La industria catalana y sus nuevos capitanes
Cincuenta historias de empresas familiares catalanas reflejan el valor del trabajo, la discreción y el compromiso de continuidad
Cincuenta historias de empresas familiares catalanas que reflejan el valor del trabajo y el compromiso de continuidad.
Ahora hablamos de la reindustrialización porque en algún momento hemos temido perder la base productiva del país, ese tejido industrial que ha modelado, de forma económica, social, cultural, la identidad catalana de los últimos dos siglos. Y “capitanes de industria” fue el término utilizado por Jaume Vicens Vives para movilizar a finales de los cincuenta a los “catalanes económicamente genéticos”, herederos de esos protagonistas que vieron en las primeras máquinas de vapor que llegaban a Catalunya un motor para construir nuevas maneras de producir, nuevas empresas.
La burguesía catalana levantó las colonias textiles a finales del XIX, y volvió a armar sus fábricas en la segunda mitad del XX, abasteciendo los elementos de modernidad que el país necesitaba para hacerse suya la sociedad de consumo. Y, siempre un paso por delante, fueron también capitanes de industria quienes aprendieron antes que nadie que las fronteras sólo están en los mapas, no en los mercados. Y esos capitanes, o sus hijos o sus nietos, siguen ahora aquí, al frente de la empresa familiar catalana, en singular porque ese es un concepto en sí mismo, clave en la llamada sociedad civil, pero también en plural porque esas empresas familiares son “las vigas que sustentan la gran masía socioeconómica del país”, dice Francesc Canosa. Periodista leridano, acostumbrado a la historia y a la geografía, en su primera aproximación al mundo de las empresas familiares ha descubierto que, tal como Josep Pla explicó que la gastronomía era el paisaje llevado a la cazuela, “estas empresas son el paisaje llevado a la fábrica”. Se refiere a las cincuenta empresas cuyas historias ha recogido en Capitans d’indústria (Mobil Books, 2014), un libro de economía humana explicado por los protagonistas o por sus hijos.
“Catalunya se ha forjado más por las gestas empresariales que por las conquistas militares. Por eso los grandes capitanes de Catalunya son empresarios y no militares. Personas emprendedoras que han tenido la visión y la perseverancia de levantar industrias y forjar unos valores empresariales que han hecho grande este país”, explica Josep Oliu en una reseña del libro.
“Me ha sorprendido que todos son gente que vive la empresa de manera total, su vida es la empresa, la empresa es su vida, y lo asumen de forma absolutamente natural”, explica Canosa. Ha descubierto personajes que pasan desapercibidos por los pasillos de sus propios imperios, empresarios impregnados de una discreción que demasiadas veces envuelve también a las compañías. “Hay un gran desconocimiento y se arrastran muchos estereotipos históricos sobre los empresarios”, considera Canosa.
La empresa familiar catalana es “un vehículo singular, único,
“Su vida es la empresa, la empresa es su vida, y lo asumen de forma natural”
modelo, ejemplo”. Las hay de centenarias o casi (Gomà Camps, Borges, Esteve, Freixenet, Grupo Godó, Puig, Torres). Muchas se gestaron en la posguerra y despegaron después (Guissona, Irestal, Agrolimen, Casademont). Otras tienen una historia más reciente pero igual vocación de futuro (Agromillora, Natura Bissé. KH7 Lloreda, Fluidra, Mango). Pero para sobrevivir, todas han demostrado una camaleónica capacidad de transformación. “En todas se puede ver una actualización del sector, del producto, y de la estructura de la empresa”, dice Canosa. Como La Farga Group, empresa reinventada en 1985 sobre las bases de la fundición Lacambra de 1808.
Asumimos que la empresa familiar está ahí, ha estado y estará siempre. Pero algún día fue el primero. “No hay que olvidar las penurias que hemos tenido que superar para llegar donde estamos”, dice Víctor Grífols de cuando veía a su padre lidiar con las limitaciones de la posguerra para crear el laboratorio que hoy es el tercer productor mundial de derivados del plasma.
Estas empresas fueron pioneras de la exportación y “en su momento actual, el concepto internacionalización les queda corto: la mayoría asume el mundo en su conjunto como algo natural”, explica Canosa.
Otro elemento recurrente es que “las siguientes generaciones han mamado la empresa desde pequeños, y lo viven con un compromiso de continuidad, como si estuvieran predestinados a ello”, dice Canosa. “A mis hijos les he dado libertad y les he dejado hacer. He sabido delegar”, dice Joan Nogareda, fundador del laboratorio Hipra, especializado en salud animal.
Francesc Canosa ha buscado en sus entrevistas descubrir cuál es ese clic, eso que hace que, “donde todo el mundo ve una cosa, el empresario vea un producto”. Y ha encontrado que, en este un panorama heterogéneo, donde hay empresas metalúrgicas, de alimentación, de moda, farmacéuticas... si algún concepto se repite siempre, siempre, es el trabajo, la capacidad de trabajo de sus empresarios. “No hay otro”.
Escuchar al mercado, estar atento a las grandes transformaciones y saber adaptarse parece la única garantía de supervivencia. Javier Godó, presidente del Grupo Godó, propietario y editor de La Vanguardia, lo describe con una referencia a Hitchcock: considera “admirable que con una cámara de 35 mm captara imágenes que todavía hoy mantienen el interés”. Y ese es, seguro, otro objetivo transversal en la empresa familiar: la voluntad de permanencia.