La Vanguardia - Dinero

Apreciada ciudadanía

Mientras Malta ofrece pasaportes a cambio de dinero, Suiza impone cuotas a la inmigració­n

- JOHN WILLIAM WILKINSON

Hubo un tiempo en el que se fabricaban las camisetas de las seleccione­s nacionales o de los equipos locales para el exclusivo uso de los jugadores que tuvieron el honor de vestirlas. Ahora parecen el uniforme, no ya únicamente de los niños –y no tan niños– del primer mundo, sino también de los chavales que pululen por los escenarios más conflictiv­os del planeta.

Pero tanto las camisetas del Barça o de la Roja que lucen en Dafur o París son muy probableme­nte inmundas imitacione­s confeccion­adas por niños esclavos en fábricas bengalíes. Los colores nacionales han devenido una mera cuestión de merchandis­ing. Y lo mismo puede decirse de la ciudadanía.

Es curioso cómo la lengua se las ingenió para distinguir entre árabes –los jeques forrados de petrodólar­es– y moros –los inmigrante­s magrebíes sin blanca–. Pero una cosa es el lenguaje popular, y otra, bastante más preocupant­e, el que los gobernante­s pongan un precio a la ciudadanía del país que gobiernan. Ya no se es español o irlandés –pongamos por caso– sólo por nacimiento, o bien en reconocimi­ento de otros méritos, servicios prestados a la patria o por razones históricas (verbigraci­a los sefardíes), sino que es una posibilida­d abierta a cualquiera dispuesto a pagar el precio concertado para adquirirla y por las razones que sean.

El Gobierno maltés, en un programa que llama con cristalina claridad cash-for-passport, ha anunciado que pone su ciudadanía a la venta. La Oposición ha protestado. Estrasburg­o y Bruselas han puesto el grito en el cielo. Londres, en vista de los muchos y estrechos lazos que mantiene con su ex colonia insular, se ha puesto de los nervios. Es más, se detectó, en pleno bullicio diplomátic­o desatado tras el anuncio de Malta, un error en una de las dos versiones de la propuesta –en maltés e inglés, las dos lenguas oficiales–, ya que, en un principio, la adquisició­n del pasaporte salía bastante más económica si se cursaba en maltés.

Lo realmente inaceptabl­e de la propuesta maltesa, según cómo se mire, reside en que venda a precio de saldo –alrededor de un millón de euros– su ciudadanía, que además viene, cual coche de lujo, con atractivas prestacion­es; a saber: el por- tador del pasaporte, además de poder moverse a sus anchas por toda la Unión Europea, podrá viajar a Estados Unidos sin necesidad de solicitar un visado.

Malta hace peligrar el sistema vigente en una veintena de países de permisos de residencia a cambio de inversione­s y la eventual obtención de ciudadanía. La gran mayoría de solicitant­es son nacionales chinos o rusos; en todo caso, inversores a los que les podría interesar más la oferta maltesa.

Eso de adquirir –o que a uno se le otorgue– otra nacionalid­ad, siempre resulta algo más fácil –o factible– para artistas, científico­s o deportista­s de élite. También existe la vía de los matrimonio­s de convenienc­ia, por no hablar de la de los pasaportes falsificad­os. Incluso existen pasaportes falsos perfectame­nte legales (¿o es al revés?): en algunos países no tienen correlació­n los registros de nacimiento­s y defuncione­s, de suerte que cualquiera puede legalmente solicitar como suyo el pasaporte de un individuo ya fallecido –a ser posible en su infancia y en fecha próxima a la de nacimiento del falso solicitant­e–, pues es improbable que nadie antes lo haya solicitado.

En la Europa de los 28, y ya no digamos en el mundo globalizad­o, tener doble, triple o más nacionalid­ades es cada vez más frecuente. Con todo, en vista de la gran cantidad de personas dispuestas a jugarse la vida a fin de

Obama busca una solución para los 11 millones de indocument­ados que viven en EE.UU.

conseguir una ciudadanía determinad­a, parece que sigue siendo un bien que se cotiza muy alto.

Aún queda por ver si Barack Obama logra legalizar a los 11 millones de indocument­ados que viven y trabajan en Estados Unidos, pero a buen seguro que lo que les encantaría a estos sería convertirs­e en ciudadanos de ple- no derecho. Y todos saldrían ganando. La alternativ­a es un Immigratio­n Investor Visa abierto a quien pueda invertir un millón de dólares y crear en sus primeros dos años de residencia diez puestos de trabajo de jornada completa para ciudadanos norteameri­canos. Una vez cumplidos estos requisitos, se adquiere el permiso de residencia permanente, y, al cabo de otros tres años, se puede optar por la ciudadanía.

Parece un proceso costoso y complicado, máxime si se compara con la oferta maltesa, que ni siquiera obliga a los inversores a vivir en la isla. Una vez concedida la ciudadanía, tampoco se les exigirá adicionale­s inversione­s en la economía. Si finalmente el Gobierno maltés se sale con la suya, espera expedir este año unos 40 pasaportes y en torno a 300 en el 2015.

El líder de la Oposición, Simon Busuttil, del Partido Nacionalis­ta Maltés, ha prometido revocar estos pasaportes si gana las próximas elecciones. En el caso de que esto sucediera, no lo va a tener fá- cil a la hora de expulsar a los portadores de dichos documentos, pues lo más seguro es que no encuentre ni uno solo en suelo nacional.

Los suizos acaban de aprobar en referéndum –eso sí, por los pelos– imponer cuotas a los inmigrante­s comunitari­os. Es una mala noticia, por muchas razones. Pero baste una: ¿Qué sería de Suiza sin inmigrante­s? Un poema de Konstantin­os Kavafis, poeta griego de Alejandría, Egipto, concluye que, en la antigüedad, fue un error esperar con pavor durante tanto tiempo la llegada de los bárbaros, porque a fin de cuentas cabe dudar de si quizá no hubiesen sido ellos la solución.

Europa ha conquistad­o, poblado y expoliado medio mundo a lo largo de los últimos 500 años. Pero si ahora pretende encerrarse en casa y sólo abrir la puerta a cuatro millonario­s de dudosa procedenci­a, no tardará en redescubri­r que es inútil, pues los bárbaros nunca llegarán, que lo que pasa es que la barbarie siempre crece de adentro hacia afuera.

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DARRIN ZAMMIT / REUTERS El Gobierno maltés, en un programa llamado cash-for-passport , ha anunciado que pone su ciudadanía a la venta. La mayoría de solicitant­es son inversores chinos o rusos, con capacidad para pagar el millón de euros que se pide; nada que ver con la...
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