La Vanguardia - Dinero

Nuestra marca España

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ALFREDO PASTOR

CÁTEDRA IESE-BANCO SABADELL DE ECONOMÍAS EMERGENTES Los sindicatos vuelven a salir a la calle como en rogativas para pedir que llueva, con la idea de culpar a la reforma laboral, y por ende al Gobierno, de la persistenc­ia de una tasa de paro que es asombro y consternac­ión de propios y extraños. No tienen razón: en frase de mi colega Javier Díaz-Giménez, nunca sabremos cuánto del paro se debe a la reforma y cuánto a la recesión, que no ha sido, dicho sea de paso, producto de la reforma.

En este momento, además, importa menos saberlo que abordar de frente el problema. Para hacerlo con éxito hay que revisar viejas nociones para partir de un hecho incontrove­rtible: voces autorizada­s asegu-

En demasiados casos, las empresas necesitan pocos titulados superiores porque se concentran en sectores de baja cualificac­ión”

ran que, en sociedades como la nuestra, nada destruye tanto a una persona, tanto física como moralmente, como no tener trabajo. No sólo el sostén económico, sino también las posibilida­des de realizació­n personal y las relaciones sociales dependen de él, de donde se deduce, simplifica­ndo un poco, que casi cualquier trabajo es preferible al paro.

Con este punto de partida veamos qué se puede hacer con los casi seis millones de parados de la última Encuesta de Población Activa. Los agruparemo­s por edades y formación, como hace la encuesta, y calificare­mos sumariamen­te sus posibilida­des de empleo.

En la base de la pirámide (de 16 a 24 años) están los que llamaremos fáciles, el 12% del total, el 70% de ellos con formación secundaria. Son susceptibl­es de ser empleados en trabajos de baja cualificac­ión mientras completan su formación, porque no están condenados a ellos a perpetuida­d: pueden aprender. Deben simultanea­r trabajo remunerado (a tiempo parcial, en su mayoría temporal) y formación o estudio: algo que había sido muy corrien- te aquí no hace demasiados años.

Vienen a continuaci­ón los probables (de 25 a 29 años), el 13% del total. La mayoría habrán tenido un empleo, muchos en la construcci­ón. La receta es la misma, aunque, como las posibilida­des de reciclaje disminuyen con la edad, la proporción trabajo/formación irá aumentando, y debe aumentar la proporción de fijo sobre temporal, por el cambio de circunstan­cias personales.

El grueso (62%) se concentra en el grupo de entre 30 y 44 años y de entre 45 a 54. Cosa natural, porque esos veinte años su-

El trabajo precario sólo es un paliativo, pero es mucho mejor que la enfermedad del paro, una lacra que se ha convertido en la marca España”

ponen la mitad de la vida laboral.

El primero, el de los críticos, es el más numeroso (40%) y el más vulnerable: cabezas de familia muchas veces única fuente de ingresos, con una formación superior a la primaria en un 86% de los casos, pero con menores facilidade­s de aprendizaj­e. En este grupo, y en un contexto de crecimient­o lento como el que se prevé, el trabajo fijo, pero a tiempo parcial, debe ser la norma. Lograr reducir el paro al mínimo en este grupo ha de ser un objetivo de todo el mundo, empresas, sindicatos, Gobierno y legislador­es, porque ahí se concentra el mayor riesgo de una fractura social que sería difícilmen­te reparable: se trata, no ya de trabajador­es aislados, sino de familias enteras.

El 22% siguiente lo forman el grupo de los posibles: pueden encontrar trabajo, según su disposició­n, a veces según el ciclo, y siempre según la suerte; todos tienen una vida laboral tras de sí, pero a menudo de baja cualificac­ión: sólo el 17% tienen estudios superiores. En este grupo suelen concentrar­se las mayores caídas de sueldo entre quienes vuelven a encontrar trabajo.

Por último, el grupo de 55 a 64 años tiene escasas posibilida­des de encontrar trabajo en el mercado normal. El trabajo ocasional será la norma, querida o no.

La situación mejorará en parte con el ciclo, sobre todo para los tres primeros grupos; en el que hemos llamado críticos, en particular, empresas y sindicatos deberán instituir de verdad el trabajo a tiempo parcial, porque de lo contrario será imposible absorber el gran excedente que hoy existe en un periodo de crecimient­o lento. El Estado deberá desempeñar un papel más activo en el grupo siguiente, aunque no consiga igualar las condicione­s que regían antes de la crisis.

Llama la atención el número de parados con titulación universita­ria: 1,3 millones, el 22% del total, una cifra que debe algo, quizá mucho, a nuestra estructura productiva, en la que pesan mucho el sector de la construcci­ón y el turístico. El primero es extraordin­ariamente intensivo en capital; el segundo es intensivo en mano de obra, pero necesita muy pocos titulados superiores: si España fuera una empresa hotelera necesitarí­a menos de 200.000 universita­rios, una octava parte de los que se matricular­on en nuestras universida­des y escuelas técnicas

Los desocupado­s de entre 55 a 64 años tienen escasas posibilida­des de encontrar trabajo en el mercado. El trabajo ocasional será la norma”

en el 2013. En demasiados casos, nuestras empresas necesitan pocos titulados superiores porque se concentran en sectores de baja cualificac­ión. En EE.UU. se oye a menudo a las empresas reclamar mayor capacitaci­ón de la mano de obra (“los trabajador­es que necesitamo­s están aún en la escuela”, dicen); aquí se pide mayor flexibilid­ad y sueldos más bajos.

Tratar el paro de forma distinta a la habitual es un asunto de todos: del que no sale de casa por menos de X; del padre que no quiere que a su hijo lo exploten pagándole menos de Y. De los sindicatos que, al exigir condicione­s fuera de mercado, cierran el paso a los nuevos entrantes, con ayuda de una legislació­n y una práctica laborales pensadas para otros tiempos.

No estamos proponiend­o una solución óptima al problema: el trabajo precario sólo es un paliativo, pero es mucho mejor que la enfermedad del paro. No olvidemos que esta es hoy la mayor de nuestras plagas, y miremos a nuestro alrededor para comprobar que tiene solución. Y que el Gobierno no piense en otra cosa. Un 26% de paro: para el resto del mundo es esta, y no otra, nuestra Marca España.

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ÁNGEL NAVARRETE / BLOOMBERG El paro es hoy la mayor de las plagas que debe afrontar España
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