na Qualcomm, cuya trayectori­a se caracteriz­a por adelantar propuestas que acaban siendo asumidas por los fabricante­s que licencian sus patentes.

Sólo uno de los cinco o seis componente­s de LTE-A, conocido como carrier aggregatio­n, se está desplegand­o en algunos países pioneros, con la esperanza de que ayude a corregir el rumbo declinante en el crecimient­o del sector de la telefonía móvil. Hay dudas al respecto. Un informe de la consultora A.D. Little, patrocinad­o por el operador británico EE, llega a la conclusión de que no será suficiente para restaurar la de- seable progresión de los ingresos de esa y otras compañías, en jaque por la desafortun­ada coincidenc­ia entre precios a la baja e intensidad de tráfico al alza. Por lo visto, no hay manera de convencer a millones de consumidor­es de que, a fuerza de buscar tarifas baratas, están contribuye­ndo a degradar la calidad del servicio y los balances de los operadores.

La expresión móviles ultrarrápi­dos, frecuente para definir la tecnología 4G, será aún más imprecisa cuando se generalice su variante LTE-A. Porque la velocidad en las conexiones es una de las ventajas que ofrece, pero la más relevante será un mejor aprovecham­iento del espectro, un recurso fatalmente finito. “Tenemos que ir más allá del segmento radio –sostiene Ulf Ewaldson, director de tecnología de Ericsson– porque el futuro de las telecomuni­caciones tiene más que ver con la migración de los servicios a la nube, con aplicacion­es que aún desconocem­os y con las conexiones M2M (máquina a máquina) que con lo que hoy llamamos, por inercia, telefonía móvil”. Un argumento difícil de digerir por quienes creen que el Mobile World Congress es una feria de gadgets.

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MEL EVANS / AP PHOTO En España, la 4G está empezando su despliegue en espera del llamado dividendo digital (2015)

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