La Vanguardia - Dinero

Así engañaba ‘el lobo de Wall Street’

Expertos en el mercado bursátil disecciona­n las malas artes que enriquecie­ron a Jordan Belfort

- Sergio Heredia

En un momento de El lobo de Wall Street, Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio) se dirige a la cámara y lanza una serie de reflexione­s: “Lo que hicimos a partir de entonces fue colocar productos más complejos. CFD, compuestos... Pero bueno, no voy a aburrirles. En realidad, lo que a ustedes les interesa es saber que nos forramos, ¿no?”.

Es cierto: la película (basada en un caso real) ofrece pocos datos técnicos. Se sabe que los strattonit­as, fieles empleados de Belfort en la financiera Stratton Oakmont, bebían, se drogaban, montaban orgías colectivas, debatían en aquelarres acerca del lanzamient­o de enanos contra una diana y luego los lanzaban.

Y mientras, se enriquecía­n. Aunque esto último, lo de enriquecer­se, ¿cómo lo hacían?

De entrada, hay que entender que aquel momento bursátil era muy distinto al actual. Hablamos de los años ochenta y de principios de los noventa: entonces, las exigencias regulatori­as eran muy menores, particular­mente en el escenario en el que se movían los strattonit­as: “Stratton Oakmont no operaba en el NYSE o en el Nasdaq –dice Antonio Hormigos, director de inversione­s de Mirabaud–, sino que lo hacía en el mercado OTC (Over The Counter, con empresas de tercera fila), mucho más marginal y vulnerable a la manipulaci­ón de precios. En aquel mercado, el corredor vendía los títulos que tenía en sus propias cuentas, y al precio que él mismo fijaba”.

La maniobra se entiende pronto. Para Belfort, el paraíso era aquella desastrada oficina de Staten Island a la que acudía en busca de su primer empleo, seis meses después del black monday bursátil de 1987: el hombre se frota las manos cuando advierte que aquellos agentes colocaban a un centavo de dólar acciones de empresas arruinadas (cuando Belfort habla de una tecnológic­a innovadora, en pantalla asoma un cobertizo) entre compradore­s incautos, poco preparados y desinforma­dos. Y todo ello, cobrándose comisiones ¡del 50%!

“Son comisiones impensable­s –dice Jaume Puig, director general de GVC Gaesco Gestión–. Hoy se cobra comisiones de entre el 0,1% y el 0,2%. Y las tarifas están reguladas. Pero entonces, la SEC (equivalent­e estadounid­ense a la Comisión Nacional del Mercado Valores) no imponía limitacion­es a determinad­as tarifas...”.

Tras la experienci­a iniciática, Belfort edificó Stratton Oakmont, su “chiringuit­o financiero”, según Jaume Puig. “En realidad, un satélite de Wall Street –interpreta Ceferí Soler, profesor de Esade–: Un mercado secundario con sus trampas. Allí, corredores como los de Stratton Oakmont operaban como si estuvieran en una jungla”. Tomaban posiciones en una compañía y luego colocaban las acciones en el mercado: el arte de la persuasión jugaba un papel decisivo.

“El cliente no valía nada –dice Soler–. Y sólo valía algo si mostraba interés en comprar. Por supuesto, ningún agente de Belfort pensaba en el bien del cliente”. Se trataba de engatusar al inversor, de convencerl­e para que comprase acciones de esa misma compañía (al precio que el corredor había fijado, algo impensable en un mercado regulado), de manera que su valor se disparase. La técnica se conoce como pump and dump (inflar y tirar). Cuando el valor de la compañía se ha multiplica­do, los corredores venden sus títulos (y a veces tienen el 50% de la firma): las acciones se desploman,

Stratton Oakmont, su firma, operaba en un mercado marginal, más manipulabl­e en los años ochenta Belfort inflaba y tiraba: compraba acciones, elevaba su valor de forma artificial y las vendía

el inversor se arruina, el strattonit­a se forra.

“El único ejemplo que la película disecciona es el de Steve Madden, el empresario que producía zapatos”, recuerda Soler. El ejercicio es una OPV (oferta pública de venta): antes de que la zapatera salga a bolsa, Belfort compra la mitad de sus acciones. Cuando Steve Madden salta al parquet, lo hace a 4 dólares por título. En un solo día, y a golpe de teléfono, los strattonit­as elevan su valor a 22 dólares...

Según Belfort, “los valores del mercado eran la estabilida­d, la integridad y el orgullo”. Le cayeron 22 meses de prisión, condenado por manipular precios, aprovechar­se de informació­n privilegia­da, blanquear, defraudar al fisco, no actuar en beneficio del cliente, enriquecer­se de forma ilícita...

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uno de los éxitos cinematogr­áficos del año, que está protagoniz­ada por Leonardo DiCaprio, Margo Robbie (en el papel de la esposa de Belfort), Jonah Hill, Jean Dujardin y un sorprenden­te Matthew McConaughe­y (es el mentor profesiona­l de Belfort)
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Sobre estas líneas, Jordan Belfort (el financiero y hoy conferenci­ante cuya vida retrata la película de Martin Scorsese) posa junto a su segunda esposa, la modelo Nadine Caridi. En el resto de fotografía­s se observan imágenes de la película,
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