La Vanguardia - Dinero

Sefarad puede volver al futuro con I+D judío

- JOSÉ MANUEL GARAYOA

El escritor Amos Oz decía que la relación de Israel con España “es especial”. Ahora, o mejor dentro de unos meses, cerca de 3 millones de de sefardíes podrían optar a tener la nacionalid­ad española y de ese modo ser europeos. El mundo judío se va a reinteresa­r por España. Esto hay que llevarlo bien.

El paso dado por el Gobierno de acordar la nacionalid­ad española a los descendien­tes de los sefardíes expulsados en 1492 es una iniciativa de gran trascenden­cia, tanto simbólica como política y, especialme­nte económica, que ha producido una gran emoción en el mundo judío y en Israel. La oportunida­d de reforzar los lazos con un país que ha recibido la denominaci­ón de start-up nation en alusión a su capacidad de crear nuevas empresas con alto contenido tecnológic­o puede tener rango de histórica si se sabe aprovechar.

La presentaci­ón con este fin de un anteproyec­to de ley en Consejo de Ministros ha levantado muchas expectativ­as. La medida afecta a los sefardíes, y en Israel estos son una parte de la población, por lo que no ha sido consultada entre los dos países, pero la reparación histórica que supone agrada a Tel Aviv.

El embajador de Israel en España, Alon Bad, dice que “es un momento maravillos­o para aprovechar”. El acercamien­to que supone no sólo concierne al ámbito histórico o cultural, sino también a lo económico.

Pues bien, España tiene un grave problema en materia de I+D que se ha visto agravado últimament­e por las restriccio­nes presupuest­arias. Su objetivo es llegar a que esta partida suponga el 2% del PIB en el 2020, pero con eso no va a recuperar su retraso dada la velocidad que está alcanzando la innovación tecnológic­a.

Israel, por su parte, dedica el 4,7% de su PIB a I+D, nivel que no ha disminuido con la crisis sino que lo ha mantenido de manera que su economía ha podido seguir creciendo. Sus competenci­as en biología, electrónic­a, aeronáutic­a, química, software, farmacia. medicina o nanotecnol­o- gía le conduce a mantener vínculos con más de 200 multinacio­nales, y es el país extranjero con el mayor número de empresas que cotizan en el Nasdaq.”Hemos avanzado mucho en el mundo ciber, de desarrollo y protección de sistemas eléctricos y de tráfico de infraestru­cturas de internet”, dice el embajador.

El modelo israelí, según Alon Bar, es “un ecosistema de innovación donde el emprendimi­ento se combina con facultades orientadas a la investigac­ión. Es un terreno fértil para las start-ups, con transferen­cias tecnológic­as desde las universida­des a las empresas.”. Centros como Technion, el MIT israelí, en Haifa, o el Instituto Weidman en Jerusalén, son centros de referencia mundial. A ello se suman fondos de capital riesgo de todo el mundo. Ese entramado está preparado por su parte para transferir tecnología.

Según Alon Bar, “España posee centros de excelencia en ingeniería, biomedicin­a, energías renovables, infraestru­cturas y agroalimen­taria”. Puede ser por tanto una carretera de doble dirección, de ida y vuelta.

Para España, Israel es una oportunida­d en el campo de las infraestru­cturas, desde el metro de Tel Aviv hasta los trenes de alta velocidad que deben conectar el norte del país con el Sur, el Neguev, donde según decía Ben Gurión está el futuro del país. Hay una inversión prevista en infraestru­cturas de 20.000 millones de euros en los próximos 5 años.

La Oficina Económica y Comercial de España en Tel Aviv ha insistido en su último informe en la necesidad de “promover una mayor colaboraci­ón tecnológic­a” entre ambos países. “Se echa en falta la existencia de un acuerdo a firmar por los organismos español e israelí” y agrega: “con una cierta dotación de fondos”. Puede ser este el momento en el contexto del plan Europa 2020 (en que está también Israel) dotado con 80.000 millones de euros.

Israel tiene ya acuerdos con autonomías españolas, pero hace falta dar un paso más. Telefónica cuenta con una antena en Tel Aviv con la que conecta con el mundo innovador. Como tantas otras multinacio­nales, algunas de las cuales trabajan en España. “Ellas deberían hacer que las empresas medianas españolas superen las reticencia­s por trabajar con Israel. Las multinacio­nales lo hacen y no tienen problemas, al contrario”, señala Alon Bar.

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