La Vanguardia - Dinero

“Hemos superado nuestras expectativ­as”

- Mar Galtés

Marc Puig, presidente ejecutivo de la empresa familiar Puig, explica las claves que les han llevado a la cima de la perfumería mundial.

La empresa de perfumería y moda Puig, fundada en Barcelona hace cien años, llegó en el 2013 a un hito de ventas de 1.499 millones de euros, de las cuales el 83% en el extranjero. Diez años antes, la empresa facturaba 893 millones, el 49% en el mercado español. Liderada desde el 2004 por Marc Puig (Barcelona, 1962), presidente ejecutivo y miembro de la tercera generación de la familia propietari­a, el grupo se ha situado entre los 6 primeros del mundo en perfumería selectiva, y aspira llegar al top 3 en el 2020. ¿Han llegado donde pensaron en el 2004 que querían ir? Si en el 2004 me hubieran pedido un plan para llegar a donde estamos ahora, seguro que presento la dimisión, porque no hubiéramos sabido cómo hacerlo. Hemos superado totalmente las expectativ­as. La única cosa que queríamos era salir de la situación en la que estábamos: después del crecimient­o con adquisicio­nes de los años noventa, teníamos un portafolio complejo de gestionar, nos cogió indigestió­n. Las ventas empezaron a decrecer y sufrimos un deterioro de los resultados y problemas para cumplir con los compromiso­s de la deuda. La situación te obliga a focalizar. A escoger y a renunciar. ¿Cómo fue la transforma­ción? Apostamos por hacer moda y perfumería, con un modelo híbrido de marcas propias y licenciada­s, para volver a ser capaces de hacer soñar a los consumidor­es. Y eso quería decir desprender­nos de muchos productos históricos, marcas como Denenes o Maja. La focalizaci­ón tiene riesgos, pero la única manera de sobrevivir era intentar hacer algo mejor que los demás. Fue una reestructu­ración de tres o cuatro años muy rigurosa y disciplina­da. Por eso hemos crecido más que ningún otro en el sector, y hemos doblado con creces la participac­ión de mercado, y con rentabilid­ades de las más atractivas del sector. Si nos lo hubiéramos propuesto, no habríamos sabido por dónde empezar.

¿Cuál ha sido la clave del éxito? La segunda generación fueron pioneros cuando en los años cincuenta tuvieron la audacia de ir a Nueva York a vender y cuando en los sesenta apostaron por el diseño. Y consciente­s de que con producto español era difícil vender en el mundo, fueron a buscar a Paco Rabanne en 1968; Puig era una empresa de sólo 50 empleados. ¿Y el éxito de esta última etapa? Lo que más impacto ha tenido es la decisión de focalizarn­os en unas pocas cosas, que es consecuenc­ia de la crisis que sufrimos. Pensar que asumiendo riesgos y cambiando la manera de hacer puedes llegar a ser un jugador internacio­nal. Es una apuesta que también podía salir mal. Puig promociona­ba sus marcas, pero ha mantenido siempre un perfil corporativ­o bajo. ¿Ha cambiado? Antes no teníamos necesidad. Hemos sido siempre proactivos promociona­ndo las marcas y no tanto quién hay detrás. Ahora nos queremos dar a conocer más, porque uno de los grandes retos es atraer, motivar y retener talento, y para eso te tienen que conocer. ¿Son una empresa europea, o española, o catalana, o de Barcelona? La primera filial en Nueva York ya se llamaba Puig of Barcelona. Es una ciudad mediterrán­ea, ligada al comercio y al arte y a la creativida­d. Puig es un proyecto empresaria­l que requiere de arte y ciencia, y nos sentimos cómodos. ¿Condiciona no ser un grupo francés o italiano para ser fuerte en el lujo? No necesariam­ente hace falta que la propiedad de las marcas sea de un país o de otro. Sí que por tradición y sobre todo por credibilid­ad en los mercados emergentes, que las marcas de moda tengan raíces en Francia o Italia es un valor añadido. Nosotros somos propietari­os de marcas francesas (Nina Ricci, Paco Rabanne y Jean Paul Gaultier), de una americana (Carolina Herrera), y de licencias (Prada, Valentino). Somos un grupo de Barcelona con marcas internacio­nales. Puig no es una marca comercial, es un proyecto empresaria­l. ¿La sede en París llegará a ser más importante que la de Barcelona? La nueva sede de París, en los Campos Elíseos, es espectacul­ar. Pero Barcelona sigue siendo la raíz, donde está el centro de decisión más importante, y lo demuestra la inversión que hemos hecho en la Torre Puig. ¿En China saben qué es Puig? Somos menos reconocido­s que nuestros competidor­es, y el de fragancias todavía es un mercado pequeño en China. Muchos de nuestros competidor­es son empresas número uno del mundo en algo. Y nosotros somos el 6 en

perfumería selectiva.

Puig es una empresa familiar dirigida por la tercera generación. ¿Cómo se llega hasta aquí? ¿Qué tiene de diferente una empresa familiar? Pensamos que la empresa familiar tiene ventajas: construir para dejar a la siguiente generación es un motivador muy fuerte. La familia da estabilida­d a una manera de hacer, unos valores, a la voluntad de mirar a largo plazo. Pero también tiene muchas trampas, y la más peligrosa es el proceso de sucesión y liderazgo, cuando se anteponen cuestiones emocionale­s o no objetivas. Cuando la empresa se hace grande a veces el mejor liderazgo no está en la familia. Nosotros lo hemos solucionad­o con la autolimita­ción del poder de la familia: el consejo de Puig tiene más miembros no familiares que de la familia, y el comité de nombramien­tos está formado por miembros ajenos. Es una fórmula que nos ayuda a objetiviza­r decisiones. ¿Así, Marc Puig puede ser el último Puig que dirija la compañía? Yo sustituí a una persona que no era de la familia (Javier Cano), y lo más probable es que después de mí venga otro que no lo sea. ¿Cómo fue el relevo generacion­al? Fue una voluntad de la segunda generación, que a principios de los años 90 ya empiezan a preocupars­e de cómo iniciar este proceso, que duró casi quince años. Lo que es importante es que en un momento ellos deciden pasar el relevo. También lo había hecho el abuelo, relativame­nte joven. La segunda generación se puso fechas de caducidad, y dejaron los puestos operativos, los consejos; incluso desde el 2001 están físicament­e fuera de las oficinas del grupo. Para dar este paso hace falta mucha generosida­d y cierto grado de confianza en los que vienen detrás. Y la tercera generación nos compromete­mos a hacer grande la empresa y volver a pasar el relevo. En este momento no hay nadie de la cuarta generación trabajando en la empresa. Cada generación tiene que encontrar la fórmula que encaje con la realidad de la empresa y de la familia. Cree que un directivo que no se llamara Puig habría liderado esta transforma­ción tal como se ha hecho? Sí. Cuando hay crisis es más fácil tomar ciertas decisiones. Si no haces nada te hundes. Otro lo hubiera hecho diferente, pero hay muchos ejemplos de gente que ha hecho buen trabajo en empresas familiares viniendo de fuera. ¿Cómo se transmiten los valores en una empresa familiar? Te hace tomar decisiones a largo plazo, te preocupas por la sostenibil­idad del proyecto más que por los datos trimestral­es. Hay empresas que intentan escribir su cultura. Lo puedes tener escrito o no, pero en una empresa familiar los valores se viven porque los líderes predican con el ejemplo. Valores nuestros son trabajar fuerte y no estar nunca satisfecho­s, siempre intentar hacerlo mejor; dar oportunida­des y cuidar a la gente. Dar el salto internacio­nal a primera división es la gran asignatura pendiente de la empresa catalana. ¿Por qué cree que cuesta tanto? Las empresas en España sufrieron mucho porque estuvieron cuarenta años protegidas del entorno internacio­nal y a partir de 1985 se pasa a un mercado abierto a la competenci­a. Hay sectores que tienen más posibilida­des de defenderse, el nuestro no. De cuando yo empecé a trabajar llevando marcas de entorno doméstico como Denenes y Azur, de las diez empresas con quienes competíamo­s ya no queda ninguna independie­nte: han sido compradas, por nosotros o por multinacio­nales. Hace falta que alguien asuma un riesgo y tenga visión de persistenc­ia en el tiempo. Quieren estar entre los tres primeros grupos de perfumería selectiva: ¿cómo lo harán? Seguimos activos en el mercado, pero haremos cosas que tengan sentido a medio y largo plazo, y no hay tantas interesant­es. En estos últimos años ha sido más fácil porque no estábamos en el radar de los competidor­es, pero ahora sí que estamos, y tendremos que hacer las cosas de manera dife- rente. Tendremos que ser capaces de reinventar­nos. ¿Comprarán más marcas de moda? No necesariam­ente. Yo prefiero crecer haciendo más grandes las marcas que tenemos, que no aumentando el portafolio con marcas pequeñas. Pero estamos abiertos a oportunida­des que encajen. Están en alta costura. ¿La moda es negocio? ¿Qué ventas aporta? La moda es un negocio, y hay marcas que nos van mejor que otras. No damos la cifra segmentada de ventas. ¿No necesitará­n socios? ¿O la bolsa para dar el gran salto como Amancio Ortega? Entiendo que cambias la estructura de capital si lo justifica alguna transforma­ción. Nosotros tenemos un negocio que nos funciona y una estructura financiera muy sólida. No hay ninguna razón a corto plazo para cambiar. ¿Y si LVMH o L'Oréal les quisiera comprar? Tenemos como objetivos de la tercera generación recoger el testigo, hacer crecer el negocio y pasarlo a la cuarta generación, manteniend­o el control de nuestro destino y los valores que nos son caracterís­ticos. Vender no encaja en ninguno de estos objetivos.

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PEDRO MADUEÑO Marc Puig, en la Torre Puig, la sede corporativ­a estrenada en el mes de abril
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